Cuentos de Animales

La Comunión de Naiara y la Aventura de Kili

Lectura para 10 años

Tiempo de lectura: 2 minutos

Español

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En un pequeño y colorido pueblo, donde las casas parecían sacadas de un libro de cuentos, vivía una niña llamada Naiara. Su casa estaba siempre llena de risas y el suave ronroneo de Kili, su querido gato gris que llevaba un pequeño lazo al cuello como distintivo de su elegante personalidad.

El día más esperado por Naiara había llegado: su comunión. La casa estaba adornada con guirnaldas y globos de mil colores, y el jardín se había transformado en un escenario de ensueño donde se celebraría la gran fiesta.

Naiara despertó esa mañana con el cabello brillante y los ojos llenos de emoción. Se vistió con su vestido de comunión, que parecía tejido con hilos de luna y adornado con pequeñas perlas que brillaban al sol. Mientras se preparaba, Kili la observaba desde su cesto, con la curiosidad pintada en sus grandes ojos verdes.

—Hoy es un día especial, Kili —le dijo Naiara, acercándose para acariciar su suave pelaje—. Quisiera que pudieras venir conmigo a la iglesia.

Kili, entendiendo a su manera, maulló suavemente y se frotó contra sus piernas. Sabía que hoy era un día importante y quería ser parte de cada momento.

La ceremonia en la iglesia fue hermosa. Naiara se sintió como una princesa de cuento de hadas mientras todos la miraban con cariño y admiración. Sin embargo, a través de toda la ceremonia, su pensamiento a veces volaba hacia su casita, preguntándose qué estaría haciendo Kili.

Al volver a casa, la verdadera aventura comenzó. Los amigos de Naiara, junto con la payasa Nicolasa, una mujer alegre y colorida que hacía maravillas con globos y trucos, llenaban el jardín de risas y juegos. Kili, que había sido dejado dentro para no escaparse, miraba por la ventana, su cola agitándose de impaciencia.

Con la astucia que sólo un gato posee, Kili encontró la manera de deslizarse por una ventana entreabierta y en un abrir y cerrar de ojos, se encontró en medio de la celebración. Su llegada fue un evento sorpresa para todos, especialmente para Naiara, que rió con alegría al ver a su amigo peludo corriendo entre los niños.

Nicolasa, con una sonrisa en el rostro, sacó de su sombrero un pequeño pañuelo de colores y lo ató alrededor del cuello de Kili, proclamándolo el «gato mágico» de la fiesta. Kili, ahora el centro de atención y disfrutando cada segundo, se movía ágilmente entre los niños, participando en juegos y esquivando alegremente los globos.

La tarde se llenó de magia, risas y juegos. Naiara se sentía feliz y agradecida por tener a sus amigos y a Kili a su lado en un día tan especial. Cuando el sol comenzó a ponerse, y los últimos rayos dorados iluminaban el jardín, todos se reunieron para la foto final, con Kili en el centro, luciendo su pañuelo como una medalla de honor.

Al final del día, cuando los invitados se habían ido y el silencio calmado de la noche comenzaba a cubrir el pueblo, Naiara y Kili se sentaron juntos en el porche, mirando las estrellas. Con un suave ronroneo, Kili se acurrucó en su regazo, y Naiara susurró:

—Gracias por hacer mi día aún más especial, Kili.

Y así, entre las sombras suaves de la noche y los susurros de un mundo que se adormece, Naiara y Kili compartieron un momento perfecto, sellando un día inolvidable en sus corazones.

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