Había una vez una niña llamada Rocío. Ella vivía en un pequeño pueblo rodeado de colinas verdes y ríos brillantes. Rocío era una niña curiosa y valiente, siempre deseosa de explorar el mundo que la rodeaba. Un día, mientras paseaba por un sendero que nunca antes había visto, descubrió algo que cambiaría su vida para siempre.
Rocío caminaba bajo el sol de la tarde, recogiendo flores y cantando suavemente, cuando notó un camino escondido entre los árboles. Las ramas parecían apartarse como si la invitaran a seguir adelante. Sin pensarlo dos veces, Rocío decidió adentrarse en el bosque. Mientras avanzaba, el aire se volvió más fresco y lleno de un perfume dulce que nunca antes había sentido.
El bosque era diferente a cualquier otro que Rocío hubiera visto. Los árboles eran altos y antiguos, con hojas que parecían brillar como si estuvieran cubiertas de polvo de hadas. A su alrededor, pequeñas luces titilaban en el aire, como si fueran diminutas estrellas que hubieran bajado del cielo para acompañarla en su paseo.
De repente, Rocío escuchó un suave murmullo. Al principio pensó que era el viento, pero pronto se dio cuenta de que no estaba sola. Allí, en medio del claro, había un grupo de animales que nunca antes había visto. Eran criaturas mágicas y fantásticas, sacadas de los cuentos de hadas que su abuela solía contarle.
El primero que vio fue un pequeño dragón, de no más de medio metro de alto, con escamas que cambiaban de color con cada paso que daba. El dragón la miró con curiosidad y luego le sonrió, mostrando una fila de dientes pequeños y brillantes. Rocío, que nunca había visto un dragón antes, se acercó lentamente, estirando la mano para tocar sus escamas. Eran suaves al tacto, y el dragón hizo un pequeño ronroneo de satisfacción.
“Hola, pequeña”, dijo el dragón con una voz suave y amistosa. “Me llamo Lumin, y soy el guardián de este bosque encantado. ¿Cómo te llamas?”
Rocío, sorprendida pero no asustada, respondió: “Me llamo Rocío. Nunca había visto un bosque tan hermoso, ni animales como ustedes. ¿Dónde estoy?”
Lumin se rió suavemente. “Estás en el Bosque Encantado, un lugar donde solo los corazones puros pueden entrar. Aquí, las criaturas mágicas vivimos en paz y armonía, cuidando de la naturaleza y de todo lo que es bueno en el mundo.”
Mientras Lumin hablaba, otros animales comenzaron a acercarse. Un ciervo apareció entre los árboles, con astas que brillaban como estrellas. Sus ojos eran grandes y amables, y cuando habló, su voz era como una melodía.
“Bienvenida, Rocío”, dijo el ciervo. “Yo soy Estrella, el guardián de los caminos del bosque. Si alguna vez te pierdes, solo tienes que seguir mis astas, y te guiaré de regreso a casa.”
Rocío sonrió, sintiéndose más cómoda con cada momento que pasaba. De repente, un destello de colores brillantes pasó volando frente a su rostro. Era una mariposa, pero no una mariposa común. Sus alas brillaban con todos los colores del arcoíris y dejaban un rastro de polvo dorado en el aire.
“Hola, hola”, dijo la mariposa, revoloteando alrededor de Rocío. “Soy Iris, la mariposa de los deseos. Si alguna vez tienes un deseo, susúrralo a mis alas, y haré todo lo posible para que se cumpla.”
Rocío no podía creer lo que estaba viviendo. Era como estar dentro de uno de los cuentos de hadas que tanto le gustaban. Se sentó en el suave césped del claro, rodeada de sus nuevos amigos, y les contó sobre su vida en el pueblo, sobre su familia, y sobre cómo siempre había soñado con encontrar un lugar mágico como este.
“Me alegra que hayas encontrado nuestro bosque”, dijo Lumin. “Pero debes saber que el Bosque Encantado es un lugar especial, y no todos pueden verlo. Solo aquellos que creen en la magia y en la bondad pueden encontrar el camino hasta aquí.”
Rocío asintió, entendiendo la importancia de lo que Lumin le decía. Sabía que debía mantener el secreto del Bosque Encantado, para proteger a las criaturas mágicas y la paz de ese lugar.
Pasaron las horas, y Rocío disfrutó de cada momento en el bosque. Estrella le mostró los rincones más escondidos, donde crecían flores que cantaban con el viento. Lumin la llevó a volar por los cielos en su espalda, mostrándole el bosque desde lo alto. E Iris revoloteaba a su alrededor, llenando el aire de colores brillantes y risas.
Pero pronto, el sol comenzó a ponerse, y Rocío supo que era hora de regresar a casa. Aunque no quería irse, Lumin le aseguró que siempre podría volver, siempre y cuando creyera en la magia y siguiera su corazón.
“Recuerda, Rocío”, dijo Lumin, mientras la acompañaba hasta el borde del bosque, “siempre serás bienvenida aquí. El Bosque Encantado es tu hogar, tanto como lo es para nosotros. Y nunca olvides, la magia está en todas partes, solo tienes que saber dónde buscar.”
Con una sonrisa y un abrazo de despedida de cada uno de sus nuevos amigos, Rocío salió del Bosque Encantado. El sendero que la había llevado hasta allí desapareció tras ella, pero Rocío sabía que, mientras creyera en la magia, siempre encontraría el camino de regreso.
Esa noche, cuando se acostó en su cama, Rocío cerró los ojos y recordó cada momento de su increíble aventura. Y justo antes de quedarse dormida, susurró un deseo al viento, esperando que Iris lo llevara en sus alas hasta las estrellas.
Fin
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.