En un reino escondido entre nieblas y encantamientos, donde los árboles susurraban secretos y las flores bailaban al ritmo del viento, vivía una bruja llamada Fer. A diferencia de las típicas brujas de los cuentos, Fer no era vieja ni malvada, pero estaba profundamente triste. Aunque poseía grandes poderes y un corazón generoso, siempre había deseado ser bella.
Fer creía que si solo pudiera transformar su aspecto, sería más aceptada y podría hacer más amigos entre las criaturas del bosque encantado. Así que un día, decidida a cambiar su suerte, Fer comenzó a preparar un hechizo de belleza, algo que nunca había intentado antes.
Mientras buscaba los ingredientes necesarios, Fer conoció a Lilmon, un pequeño elfo de orejas puntiagudas y ojos llenos de curiosidad. Lilmon, conocido por su sabiduría y su bondad, se ofreció a ayudar a Fer en su búsqueda. Juntos recorrieron el bosque, recogiendo pétalos de rosas encantadas, lágrimas de sauce llorón y el rocío de las primeras horas del día.
Durante su aventura, Lilmon escuchaba atentamente los lamentos de Fer sobre su aspecto y su deseo de ser bella. Con cada historia que compartía, Lilmon comenzaba a entender la verdadera naturaleza de la belleza, algo que él veía en Fer pero que ella no podía ver en sí misma.
Después de días de búsqueda, finalmente tenían todo lo necesario para el hechizo. Fer estaba emocionada pero también nerviosa. Antes de comenzar, Lilmon le pidió que mirara a su alrededor y viera la belleza en todas las cosas simples y perfectamente imperfectas del bosque. Fer escuchó, pero su deseo era demasiado fuerte. Procedió a mezclar los ingredientes en su caldero burbujeante mientras recitaba antiguos encantamientos.
Cuando el hechizo estuvo listo, Fer bebió la poción mágica. En un instante, un brillo la envolvió, y cuando la luz se disipó, Fer se miró en el espejo del estanque. Para su sorpresa, su apariencia no había cambiado en absoluto. Confundida y decepcionada, miró a Lilmon, esperando una explicación.
Lilmon, con una sonrisa comprensiva, le dijo: «La verdadera belleza, querida Fer, no se trata de cómo te ves, sino de cómo haces sentir a los demás y del amor que compartes. Durante nuestro viaje, has curado flores marchitas, has consolado a un joven zorro perdido y has llenado el bosque con tu risa. ¿No ves? Eres hermosa.»
Fer reflexionó sobre las palabras de Lilmon y poco a poco comenzó a entender. En los días siguientes, dejó de preocuparse por su apariencia y empezó a concentrarse en ayudar y alegrar a los demás. A medida que lo hacía, algo maravilloso ocurrió: las criaturas del bosque, que antes la evitaban, ahora venían a ella, atraídas por su amabilidad y su espíritu alegre.
Con el tiempo, Fer se convirtió en la bruja más querida del bosque encantado, admirada no solo por su poder, sino también por su belleza interior, que ahora resplandecía más que cualquier hechizo que pudiera haber lanzado.
Y así, Fer y Lilmon continuaron sus aventuras, recordando siempre que la verdadera belleza está en el corazón y en los actos de bondad, un mensaje que resonaba en cada rincón del bosque encantado, llevando felicidad y amor dondequiera que iban.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.