Cuentos para Dormir

Mateo y su Gran Aventura Nocturna en el Real Madrid

Lectura para 6 años

Tiempo de lectura: 5 minutos

Español

Puntuación:

0
(0)
 

Compartir en WhatsApp Compartir en Telegram Compartir en Facebook Compartir en Twitter Compartir por correo electrónico
0
(0)

Había una vez un niño llamado Mateo. Mateo tenía 5 años, y era un niño muy especial. Tenía el pelo rizado y rubio como los rayos del sol, y sus ojos azules eran tan brillantes como el cielo en un día despejado. Mateo vivía con su familia, y todos compartían una pasión que los unía: el fútbol.

Su papá, Carlos, tenía 37 años. Era un hombre de pelo castaño y ojos azules, igual que Mateo. Carlos también amaba el fútbol, y juntos seguían cada partido del Real Madrid con devoción. Su jugador favorito era Vinicius, y cada vez que él hacía una jugada espectacular, tanto Mateo como su papá saltaban de emoción.

Mateo también tenía un hermanito llamado Hugo. Hugo tenía solo 29 meses, pero ya mostraba un amor increíble por el fútbol. Tenía el pelo liso y rubio, y sus ojos azules eran tan curiosos y llenos de vida. Aunque era muy pequeño, Hugo prefería jugar con una pelota de fútbol más que con cualquier otro juguete en la habitación. Era algo que su mamá, Susana, no lograba entender del todo. Susana tenía 49 años, el pelo liso y rubio, y los mismos ojos azules brillantes que el resto de su familia. Siempre se preguntaba por qué tenían tantos juguetes si sus hijos solo querían jugar con la pelota.

Un día, mientras se preparaban para ver un partido importante del Real Madrid, Mateo y su familia se acomodaron en la sala. La televisión estaba encendida, y todos esperaban ansiosos el inicio del juego. Susana había preparado unas deliciosas palomitas de maíz, y el ambiente estaba lleno de expectación.

—¡Va a empezar el partido! —exclamó Mateo, con los ojos muy abiertos de emoción.

Carlos se acomodó en su sillón favorito, con Hugo en su regazo, sosteniendo una pequeña pelota de fútbol. Susana, por su parte, sonreía mientras veía a sus tres chicos tan entusiasmados. Aunque no entendía del todo el amor por el fútbol, disfrutaba viendo a su familia tan feliz.

El partido comenzó y todos en la sala quedaron embobados frente a la televisión. Cada jugada, cada pase y cada tiro a la portería eran seguidos con atención. Mateo y Hugo no podían quedarse quietos; imitaban las jugadas y corrían por la sala con una pequeña pelota, tratando de marcar gol en cualquier rincón de la casa.

—¡Goooool! —gritaban cada vez que lograban meter la pelota en alguna improvisada portería.

Carlos reía y animaba a sus hijos, disfrutando de esos momentos tan especiales en familia. Pero no todo se trataba de ver partidos. Cada noche, antes de dormir, Mateo tenía una rutina muy especial. Su papá le contaba historias de fútbol, historias llenas de aventuras y sueños por cumplir. Una de esas noches, mientras Mateo se preparaba para dormir, Carlos comenzó a contarle una historia que cambiaría su forma de ver el fútbol para siempre.

—Mateo, hoy te voy a contar la historia de un niño muy especial, un niño que amaba el fútbol tanto como tú —dijo Carlos, acomodándose junto a Mateo en su cama.

—¿Cómo se llamaba? —preguntó Mateo, curioso.

—Se llamaba Leo, y tenía un gran sueño. Quería convertirse en el mejor jugador de fútbol del mundo. Pero no era fácil. Leo tenía que entrenar mucho y nunca darse por vencido, sin importar lo difícil que parecieran las cosas.

Mateo escuchaba atentamente, imaginando a Leo corriendo por un campo de fútbol, haciendo jugadas espectaculares y marcando goles increíbles. La historia continuaba, y cada noche, Carlos añadía un capítulo más a las aventuras de Leo. Mateo soñaba con esas historias, y cada mañana se despertaba con más ganas de jugar al fútbol y mejorar sus habilidades.

Una noche, después de escuchar otro emocionante capítulo de la historia de Leo, Mateo decidió que él también quería vivir una gran aventura. Se acostó a dormir, pero esta vez, sus sueños lo llevaron a un lugar muy especial. Mateo se encontró en un enorme estadio de fútbol, rodeado de miles de aficionados que coreaban su nombre.

—¡Mateo! ¡Mateo! —gritaban todos, mientras él corría hacia el campo con su balón bajo el brazo.

