Cuentos de Humor

Abuelita Betzabe y el Concierto en el Salón

Lectura para 11 años

Tiempo de lectura: 2 minutos

Español

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En una pequeña ciudad llena de calles coloridas y parques alegres, vivía una abuelita no como las demás. Su nombre era Betzabe y era conocida en todo el vecindario por su espíritu juvenil y su amor por la música rock. Pero no cualquier música rock, sino aquel ritmo vibrante de guitarras eléctricas y baterías estruendosas que hacían vibrar las ventanas de su casa.

Betzabe tenía dos nietos, Amanda y Alonso, quienes adoraban pasar los fines de semana en casa de su abuela. No solo porque les consentía con galletas y juegos, sino porque cada visita se convertía en una aventura musical inesperada.

Un sábado por la mañana, Amanda y Alonso llegaron a casa de su abuelita, encontrando la puerta entreabierta y la música a todo volumen. Al entrar, vieron a Betzabe en el centro del salón, con su chaqueta de cuero, gafas de sol oscuras y una guitarra eléctrica en manos, completamente sumergida en su solo de guitarra.

«¡Abuelita, estás rockeando!» gritó Alonso con entusiasmo, mientras Amanda aplaudía al ritmo de la música.

Betzabe, con una sonrisa traviesa, bajó la música y dijo, «¡Mis queridos rockeros! Hoy vamos a preparar nuestro propio concierto. ¿Están listos para ser estrellas de rock?»

Los niños, emocionados, asintieron sin dudar. La abuelita les mostró el vestuario: chaquetas de cuero, bandanas coloridas y hasta tatuajes temporales de estrellas y notas musicales. Pronto, el salón de Betzabe se transformó en un escenario improvisado, con luces de colores y un viejo micrófono que había encontrado en el ático.

Amanda eligió un teclado electrónico y Alonso se armó con una batería de juguete. Betzabe, con su guitarra en mano, les enseñó cómo seguir el ritmo y perder el miedo escénico. Entre risas y acordes desafinados, el trío comenzó a ensayar.

La tarde avanzaba, y con cada canción, los niños ganaban más confianza. Betzabe, viendo el potencial de sus pequeños músicos, decidió que era hora de añadir algo especial al espectáculo. Sacó del armario una máquina de humo y luces estroboscópicas que había guardado desde los años ochenta.

«¡Ahora sí que parecerá un verdadero concierto de rock!» exclamó mientras ajustaba las luces al ritmo de la música.

Justo cuando comenzaron con la canción más movida, la puerta del salón se abrió de golpe. Era la vecina, Doña Clara, una señora muy seria que siempre se quejaba del ruido. Los niños se detuvieron, temerosos de un regaño, pero Betzabe solo guiñó un ojo y continuó tocando.

Doña Clara, en lugar de quejarse, se quedó parada, observando la escena. La música, el entusiasmo de los niños y la energía contagiosa de Betzabe la hicieron sonreír, y para sorpresa de todos, pidió unirse. Betzabe le pasó unas maracas que tenía cerca, y Doña Clara comenzó a acompañar la música, moviéndose al ritmo.

El «Concierto en el Salón» fue un éxito rotundo. Los niños aprendieron que la música no solo es sonidos y notas, sino una forma de unir a las personas, de llenar de alegría los corazones y de romper barreras, incluso con la vecina más gruñona.

Desde ese día, la casa de Betzabe no solo fue conocida por sus conciertos improvisados, sino también por convertirse en el corazón musical del vecindario, donde todos eran bienvenidos a añadir un poco de rock a sus vidas.

Y así, Amanda, Alonso y Betzabe, junto con su ocasional banda de vecinos, siguieron compartiendo melodías y risas, demostrando que nunca es tarde para comenzar una carrera en el rock and roll, especialmente cuando se tiene una abuelita tan cool como Betzabe.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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