Había una vez, en un reino muy lejano, una pequeña princesa llamada Tamara. Tamara era una niña de tres años con el cabello castaño claro que siempre estaba lleno de rizos traviesos. Era una niña delgada y llena de energía, siempre corriendo de un lado a otro en el palacio. Sin embargo, había algo que preocupaba un poco a sus padres, el rey Javier y la reina Phanny. Tamara a veces era un poco desobediente y no siempre escuchaba cuando sus padres o sus maestros le decían lo que debía hacer.
El cumpleaños número tres de Tamara se acercaba, y la reina Phanny decidió que sería una gran oportunidad para enseñarle a Tamara la importancia de ser amable y respetuosa. “Tamara,” dijo la reina un día mientras se sentaban en el gran salón del palacio, “estamos planeando una gran fiesta para tu cumpleaños. Invitaremos a todos tus compañeros de la clase de estimulación temprana, pero hay una condición. Para tener la mejor fiesta de cumpleaños, debes mostrar que eres una niña obediente, amable y respetuosa con todos.”
Tamara, que estaba emocionada por la idea de su fiesta de cumpleaños, escuchó con atención. “Sí, mamá, seré muy buena,” respondió, aunque en su mente ya estaba pensando en todos los juegos que podría jugar durante la fiesta.
El rey Javier, quien amaba a su hija más que a nada en el mundo, a menudo era muy permisivo con ella. “No te preocupes, Phanny,” dijo con una sonrisa, “nuestra pequeña princesa aprenderá. Solo necesita un poco más de tiempo.”
Pero la reina Phanny sabía que para que Tamara realmente disfrutara de su fiesta, primero debía aprender a comportarse. Así que, decidió darle una pequeña misión a Tamara. “Tamara,” dijo la reina, “si quieres que tu fiesta sea un éxito, debes completar una serie de tareas que demostrarán que eres una princesa obediente.”
Tamara, intrigada por la idea de una misión, aceptó. La primera tarea era simple: debía saludar a todos los miembros del personal del palacio con una sonrisa y darles las gracias por su trabajo. Tamara, quien a veces era un poco tímida, decidió que lo intentaría. Al día siguiente, cuando vio a la cocinera preparando el desayuno, se acercó y dijo: “Gracias por hacer la comida tan deliciosa.” La cocinera, sorprendida y feliz, le devolvió una sonrisa cálida.
La segunda tarea era un poco más difícil: Tamara debía recoger todos sus juguetes después de jugar. Aunque a Tamara le encantaba sacar todos sus juguetes y esparcirlos por todo el palacio, no siempre le gustaba recogerlos. Sin embargo, pensó en su fiesta y decidió que lo haría. Después de jugar con sus muñecas y bloques de construcción, se tomó el tiempo para guardarlo todo en su lugar. Al ver esto, la reina Phanny la felicitó: “Muy bien, Tamara, veo que estás haciendo un gran esfuerzo.”
La última tarea era la más importante: Tamara debía escuchar atentamente cuando alguien le hablaba y responder con amabilidad. Esto era difícil para Tamara, ya que a veces su mente volaba con ideas y juegos mientras los demás hablaban. Pero recordó la promesa que había hecho a su mamá, y cuando su maestro le pidió que prestara atención durante la clase, Tamara se sentó, cruzó las manos y escuchó atentamente. Al final de la lección, el maestro le sonrió y le dijo: “Has hecho un gran trabajo hoy, Tamara.”
Finalmente, llegó el día de la fiesta de cumpleaños. El palacio estaba decorado con globos de colores y guirnaldas. Había una gran mesa llena de dulces y un enorme pastel con tres velas brillantes. Todos los amigos de Tamara llegaron con regalos y grandes sonrisas. La pequeña princesa estaba emocionada, pero también un poco nerviosa. Quería que su fiesta fuera perfecta.
Cuando comenzó la fiesta, Tamara recordó todas las tareas que había completado. Salió a saludar a sus amigos con una gran sonrisa y les agradeció por venir. Durante los juegos, se aseguró de que todos tuvieran su turno y jugó con amabilidad. Cuando llegó el momento de soplar las velas, Tamara cerró los ojos y pidió un deseo. Deseó ser siempre una niña amable y obediente, para que cada día fuera tan feliz como su fiesta de cumpleaños.
El rey Javier y la reina Phanny la observaron desde un rincón de la sala, y la reina Phanny sonrió, sabiendo que su pequeña princesa estaba creciendo para ser no solo una niña hermosa, sino también una buena persona. “Estoy muy orgullosa de ti, Tamara,” dijo la reina cuando la fiesta terminó.
“Gracias, mamá,” respondió Tamara, abrazando a su mamá y a su papá con fuerza. “Hoy fue el mejor día de todos.”
Y así, la pequeña princesa Tamara aprendió que ser amable y respetuosa no solo hacía felices a los demás, sino que también la hacía sentir muy bien por dentro. A partir de ese día, Tamara se esforzó por ser la mejor princesa que pudiera ser, y todos en el reino la amaban por su dulzura y generosidad.
Y colorín colorado, este cuento se ha terminado.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.