Había una vez, en un bosque verde y frondoso, tres cerditos muy peculiares conocidos como Cerdito Mayor, Cerdito del Medio y Cerdito Menor. Los tres hermanos eran muy distintos entre sí, tanto en apariencia como en personalidad. Cerdito Mayor era un poco gruñón y siempre le gustaba llevar la delantera en todo. Cerdito del Medio, por otro lado, era un soñador, amante de la música, y siempre estaba cantando melodías alegres. Cerdito Menor era el más pequeño y travieso de los tres; siempre encontraba la manera de meterse en problemas divertidos.
Un día, mientras jugaban en el prado, decidieron construir sus casas. Cerdito Mayor, siendo el más grande, decidió hacer su casa de ladrillos, convencido de que sería la más fuerte de todas. Cerdito del Medio optó por una casa de madera, creyendo que sería acogedora y bonita. Cerdito Menor, al ver que sus hermanos se esforzaban, pensó que una casa de paja sería lo más divertido, así que se puso a recolectar paja y empezó a construir su hogar.
Los tres cerditos trabajaron duro y, al caer la tarde, cada uno había terminado su casa. Al día siguiente, mientras disfrutaban de un pícnic cerca de su prado, apareció un lobo muy astuto y hambriento. El lobo estaba decidido a asustar y comerse a uno de los cerditos, pero era más conocido por sus trucos que por su fuerza. Decidido a por lo menos asustar a los cerditos, se acercó a la casa de paja de Cerdito Menor.
«¡Cerdito Menor, sal de ahí, que vengo a comerte!», gritó el lobo, haciendo eco en el bosque.
Cerdito Menor, asustado pero juguetón, le respondió: «¡No saldré, lobo grosero! ¡Dame una razón para abrirte!». El lobo, muy enfadado, decidió soplar. Hizo un gran esfuerzo y, ¡puf!, la casa de paja voló. Cerdito Menor salió corriendo hacia la casa de madera de su hermano del medio.
El lobo, emocionado por su primer triunfo, se dirigió a la casa de Cerdito del Medio. «¡Cerdito del Medio, sal de ahí, que vengo a comerte!», rugió el lobo.
Cerdito del Medio, que era un pequeño artista, pensó que sería divertido, así que le respondió cantando: «¡No abriré mi puerta, lobo burlón, porque en mi casa hay una gran canción!». El lobo, enojado, protestó y sopló con todas sus fuerzas. La casa de madera crujió un poco, pero se mantuvo en pie. Entonces, el lobo decidió que tenía que emplear más fuerza, así que sopló de nuevo. ¡Puf! La casa de madera se derrumbó y Cerdito del Medio corrió rápidamente hacia la casa de ladrillos de su hermano mayor.
Cerdito Mayor estaba bastante tranquilo, y se burló de sus hermanos: «Si hubieran hecho casas de ladrillos, no estarían en este problema». Pero apenas terminó de hablar, el lobo llegó hasta él. «¿Qué tal, Cerdito Mayor? ¡Sal de tu casa, que vengo a comerte!», gritó el lobo con más violencia. Cerdito Mayor no se asustó y, en cambio, le dijo: «¡Ven, lobo! ¡Te espero, que mi casa es mucho más fuerte!».
El lobo, muy decidido, dio un fuerte soplido. La casa de ladrillos tembló, pero para su sorpresa, no se cayó. El lobo, frustrado, decidió que tendría que intentar más. Resopló una vez más, esta vez con tanta fuerza que pareció que el mundo entero temblaba. Sin embargo, la casa seguía en pie. El lobo, desesperado, decidió que debía cambiar de táctica.
En ese momento, un cuarto personaje apareció en escena. Era una astuta y sabia tortuga llamada Doña Tortuga. Al ver la escena, decidió acercarse a los cerditos. «¿Qué les ocurre, pequeños?», preguntó Doña Tortuga con su voz suave.
Cerdito Mayor, todavía pletórico de orgullo, le contó: «Este lobo intenta comernos, pero no puede derribar mi casa de ladrillos». Doña Tortuga sonrió, y con su sabiduría provocadora, le dijo al lobo: «¿Por qué no pruebas a ser amable en lugar de atroz? Quizás encuentres el cariño de estos cerditos y dejes de tener hambre».
El lobo, viendo la oportunidad, se detuvo un momento y reflexionó. ¿Ser amable? Nunca había pensado en eso. Intentó preguntar: «Si les prometo que no les haré daño, ¿podría ser su amigo?». Cerdito Mayor, Cerdito del Medio y Cerdito Menor se miraron entre sí, sorprendidos. Nunca habían pensado que el lobo quería unirse a ellos de esa manera.
Cerdito Menor respondió primero: «Si de verdad quieres ser nuestro amigo, tendrás que demostrarlo. ¡Vamos a jugar juntos!». El lobo, intrigado y lleno de curiosidad, aceptó el reto. Y así, en un giro inesperado, los cuatro comenzaron a jugar en el prado. El lobo aprendió lo que significaba tener amigos y cómo compartir risas.
Con el tiempo, el lobo dejó de ser un temido intruso y se convirtió en el amigo más divertido de los cerditos. Jugaron juntos a las escondidas, cantaron y hasta organizaban pícnics donde el lobo traía grandes bocados de frutas deliciosas.
Sin embargo, un día, el lobo se sintió cansado y pensó en regresar a su antigua manera de actuar. Recordando viejos tiempos, decidió intentar asustar a los cerditos de nuevo. Se acercó a la casa de ladrillos y exclamó: «¡Salgan de ahí, cerditos, que hoy vengo a comerlos!». Pero esta vez, el resultado fue muy diferente.
Los cerditos, en lugar de asustarse, comenzaron a reírse. «¿Acaso olvidaste lo que hemos construido juntos?», le dijeron. El lobo, aturdido y confundido, se dio cuenta de lo que había perdido si volvía a comportarse de esa manera.
Después de una larga discusión, que incluyó risas y bromas, el lobo terminó entendiendo que su transformación debía ser permanente. Prometió ser amable y seguir siendo el amigo de los cerditos, y juntos vivieron felices en aquel bosque.
Y así, los cerditos y el lobo aprendieron que la bondad puede cambiar vidas, y que la verdadera amistad supera incluso a los miedos más grandes. Desde aquel día, el lobo se convirtió en el guardián de los cerditos, siempre listo para protegerlos de cualquier peligro, incluso si eran sus propios pensamientos oscuros. En el hermoso bosque verde, la armonía reinó para siempre, y juntos vivieron aventuras inolvidables, enseguida llenas de risas, juegos y, sobre todo, amistad.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.