Cuentos de Valores

Willian quería aprender a leer

Lectura para 4 años

Tiempo de lectura: 2 minutos

Español

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Había una vez un niño llamado Willian. Él era curioso, alegre, y le encantaba descubrir cosas nuevas cada día. Pero había algo que le emocionaba más que cualquier otra cosa: ¡quería aprender a leer!

Willian veía a los mayores leer libros, cuentos y revistas, y eso lo hacía soñar. Veía cómo su mamá leía las palabras de los cuentos que le contaba cada noche antes de dormir. Las letras parecían mágicas, y Willian estaba decidido a aprender lo que decían por sí mismo.

Una tarde, Willian decidió que era el momento perfecto para empezar. Se sentó en su sillón favorito, un asiento suave y cómodo junto a la ventana, donde entraba la luz del sol. En sus manos sostenía un libro lleno de letras grandes y coloridas.

—Hoy voy a aprender a leer —dijo Willian, lleno de determinación.

Abrió el libro y vio la primera letra en la página. Era la letra «A». Willian la reconocía porque su mamá ya le había enseñado algunas letras, pero todavía no sabía cómo unirlas para formar palabras.

—A, como en «avión» —se dijo a sí mismo.

Siguió mirando las letras. Había muchas más, y algunas parecían un poco difíciles. Pero Willian no se rendía fácilmente. Sabía que, aunque aprender a leer no sería fácil, era algo que valía la pena.

Mientras intentaba leer, su papá se acercó y lo vio muy concentrado en su libro.

—¿Qué estás haciendo, Willian? —le preguntó su papá con una sonrisa.

—Estoy aprendiendo a leer, papá —dijo Willian, sin apartar la vista del libro.

Su papá se sentó a su lado y le explicó algo muy importante.

—Leer es como un juego de unir letras —dijo su papá—. Primero tienes que conocer cada una, y luego, las unes para formar palabras. ¿Quieres que te ayude?

Willian asintió emocionado. Juntos, comenzaron a leer palabra por palabra. Empezaron con palabras sencillas, como «sol», «mamá» y «papá». Poco a poco, Willian fue entendiendo cómo funcionaban las letras cuando se juntaban.

—¡Lo logré! —gritó Willian, emocionado cuando logró leer su primera palabra completamente solo.

A partir de ese día, Willian practicaba todos los días. Cada tarde se sentaba en su sillón con su libro y, aunque algunas palabras eran difíciles al principio, cada vez le resultaba más fácil. Sus papás lo animaban, y Willian se sentía muy orgulloso cada vez que leía algo nuevo.

Un día, después de muchas tardes de práctica, Willian sorprendió a todos. En la hora de cuentos antes de dormir, tomó el libro que su mamá solía leerle y, con una gran sonrisa, dijo:

—Hoy lo leeré yo.

Su mamá lo miró con sorpresa, pero también con mucho orgullo. Willian comenzó a leer despacito, una palabra tras otra, hasta que logró leer todo el cuento. Era un cuento sobre un pequeño barco que navegaba por el mar, y Willian lo leyó con tanta emoción que parecía que él mismo estaba navegando en ese barco.

—¡Lo hiciste, Willian! —dijo su mamá, abrazándolo con fuerza—. Estoy tan orgullosa de ti.

Desde ese día, Willian se convirtió en un gran lector. Leía todos los cuentos que encontraba, y cada vez que aprendía una nueva palabra, sentía que estaba descubriendo un nuevo tesoro. Sabía que, aunque a veces algo parecía difícil al principio, con esfuerzo y paciencia, todo era posible.

FIN.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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