Había una vez, en un reino lejano, una pequeña princesa llamada Anita. Anita tenía seis años y un cabello largo y dorado que brillaba bajo el sol. Su madre, la reina Valeria, era una guerrera valiente que luchaba contra dragones y brujas para proteger su reino. Debido a estas batallas, Anita tuvo que ir a vivir con su hada madrina mientras su madre luchaba.
El hada madrina de Anita era una mujer bondadosa y cariñosa que vivía en un hermoso castillo rodeado de jardines llenos de flores y mariposas. En este nuevo hogar, Anita conoció a muchos amigos maravillosos. Fran era un niño amable que siempre tenía una sonrisa para todos. Abel era muy juguetón y le encantaba inventar juegos nuevos. María José era una niña dulce que siempre estaba dispuesta a ayudar, y Alejandro era un niño valiente que soñaba con ser un gran caballero algún día.
Anita se adaptó rápidamente a su nueva vida y cada día estaba lleno de aventuras. Junto a sus amigos, exploraba los mágicos jardines del castillo, donde descubrían criaturas fantásticas y secretos ocultos. Un día, mientras paseaban por el jardín, encontraron una puerta escondida detrás de una cascada. «¿Qué habrá detrás de esa puerta?», preguntó Anita con curiosidad.
«Solo hay una forma de saberlo», dijo Alejandro con determinación. Todos estuvieron de acuerdo y juntos empujaron la puerta, que se abrió con un chirrido. Detrás de la puerta encontraron un sendero que los llevó a un bosque encantado. Los árboles eran enormes y sus hojas brillaban con luces de colores.
Mientras caminaban por el bosque, oyeron un suave canto. Siguiendo el sonido, llegaron a un claro donde vieron a un grupo de hadas cantando y bailando. Las hadas les dieron la bienvenida y les ofrecieron una fiesta con dulces y juegos. Anita y sus amigos se divirtieron mucho, bailando y riendo junto a las hadas.
Las hadas también les enseñaron trucos mágicos. María José aprendió a hacer que las flores crecieran con solo tocar el suelo. Abel aprendió a saltar muy alto, casi como si volara. Fran descubrió que podía hablar con los animales del bosque, y Alejandro recibió una pequeña espada mágica que brillaba en la oscuridad. Anita, por su parte, descubrió que podía hacer aparecer arcoíris con solo pensar en ellos.
Un día, mientras jugaban cerca del lago del bosque, vieron un barco pequeño flotando en el agua. «¿Vamos a dar un paseo?», sugirió Abel, emocionado. Todos subieron al barco y comenzaron a remar. El barco los llevó a una isla en medio del lago. En la isla, encontraron un cofre del tesoro enterrado. Dentro del cofre había joyas, monedas de oro y una corona. «¡Es una corona de princesa!», exclamó María José, colocando la corona en la cabeza de Anita.
«Ahora eres la reina de la isla», dijo Fran con una reverencia. Todos rieron y pasaron el día explorando la isla, recogiendo conchas y construyendo castillos de arena.
Cada día en el castillo del hada madrina era una nueva aventura. Aprendieron a montar unicornios, volaron en alfombras mágicas y ayudaron a las criaturas del bosque en problemas. Anita se sentía muy feliz con sus nuevos amigos y las maravillosas aventuras que vivían juntos.
Sin embargo, Anita siempre pensaba en su madre y esperaba con ansias el día en que pudieran estar juntas de nuevo. Una noche, mientras miraba las estrellas desde la ventana de su habitación, su hada madrina se le acercó. «Tu madre es muy valiente y pronto regresará», le dijo con una voz suave. «Y cuando lo haga, tendrás muchas historias para contarle.»
El día finalmente llegó. Después de muchas batallas, la reina Valeria regresó al castillo del hada madrina. Anita corrió a los brazos de su madre, feliz de volver a estar juntas. «¡Mamá, te he extrañado tanto!», dijo Anita con lágrimas de alegría.
«Yo también te he extrañado, mi pequeña princesa», respondió la reina Valeria, abrazándola fuerte. Anita le contó a su madre todas las aventuras que había vivido con sus amigos. La reina Valeria escuchó atentamente y sonrió, orgullosa de su valiente y aventurera hija.
Anita le presentó a su madre a sus amigos. Fran, Abel, María José y Alejandro se inclinaron respetuosamente ante la reina, quienes los agradeció por haber cuidado tan bien de Anita. «Siempre seremos amigos», dijo Anita con una gran sonrisa.
La reina Valeria decidió que todos regresarían al palacio real, pero no sin antes invitar al hada madrina y a los nuevos amigos de Anita a vivir con ellos. «Quiero que todos estén juntos, como una gran familia», dijo la reina. Todos estuvieron de acuerdo y se prepararon para partir hacia el palacio.
En el camino de regreso, Anita y sus amigos siguieron teniendo aventuras. Cruzaron puentes colgantes, exploraron cuevas llenas de cristales brillantes y ayudaron a animales en apuros. Cada experiencia fortalecía su amistad y los unía más.
Finalmente, llegaron al palacio real. Era aún más grande y hermoso de lo que Anita recordaba. Los jardines estaban llenos de flores de todos los colores y fuentes que cantaban al caer el agua. La reina Valeria organizó una gran fiesta para celebrar su regreso y presentar a sus nuevos amigos. Hubo música, bailes y deliciosos banquetes.
Durante la fiesta, Anita se acercó a su madre y le susurró: «Gracias, mamá, por traer a mis amigos aquí. Estoy muy feliz». La reina Valeria la abrazó y le respondió: «Tú me has enseñado que la verdadera riqueza está en la amistad y el amor. Estoy muy orgullosa de ti, Anita».
Y así, Anita, su madre, su hada madrina y sus amigos vivieron felices en el palacio. Cada día estaba lleno de nuevas aventuras y risas, y su amistad se hizo más fuerte con el tiempo. Anita creció siendo una princesa amable y valiente, siempre recordando las lecciones de amistad y amor que aprendió en su tiempo con el hada madrina.
Fin.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.