Había una vez una niña llamada Alba que esperaba con muchas ganas su cumpleaños. Alba vivía en un pequeño pueblo, pero siempre soñaba con un mundo lleno de magia, hadas y criaturas fantásticas. Este año, algo muy especial estaba a punto de suceder, algo que cambiaría su vida para siempre.
Era el día de su cumpleaños, y el sol brillaba como nunca antes. Alba se despertó con una sonrisa, emocionada por todo lo que le esperaba ese día. Sabía que sus padres le habían preparado una pequeña fiesta en el jardín, con globos y un pastel delicioso, pero lo que no sabía era que la verdadera sorpresa estaba aún por llegar.
Después de desayunar, Alba decidió salir al jardín para admirar las flores que tanto le gustaban. Pero cuando abrió la puerta, algo muy extraño sucedió. En lugar de su jardín habitual, encontró un sendero de flores brillantes que nunca antes había visto. Intrigada, decidió seguir el sendero, y cuanto más avanzaba, más fantástico se volvía el paisaje.
Las flores no solo brillaban, sino que también se movían suavemente como si estuvieran bailando al ritmo del viento. Los árboles a su alrededor eran altos y relucientes, con hojas doradas que tintineaban como campanas. Alba se frotó los ojos, preguntándose si estaba soñando. Pero no, todo era real.
—¡Hola, Alba! —escuchó una pequeña voz detrás de ella.
Alba se giró y vio algo increíble. Una diminuta hada con alas brillantes y un vestido hecho de pétalos de flores flotaba en el aire, sonriéndole.
—¡Feliz cumpleaños, Alba! —dijo el hada con entusiasmo—. Mi nombre es Lila, y hemos estado esperando este día con mucha ilusión.
Alba no podía creer lo que estaba viendo.
—¿Un hada? —preguntó, aún sorprendida—. ¿Estoy soñando?
Lila rió con suavidad.
—No, no estás soñando. Hoy es un día muy especial, y el mundo mágico ha decidido celebrarlo contigo. Ven, hay muchas sorpresas esperándote.
Sin dudarlo, Alba siguió a Lila por el sendero mágico. A medida que avanzaban, más criaturas fantásticas aparecían para unirse a la celebración. Había mariposas gigantes que brillaban como arcoíris, pequeños unicornios que galopaban alegremente entre las flores, y hasta conejos parlantes que saltaban a su alrededor deseándole feliz cumpleaños.
El sendero las llevó hasta un claro en el bosque, donde se alzaba un enorme árbol centenario, cuyas ramas parecían tocar el cielo. Bajo el árbol, había una mesa larga decorada con dulces de colores, frutas que flotaban y una gran torta que levitaba en el aire con velas encendidas.
—¡Es increíble! —dijo Alba con los ojos bien abiertos, maravillada por lo que veía.
—Este es tu cumpleaños en el mundo mágico, Alba —dijo Lila—. Cada año, una niña o un niño especial es elegido para vivir esta experiencia, y este año te hemos elegido a ti.
Alba no podía dejar de sonreír. Todo era tan mágico y perfecto. Las hadas comenzaron a danzar alrededor de ella, cantando una canción de cumpleaños que nunca antes había escuchado, pero que sonaba tan melodiosa y alegre que hizo que Alba sintiera que su corazón iba a estallar de felicidad.
Después de un tiempo, las hadas le pidieron a Alba que apagara las velas del pastel. Pero antes de hacerlo, Lila se acercó a ella y le dijo:
—Recuerda pedir un deseo, Alba. Aquí en el mundo mágico, todos los deseos de cumpleaños se cumplen.
Alba cerró los ojos y pensó en su deseo. No quería pedir juguetes ni dulces, ni siquiera algún viaje increíble. Sabía exactamente lo que quería. Cuando abrió los ojos, sopló las velas con fuerza y las pequeñas llamas se extinguieron en un destello brillante.
—¿Y cuál fue tu deseo? —preguntó Lila, curiosa.
Alba sonrió, pero no dijo nada. Sabía que los deseos no se cuentan en voz alta si quieres que se hagan realidad. Sin embargo, algo en su corazón le decía que su deseo pronto se cumpliría.
La fiesta continuó con juegos y bailes. Las criaturas mágicas competían en carreras por el bosque, las hadas lanzaban pequeños fuegos artificiales que iluminaban el cielo, y Alba se sintió como en un cuento de hadas. Todo era tan maravilloso que no quería que terminara nunca.
Pero, como todos los días especiales, este también llegó a su fin. Cuando el sol empezó a ponerse, el cielo se llenó de colores cálidos, y Lila se acercó a Alba.
—Es hora de que regreses a casa, Alba —dijo Lila, un poco triste—. Pero no te preocupes, este día siempre vivirá en tu corazón. Y si alguna vez necesitas volver al mundo mágico, solo tienes que cerrar los ojos y recordar este lugar.
Alba abrazó a Lila y a todas las criaturas que habían hecho su día tan especial. Sabía que nunca olvidaría este cumpleaños, el mejor de todos.
Con un último adiós, Alba regresó por el sendero mágico hasta llegar de nuevo a la puerta de su casa. Al abrirla, todo volvía a ser como antes. Su jardín estaba allí, con los globos y las decoraciones que su familia había preparado. Pero algo en el aire le decía que la magia no se había ido del todo.
Cuando sus padres la vieron, le sonrieron.
—¡Feliz cumpleaños, Alba! —dijeron, abrazándola.
Alba, aún con la sonrisa en su rostro, sopló las velas del pastel que su mamá le había preparado y, en ese momento, supo que su deseo de cumpleaños pronto se haría realidad.
Conclusión:
El cumpleaños de Alba fue más mágico de lo que jamás pudo imaginar. Descubrió que la verdadera magia no está solo en los lugares fantásticos, sino también en los corazones y en los momentos compartidos con quienes amas. Y, aunque la fiesta mágica terminó, Alba supo que siempre llevaría ese día especial en su corazón, junto con las maravillas que vivió en el mundo de las hadas.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.