Cuentos de Hadas

El Jardín Mágico de Luna

Lectura para 6 años

Tiempo de lectura: 4 minutos

Español

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Era una mañana de primavera, y el sol brillaba con tanta intensidad que parecía iluminar cada rincón del jardín de Luna. Los pájaros cantaban en las ramas de los árboles, y las mariposas volaban alegremente de flor en flor. Luna, una niña curiosa y valiente, decidió que ese sería el día en que descubriría el secreto que había estado escuchando desde hacía tiempo: el jardín mágico que se escondía detrás de una gran puerta secreta.

Desde pequeña, su abuela le había contado historias sobre un lugar especial, un jardín donde las flores podían hablar, los animales entendían lo que decías, y donde vivía un hada muy especial. Luna estaba decidida a encontrar ese jardín, aunque nunca había visto la famosa puerta secreta de la que tanto hablaban.

Ese día, después de tomar su desayuno, Luna salió corriendo hacia el jardín. Llevaba puesto un vestido blanco, que su mamá le había hecho, y sus zapatos preferidos. Su largo cabello castaño brillaba bajo el sol, y sus ojos llenos de curiosidad escaneaban cada rincón del jardín.

“Hoy lo encontraré”, se dijo a sí misma con una sonrisa, mientras avanzaba por los senderos llenos de flores.

El jardín de Luna no era muy grande, pero estaba lleno de rincones mágicos. Había rosales que trepaban por las paredes de la casa, margaritas que cubrían el suelo, y un pequeño estanque donde los peces nadaban felices. Sin embargo, Luna sabía que el verdadero tesoro estaba más allá de lo que sus ojos podían ver, en algún lugar escondido detrás de una gran puerta secreta cubierta de enredaderas.

Caminó y caminó, observando cada detalle del jardín, hasta que algo inusual llamó su atención. Detrás de un gran rosal, vio lo que parecían ser ramas enredadas de una planta que no había notado antes. Al acercarse, Luna se dio cuenta de que había una estructura de madera antigua escondida entre las hojas. ¡Era la puerta!

Con el corazón latiendo rápidamente, Luna se acercó más y, sin pensarlo dos veces, intentó empujar la puerta. Sin embargo, la puerta no se movió. Estaba cerrada, y no parecía tener ninguna manija ni cerradura visibles. Justo en ese momento, una pequeña voz detrás de ella la hizo saltar de sorpresa.

—¿Buscas algo? —dijo la voz suave.

Luna se dio la vuelta rápidamente y se encontró con un pequeño conejo blanco. Era un conejito diferente a todos los que había visto antes; sus ojos brillaban como dos pequeñas estrellas, y su pelaje era tan blanco que reflejaba la luz del sol.

—¡Oh! —exclamó Luna—. ¿Eres tú quien habló?

El conejo asintió con la cabeza y se acercó con pasos suaves.

—Soy yo, claro —dijo el conejo—. Me llamo Copo, y veo que has encontrado la puerta secreta.

Luna sonrió ampliamente.

—Sí, pero está cerrada. ¿Cómo puedo abrirla?

Copo la miró con ojos sabios.

—Esta puerta sólo se abre para aquellos que creen en la magia de verdad. Debes hacer algo especial. Cierra los ojos y piensa en el lugar más bonito que puedas imaginar. Si lo haces con el corazón, la puerta se abrirá.

Luna, emocionada, cerró los ojos e imaginó un jardín lleno de flores de colores brillantes, árboles altos con hojas que susurraban al viento, y pequeños animales que jugaban en los prados. Imaginó mariposas de colores volando por todas partes y el aroma dulce de las flores llenando el aire.

De repente, escuchó un suave clic. Al abrir los ojos, vio que la puerta estaba entreabierta.

—¡Funcionó! —gritó Luna emocionada.

Copo sonrió y la guió hacia el interior del jardín secreto.

El otro lado de la puerta era incluso más maravilloso de lo que Luna había imaginado. Las flores eran enormes y de todos los colores del arcoíris. Algunas tenían caras sonrientes y hablaban entre sí en susurros alegres. En el centro del jardín, un árbol gigante se alzaba majestuoso, con ramas que llegaban hasta el cielo. Bajo sus sombras, una pequeña hada revoloteaba entre los pétalos de las flores.

—Bienvenida, Luna —dijo el hada con una sonrisa—. Soy Azalea, el hada guardiana de este jardín. Hemos estado esperando por ti.

Luna estaba asombrada. ¡Todo era tan mágico! Azalea era pequeña, con alas brillantes que reflejaban la luz del sol, y un vestido hecho de pétalos dorados. Flotaba en el aire con una gracia increíble.

—Este lugar es increíble —dijo Luna, girando sobre sí misma para no perder ningún detalle del maravilloso jardín.

—Este es un lugar especial —respondió Azalea—. Sólo aquellos que tienen un corazón lleno de curiosidad y amor por la naturaleza pueden encontrarlo. Aquí, las flores cantan, los conejos hablan, y todo está lleno de magia.

Las flores cercanas comenzaron a cantar una melodía suave que llenó el aire con una armonía encantadora. Luna se acercó a un grupo de margaritas que se balanceaban al ritmo de la canción.

—Hola —dijo Luna—. Nunca había hablado con flores antes.

Las margaritas rieron alegremente.

—¡Y nosotras nunca habíamos hablado con una niña antes! —respondió una de ellas—. Pero aquí, todo es posible.

Luna pasó el resto del día explorando el jardín mágico. El conejo Copo le mostró un pequeño estanque donde las ranas cantaban canciones divertidas, y Azalea la llevó volando sobre los campos de flores para que pudiera ver todo el jardín desde las alturas.

Conforme el día avanzaba, Luna se dio cuenta de que el sol comenzaba a bajar en el horizonte. Aunque no quería irse, sabía que pronto tendría que regresar a casa. Azalea notó la expresión en el rostro de Luna y voló hacia ella.

—No estés triste, Luna —le dijo el hada—. Siempre que lo desees, podrás regresar a este jardín. Sólo tienes que recordar el lugar en tu corazón.

Luna sonrió. Sabía que el jardín siempre estaría allí para ella.

—Gracias por mostrarme este lugar tan maravilloso —dijo Luna.

Azalea y Copo la acompañaron de regreso a la gran puerta. Antes de cruzar, Luna se volvió para ver el jardín una última vez. Las flores, el conejo y el hada la saludaron con alegría, y la puerta se cerró suavemente tras ella.

Cuando Luna volvió a su jardín, todo le parecía más bonito. Las flores parecían más brillantes, los árboles más verdes, y el aire estaba lleno de una sensación de magia que antes no había notado.

Y así, Luna regresó a casa sabiendo que, aunque el jardín mágico estaba oculto detrás de una puerta secreta, la verdadera magia siempre estaría en su corazón, esperando a ser descubierta una vez más.

Fin.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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