En una ciudad no muy lejana, vivían cuatro amigas inseparables: Heidi, Bianca, Angélica y Abigail. A pesar de que las cuatro tenían personalidades muy diferentes, siempre estaban juntas, compartiendo aventuras, risas y, a veces, ¡grandes discusiones! La particularidad de su amistad era que siempre se ponían a hablar de temas que, en ocasiones, ni ellas mismas entendían bien. Pero eso nunca les detenía.
Una tarde soleada, mientras paseaban por el parque después de la escuela, Bianca lanzó una pregunta que lo cambiaría todo: «Chicas, ¿alguna vez se han preguntado qué es la ética?» Todas la miraron en silencio, hasta que Abigail rompió la tensión con una carcajada.
«Heidi, Bianca ha descubierto una palabra nueva. ¿Qué opinas?», dijo Abigail, tratando de no reírse más.
Heidi, la más estudiosa del grupo, levantó la mano como si estuviera en clase. «La ética es algo muy importante. Son las normas que guían lo que es correcto o incorrecto. ¡Es como cuando decides si le das el último pedazo de pizza a alguien o te lo quedas!»
Bianca asintió emocionada. «¡Exacto! Pero creo que hay algo más. ¿No hay una diferencia entre ética y moral?»
Angélica, que siempre trataba de parecer la más madura, se cruzó de brazos y dijo: «Pues claro que hay una diferencia. La ética es más general, como las reglas del juego. La moral es lo que tú piensas que es correcto según tu educación. ¡Es como si la ética dijera que debes devolver el cambio cuando pagas algo, pero tu moral puede decirte que, si es solo una monedita, tal vez no pasa nada!»
Abigail, que no aguantaba estar seria por mucho tiempo, empezó a reír. «¡Ah, claro! Entonces, ¿según mi moral puedo comerme toda la pizza si nadie está mirando? ¡Me gusta esa idea!»
Las otras tres la miraron con desaprobación, aunque todas sabían que Abigail solo bromeaba. Sin embargo, algo despertó la curiosidad de las cuatro.
«Creo que deberíamos hacer un experimento», dijo Bianca de repente, con los ojos brillando de emoción.
«¿Un experimento?», preguntó Heidi, interesada.
«¡Sí! Vamos a poner a prueba la ética, la moral y, ya que estamos, algo que escuché en una clase: la bioética. Así, descubriremos si realmente somos tan buenas personas como pensamos. ¡Será divertido!»
Las otras tres amigas dudaron por un momento, pero la idea de un «experimento ético» sonaba lo suficientemente loca y divertida como para intentarlo.
Al día siguiente, las cuatro amigas se reunieron en la casa de Angélica para empezar su «experimento ético». El plan era simple: cada una propondría una situación complicada, y las demás tendrían que decir lo que harían basándose en la ética, la moral o la bioética, según el caso.
«Yo empiezo», dijo Heidi, que ya tenía una situación preparada. «Imagina que estamos en un supermercado y vemos que un niño pequeño está a punto de agarrar un paquete de galletas sin que nadie lo vea. ¿Qué haríamos?»
Bianca, que era la más rápida para responder, levantó la mano como si fuera la líder del grupo. «¡Pues le diríamos al niño que no lo haga! Éticamente, está mal tomar cosas sin pagar.»
Angélica asintió, pero agregó: «Sí, pero tal vez el niño tiene mucha hambre. Moralmente, podrías pensar que es más importante que coma algo. ¡Yo le daría una galleta!»
Abigail, siempre buscando la manera más divertida de resolver las cosas, sonrió con picardía. «Yo iría a buscar al dueño del supermercado y le diría que invierta en más seguridad. Así no habría problemas. ¡La ética del negocio también importa!»
Las cuatro se rieron ante la ocurrencia de Abigail, pero sabían que el tema era serio. Bianca se dio cuenta de que había mucho más por explorar en estos temas.