Mateo miró a su alrededor y vio que estaba vestido con el uniforme del Real Madrid. Su corazón latía con fuerza, y sentía una emoción indescriptible. En el campo, sus compañeros de equipo lo esperaban, listos para jugar el partido más importante de sus vidas. Y ahí, entre ellos, estaba Vinicius, su ídolo.

—Vamos, Mateo, este es nuestro momento —dijo Vinicius, dándole una palmada en la espalda.

Mateo asintió, decidido a dar lo mejor de sí. El partido comenzó, y Mateo se movía con agilidad, haciendo pases precisos y corriendo sin detenerse. Cada vez que tocaba el balón, el estadio entero estallaba en aplausos. Mateo sentía que todo era posible, que sus sueños podían hacerse realidad.

El tiempo pasaba rápido, y el marcador estaba empatado. Faltaban solo unos segundos para que terminara el partido, y Mateo tenía el balón en sus pies. Corrió hacia la portería contraria, esquivando a los defensores, y con un último esfuerzo, lanzó un potente disparo.

El balón voló por el aire, y el estadio quedó en silencio por un instante que pareció eterno. Finalmente, el balón entró en la portería, y el estadio explotó en una ovación ensordecedora. Mateo había marcado el gol de la victoria. Sus compañeros lo levantaron en hombros, y él se sintió en la cima del mundo.

De repente, Mateo escuchó una voz suave que lo llamaba.

—Mateo, despierta, es hora de ir al colegio —era la voz de su mamá, Susana.

Mateo abrió los ojos y se dio cuenta de que todo había sido un sueño. Pero un sueño tan real que sentía que podía tocarlo. Se levantó de la cama, todavía emocionado, y se preparó para el día. Mientras desayunaba, contó su sueño a su papá, a su mamá y a su hermanito Hugo.

—Papá, algún día quiero jugar en el Real Madrid y marcar el gol de la victoria, como en mi sueño —dijo Mateo con determinación.

Carlos sonrió y le dio un abrazo.

—Estoy seguro de que lo lograrás, hijo. Solo necesitas creer en ti mismo y nunca dejar de soñar.

Mateo asintió, decidido a trabajar duro y seguir su pasión. Cada día, después de la escuela, practicaba con su papá y su hermanito en el parque. Hugo, aunque pequeño, siempre estaba ahí, tratando de imitar a su hermano mayor.

Susana, por su parte, comenzó a comprender un poco más la pasión de sus hijos y su esposo. Aunque seguía sin entender por qué necesitaban tantos juguetes si solo jugaban con el balón, disfrutaba viendo a su familia unida y feliz.

Los días pasaron, y Mateo seguía mejorando en el fútbol. Sus habilidades crecían, y cada vez se sentía más seguro de sí mismo. Sus sueños nocturnos continuaban, llevándolo a campos de fútbol llenos de aficionados y momentos emocionantes.

Una noche, Mateo soñó que estaba en una gran final de la Liga de Campeones. El estadio estaba lleno, y la tensión en el aire era palpable. Mateo y su equipo del Real Madrid se enfrentaban a un rival muy fuerte. El partido estaba empatado, y faltaban solo unos minutos para el final.

Mateo corrió por el campo, buscando una oportunidad. Finalmente, recibió un pase perfecto de Vinicius. Con determinación, dribló a dos defensores y, con un potente disparo, envió el balón directo a la esquina de la portería. ¡Gooool! El estadio estalló en aplausos y gritos de alegría. Mateo había marcado el gol de la victoria y su equipo había ganado la copa.

Al despertar, Mateo sintió una energía renovada. Estaba más decidido que nunca a seguir sus sueños y convertirse en un gran jugador de fútbol. Sabía que el camino sería largo y lleno de desafíos, pero también sabía que con esfuerzo y dedicación, todo era posible.

Así, Mateo continuó practicando cada día, acompañado de su papá y su hermanito. Susana, aunque seguía sin entender completamente la obsesión por el fútbol, apoyaba a su familia con amor y sonrisas.

Con el tiempo, Mateo creció y se convirtió en un talentoso jugador de fútbol. Sus sueños de niño se hicieron realidad, y cada vez que entraba al campo, recordaba las historias que su papá le contaba antes de dormir y los sueños que lo habían inspirado a nunca rendirse.

Y así, Mateo vivió feliz, siempre persiguiendo sus sueños y recordando que todo comenzó con una pelota de fútbol y el amor de su familia.

Colorín colorado, este cuento se ha acabado.

image_pdfDescargar Cuentoimage_printImprimir Cuento

¿Te ha gustado?

¡Haz clic para puntuarlo!

Comparte tu historia personalizada con tu familia o amigos

Compartir en WhatsApp Compartir en Telegram Compartir en Facebook Compartir en Twitter Compartir por correo electrónico

Cuentos cortos que te pueden gustar

autor crea cuentos e1697060767625
logo creacuento negro

Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

Deja un comentario