Había una vez, en un mundo mágico lejano, donde cada amanecer pintaba el cielo con pinceladas de colores mágicos y cada noche las estrellas parpadeaban como luciérnagas en un baile celestial, un bosque encantado llamado el Reino de las Hadas. En este reino vivían un rey y una reina felices en su gran castillo, rodeados de criaturas mágicas y naturaleza deslumbrante.
Un día, mientras la reina caminaba por el bosque cercano, escuchó un sonido inusual que provenía de los arbustos verdes. Al acercarse, encontró una bebé humana recién nacida, abandonada y llorando. La reina, conmovida por la pequeña, decidió llevarla al castillo. Junto con el rey, decidieron cuidar a la niña como si fuera su propia hija y la llamaron Lía.
Lía creció en el reino de las hadas rodeada de amor y magia. A la edad de diez años, se había convertido en una niña valiente y curiosa, con una gran bondad en su corazón. Aunque sabía que era diferente, pues no tenía alas ni podía hacer magia como las hadas, siempre se sintió parte de su familia mágica. Sus mejores amigos eran los duendes del bosque, con quienes compartía aventuras y secretos.
Un día, mientras exploraba un rincón del bosque que nunca había visto antes, Lía encontró un viejo libro escondido entre las raíces de un árbol antiguo. El libro estaba cubierto de polvo y tenía inscripciones en un idioma que Lía no podía leer. Intrigada, llevó el libro al castillo y se lo mostró a sus padres.
El rey y la reina, al ver el libro, intercambiaron miradas de preocupación. «Este libro contiene secretos antiguos,» dijo el rey. «Habla de la conexión entre el mundo de los humanos y el nuestro.»
La reina añadió: «Es hora de que sepas la verdad, Lía. Eres una niña humana, traída a este mundo por razones que aún no comprendemos. Pero siempre te hemos amado como a nuestra propia hija.»
Lía, aunque sorprendida, sintió una determinación renovada. «Quiero saber más sobre mi pasado y cómo puedo ayudar a proteger este reino que amo,» dijo con firmeza.
Con el permiso de sus padres, Lía y sus amigos duendes emprendieron una aventura para descubrir la verdad sobre su origen y el antiguo libro. Viajaron a través de bosques oscuros, cruzaron ríos brillantes y escalaron montañas encantadas. En el camino, enfrentaron desafíos y conocieron criaturas mágicas que les ofrecieron su ayuda.
Un día, llegaron a una cueva escondida en lo profundo de una montaña. Dentro de la cueva, encontraron a un anciano sabio llamado Eldor, quien había vivido allí durante siglos. Eldor, al ver a Lía con el libro, sonrió con sabiduría y les dijo: «He estado esperando este momento. El libro que has encontrado es la clave para salvar ambos mundos.»
Eldor explicó que una antigua maldición había separado el mundo humano del mundo mágico y que Lía era la elegida para romper esa maldición. «Debes reunir tres objetos mágicos que representan la bondad, el coraje y la esperanza. Solo entonces podrás restaurar el equilibrio y salvar ambos mundos,» dijo Eldor.
Lía y sus amigos aceptaron la misión y se embarcaron en la búsqueda de los tres objetos mágicos. Primero, viajaron al Valle de los Sueños, donde encontraron el Amuleto de la Bondad, protegido por un dragón amistoso llamado Drakon. Lía, con su corazón puro, logró ganarse la confianza de Drakon y obtuvo el amuleto.
Luego, se dirigieron al Bosque de las Sombras, donde debían enfrentar sus mayores miedos para encontrar la Espada del Coraje. Lía, con la ayuda de sus amigos, superó todas las pruebas y obtuvo la espada.
Finalmente, viajaron a la Isla de la Esperanza, un lugar lleno de magia y luz. Allí, encontraron el Cristal de la Esperanza, escondido en el corazón de un árbol antiguo. Lía, con su determinación y amor por su familia, logró obtener el cristal.
Con los tres objetos mágicos en su poder, Lía y sus amigos regresaron al Reino de las Hadas. Eldor, al ver los objetos reunidos, les guió en el ritual para romper la maldición. Con la ayuda del rey y la reina, realizaron el ritual bajo la luz de la luna llena.




Las Hadas