«Ok, sigamos», dijo Bianca con emoción. «Ahora pongamos algo más complicado. Imaginen que somos médicos. Tenemos un solo medicamento para salvar a una persona, pero hay dos pacientes que lo necesitan. Uno es un niño pequeño y el otro es una anciana que ha vivido una vida larga. ¿A quién le damos el medicamento?»
Heidi, siempre reflexiva, suspiró. «Eso es un dilema bioético. En la bioética, pensamos en cómo cuidar de las personas y el impacto que nuestras decisiones tienen en la vida. No sé qué haría… ¡Es difícil!»
Angélica frunció el ceño. «Yo se lo daría al niño, porque tiene toda la vida por delante.»
Abigail, esta vez con una actitud más seria, pensó un momento. «Pero la vida de la anciana también es importante. Tal vez deberíamos darle el medicamento a quien tenga más posibilidades de sobrevivir.»
El silencio reinó por unos segundos. Este experimento estaba volviéndose más complicado de lo que habían imaginado.
«¡Tengo otra situación!», dijo Angélica, rompiendo el silencio. «Imagina que somos exploradoras y encontramos un lugar donde hay miles de animales en peligro de extinción. Pero, para ayudarlos, tendríamos que cortar algunos árboles. ¿Qué hacemos? ¿Salvamos a los animales o a los árboles?»
Bianca se rascó la cabeza. «La ética nos dice que debemos cuidar del medio ambiente, pero también de los animales. No podemos hacer ambas cosas sin sacrificar algo.»
Heidi, que había leído mucho sobre el tema, intervino. «¡Eso es lo que se llama un conflicto de bioética! Es cuando tienes que tomar decisiones difíciles para salvar vidas, pero también tienes que pensar en el bienestar del planeta. ¡Es complicadísimo!»
Abigail, que ya parecía un poco cansada de tanto pensar en dilemas, se tumbó en el sofá y dijo: «Yo diría que llamemos a alguien que sepa más de estas cosas. ¿No tienen números para eso?»
Después de varios días de su «experimento ético», las cuatro amigas llegaron a una conclusión: la ética, la moral y la bioética eran mucho más complicadas de lo que parecían, pero también eran muy importantes para la vida diaria. Aprendieron que no siempre hay una respuesta correcta, y que a veces las decisiones más difíciles requieren mucha reflexión.
Unos días después, mientras paseaban por el parque, Bianca miró a sus amigas y dijo: «Creo que lo más importante que aprendimos es que debemos pensar antes de actuar. Cada situación es diferente, y lo que puede ser correcto en un momento, tal vez no lo sea en otro.»
Heidi asintió. «¡Exacto! Y además, está bien preguntar a otros o buscar más información cuando no sabemos qué hacer. Eso también es parte de la ética.»
Angélica, siempre buscando algo positivo, sonrió. «Lo importante es que sigamos aprendiendo y haciendo lo mejor que podamos.»
Y, como siempre, Abigail concluyó la conversación con una sonrisa y una carcajada. «¡Bueno, al menos ahora sé que no debo comerme toda la pizza solo porque nadie está mirando!»
Las cuatro amigas rieron juntas, sabiendo que, aunque tal vez no tenían todas las respuestas, estaban en el camino correcto para ser personas responsables, justas y éticas. Y, sobre todo, ¡seguían siendo las mejores amigas del mundo!
Conclusión:
Así fue como Heidi, Bianca, Angélica y Abigail descubrieron la importancia de la ética, la moral y la bioética. Aprendieron que no siempre es fácil tomar decisiones correctas, pero lo más importante es pensar bien antes de actuar, reflexionar sobre el impacto de nuestras acciones y estar dispuestas a aprender siempre algo nuevo. Y, por supuesto, hacerlo con humor, porque hasta en los dilemas más complicados, una sonrisa puede hacer que todo sea un poco más fácil.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.