En un pequeño pueblo donde las montañas se tocaban con el cielo, vivían tres amigos muy especiales. Xóchitl, una niña mexicana con cabellera oscura y brillante, Akira, un chico japonés que siempre llevaba una camiseta con dibujos de dragones, y Anwar, un niño de India que siempre tenía una sonrisa en su rostro. A pesar de vivir en el mismo pueblo, tenían algo en común: todos hablaban un idioma diferente.
Xóchitl, orgullosa de su herencia mexicana, hablaba en español, con un toque de acento alegre y cálido. Akira, originario de Japón, hablaba japonés con una rapidez que a veces parecía un torrente de sonidos. Y Anwar, con su acento indio, hablaba inglés, aunque algunas veces las palabras se mezclaban con su acento peculiar.
Un día, los tres amigos decidieron encontrarse para jugar al aire libre, como lo hacían siempre. Se habían reunido en el parque, pero había un pequeño problema: ¡no podían entenderse! Xóchitl dijo:
— ¡Vamos a jugar al escondite! ¿Quién cuenta primero?
Akira la miró confundido y respondió:
— えっ? (Eh?) ¿何ですか?(¿Qué es eso?)
Anwar, también confundido, trató de intervenir.
— Eh, chicos, ¿qué pasa? Yo digo que ¡jugamos al fútbol!
Pero Xóchitl, que no entendió ni una palabra de lo que Anwar había dicho, solo sonrió y comenzó a hacer gestos con las manos.
— ¡No, no! Al escondite, Akira. Tú cuentas.
Akira miró a ambos con cara de desconcierto. Decidió sonreír y, en su intento de ser amistoso, comenzó a imitar los gestos de Xóchitl.
— ええ、分かった!(¡Sí, entendido!) — dijo, aunque no tenía idea de lo que estaba diciendo.
Anwar, ya un poco más frustrado, levantó las manos.
— ¡Chicos! ¡Yo tengo una idea! ¡Fútbol, por favor!
Pero ninguno de los dos lo entendió. Xóchitl comenzó a saltar por el parque con los brazos en alto, mientras que Akira comenzó a hacer saltos extraños, como si estuviera danzando, y Anwar se tumbó en el césped mirando al cielo, preguntándose por qué todo el mundo parecía tan confundido.
Poco a poco, los tres comenzaron a reír. Fue entonces cuando Xóchitl decidió que ya era suficiente. Tomó una hoja de papel y dibujó una pelota de fútbol. Luego, apuntó hacia la pelota y luego a Akira, haciendo el gesto de patear. Akira, al ver el dibujo, entendió que ella quería jugar al fútbol, así que asintió rápidamente.
— Ah, ¡fútbol! (Aunque no sabía cómo se jugaba exactamente, pero estaba dispuesto a intentarlo).
Luego, Xóchitl dibujó una figura de una persona escondida detrás de un árbol y apuntó hacia Anwar, quien, al ver el dibujo, de inmediato comprendió.
— ¡Ah! ¿Escondite? ¡Eso suena genial! — dijo con entusiasmo.
De pronto, los tres amigos estaban saltando de un lado a otro, cada uno tratando de entender los gestos de los demás. Aunque no compartían un idioma común, todos estaban disfrutando del momento.
Tras unos minutos de intentos y muchos gestos, empezaron a encontrar una forma de comunicarse. Se dieron cuenta de que, aunque hablaban en diferentes idiomas, podían entenderse a través de las acciones y la creatividad. Al final, decidieron jugar al fútbol y al escondite al mismo tiempo, mezclando las dos ideas en un juego loco y divertido que solo ellos tres podían entender.
Al final del día, cansados pero felices, los tres amigos se sentaron en el banco del parque y se miraron en silencio. A pesar de las diferencias de idioma, se dieron cuenta de que no era necesario hablar la misma lengua para ser amigos. A veces, lo más importante es el esfuerzo por entenderse y compartir momentos especiales juntos.
— ¡Qué día tan divertido! — dijo Xóchitl, sonriendo.
Akira asintió y dijo:
— 本当に楽しかった (Realmente fue divertido).
Anwar, con una gran sonrisa, dijo:
— ¡Sí! Aunque todavía no entiendo todo, me alegra mucho estar aquí con ustedes.
Los tres se rieron juntos y, por primera vez, supieron que la amistad no tiene barreras. Y así, el día terminó, con una lección que nunca olvidarían: la mejor manera de entenderse no siempre es a través de las palabras, sino con el corazón.
Moraleja: A veces, lo que más importa no es hablar el mismo idioma, sino esforzarse por comprender y disfrutar de los momentos que compartimos con los demás. La amistad no tiene barreras.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.