En un vecindario lleno de risas y colores, vivía un niño llamado Jedrek. Tenía la energía de un cohete y una imaginación tan grande como su amor por su madre. Su mamá era la persona más divertida del mundo. Siempre tenía una historia lista y una sonrisa en el rostro. Pero había algo que hacía que Jedrek se riera aún más: la gran panza de su mamá.
La panza de su madre sobresalía por la ventana de su casa, como si fuera un gigante que siempre estaba listo para jugar. “¡Mira, mamá! ¡Tu panza parece una nube!”, le decía Jedrek, riendo a carcajadas mientras señalaba su vientre.
“¡Oh, Jedrek! ¡Es solo mi pancita! No te burles, cariño”, respondía su mamá con una risa juguetona. Pero Jedrek no podía evitarlo. La panza de su madre era tan gelatinosa que podía rebotar y moverse de una manera divertida.
Cada mañana, después de un buen desayuno, Jedrek corría a la ventana de su habitación. “¡Buenos días, panza gigante!”, gritaba, y la panza respondía con un ligero movimiento, como si estuviera saludando. A veces, Jedrek incluso jugaba a empujarla suavemente. “¡Es como jugar con una pelota de gelatina!”, exclamaba, disfrutando de cada momento.
Sin embargo, había días en los que la panza no estaba allí. “¿Dónde está la panza, mamá?” preguntaba Jedrek con un puchero en los labios. “¿Te la llevaste de paseo?”.
Su mamá sonreía. “No, querido. A veces la pancita se esconde un poco. Necesita descansar”, decía, acariciándose el vientre. Pero Jedrek no entendía por qué la panza de su madre no siempre estaba lista para jugar.
“¡Necesitamos una fiesta de panza!” propuso Jedrek un día. “Invitemos a los vecinos y hagamos juegos con tu pancita. ¡Podríamos hacer una competencia para ver quién puede saltar más alto sobre ella!”.
Su mamá se echó a reír. “Eso suena divertido, pero creo que la fiesta debe ser sobre ayudarnos unos a otros. La panza puede ser parte de la diversión, pero lo importante es estar juntos”.
Así que decidieron planear una fiesta de vecinos en su jardín, donde cada uno traería algo especial. Jedrek estaba emocionado. “¡Puedo hacer carteles! ¡Y también invitar a todos los amigos!”, dijo, mientras correteaba por la casa.
La noche antes de la fiesta, Jedrek estaba lleno de energía. “¿Mamá, puedo hacer un gran cartel que diga ‘La gran fiesta de la panza’?” preguntó mientras dibujaba en una hoja de papel. Su mamá sonrió, ayudándole a escribir las letras grandes y coloridas.
Finalmente, llegó el día de la fiesta. El sol brillaba en el cielo, y el jardín se llenó de risas y música. Los vecinos llegaron con platos de comida, juegos y muchas ganas de divertirse. “¡Hola, Jedrek! ¡Me encanta tu cartel!”, dijo la señora González, mientras colocaba una deliciosa tarta en la mesa.
“Gracias, señora González. ¡Prepárese para la fiesta de la panza!”, exclamó Jedrek, saltando de emoción.
Mientras los adultos conversaban, Jedrek y los otros niños comenzaron a jugar. Establecieron una carrera de sacos, un juego de lanzamiento de globos y hasta una competencia de bailes. Pero lo más divertido era cuando los niños se acercaban a la panza de su madre.
“¡Mira, su panza puede rebotar!”, decía uno de los niños mientras Jedrek la empujaba suavemente. “¡Es como una pelota de playa gigante!”.
La mamá de Jedrek, con su risa contagiosa, se unió al juego. “¡Vamos, niños! ¡Vamos a ver quién puede hacer la mejor danza de la panza!”, anunció. Los niños empezaron a bailar y a moverse de formas graciosas, haciendo que la panza de su mamá se moviera de un lado a otro.
“¡Esto es increíble! ¡Nunca había hecho una fiesta de pancita!”, gritó Jedrek, mientras trataba de imitar los movimientos de su madre. La alegría en el aire era palpable, y la risa resonaba en todo el vecindario.
Pero, de repente, un niño llamado Lucas, que había llegado un poco tarde, se asomó por la puerta. Al ver el espectáculo, sus ojos se abrieron como platos. “¿Qué está pasando aquí?”, preguntó, confundido.
“¡Es la gran fiesta de la panza de Jedrek y su mamá!” respondió uno de los niños. “¡Ven a jugar!”.
Lucas, que nunca había visto algo así, se acercó. “¿Puedo tocarla?”, preguntó con timidez.
“¡Claro! ¡Es muy divertida!” respondió Jedrek, mientras todos los niños se reían y animaban a Lucas a unirse. Lucas se acercó y tocó la panza de su madre. Cuando lo hizo, la panza rebotó de manera cómica, y todos estallaron en carcajadas.
“¡Es como un trampolín gigante!”, gritó Lucas, riendo mientras saltaba en el aire.
A medida que avanzaba la fiesta, los juegos y las risas continuaron. Los niños competían para ver quién podía hacer la mejor cara mientras tocaban la panza, y todos parecían disfrutar de la alegría que irradiaba la mamá de Jedrek.
Sin embargo, llegó un momento en el que la mamá de Jedrek se sintió un poco cansada. “Chicos, ha sido un día muy divertido, pero creo que necesito descansar un poco. Mi pancita necesita un descanso”, dijo con una sonrisa.
“¡No te preocupes, mamá! ¡Podemos seguir jugando!”, respondió Jedrek, mientras miraba a los otros niños. “Vamos a hacer una competencia de baile en honor a la panza”.
Así que todos se unieron para hacer una gran competencia de baile, donde cada uno mostró sus movimientos más graciosos. La mamá de Jedrek, desde su silla, no pudo evitar reírse de las ocurrencias de los niños, mientras su pancita se movía suavemente.
Al final de la fiesta, todos se sintieron felices y agradecidos. Los vecinos comenzaron a irse, y Jedrek miró a su madre, sintiéndose orgulloso de haber organizado un evento tan divertido. “¿Te gustó, mamá?”, preguntó con una sonrisa.
“Me encantó, Jedrek. La fiesta fue maravillosa. Gracias por hacerla tan especial”, respondió ella, acariciándole la cabeza. “Tu energía y alegría siempre hacen que cada día sea mejor”.
“¡Y la panza fue la mejor parte!”, dijo Jedrek, riendo. “Espero que podamos hacer otra fiesta pronto. ¡Tal vez la próxima vez podamos invitar a los abuelos!”.
“Eso suena genial, cariño. Siempre hay espacio para más risas y alegría”, dijo su mamá, mientras lo abrazaba.
A partir de aquel día, la panza de mamá se convirtió en una parte especial de sus vidas. Jedrek aprendió que, aunque su mamá a veces no disfrutaba de los juegos con su pancita, siempre estaba dispuesta a compartir momentos llenos de risa y amor. Y así, cada vez que la panza de su madre sobresalía por la ventana, Jedrek sonreía, sabiendo que cada día era una nueva oportunidad para hacer reír a su madre y crear recuerdos divertidos juntos.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.