En una pequeña universidad, en el corazón de una ciudad bulliciosa, trabajaba una maestra que todos conocían y admiraban. Su nombre era Gloria, y a sus 58 años, llevaba consigo una sabiduría y una fortaleza que la convertían en una verdadera leyenda entre los estudiantes y profesores. Gloria tenía el cabello castaño, un poco canoso ya, que siempre llevaba recogido en un moño práctico. Su mirada era firme, pero a la vez transmitía una calidez que solo aquellos que conocían bien podían percibir.
Gloria no era una maestra común. Su vida había estado llena de desafíos, y cada uno de ellos había forjado en ella un carácter inquebrantable. Era conocida por su carácter fuerte, que a menudo hacía temblar a los estudiantes más desprevenidos, pero aquellos que lograban entenderla y ver más allá de su exterior firme, descubrían una mujer que irradiaba luz y dedicación. Gloria no solo enseñaba materias, sino que también impartía lecciones de vida que marcaban a sus estudiantes para siempre.
Un día, como cualquier otro, Gloria llegó a la universidad temprano en la mañana. Como directora de la institución, sus responsabilidades iban más allá de las aulas, pero nunca dejó de impartir clases. Para ella, el contacto directo con los estudiantes era la parte más importante de su trabajo. Ese día, sin embargo, algo inusual ocurrió. Una joven estudiante llamada Mony, de 22 años, llegó corriendo al despacho de Gloria con la cara llena de preocupación.
Mony era una joven con un espíritu lleno de energía y determinación, pero ese día parecía que toda su seguridad se había desvanecido. Tenía el cabello castaño recogido en una coleta desordenada, y sus ojos mostraban un brillo de angustia.
—Maestra Gloria —dijo Mony, con la voz temblorosa—. Necesito hablar con usted.
Gloria levantó la vista de los papeles que estaba revisando y vio a Mony en la puerta. Conocía bien a la joven, que era una de sus alumnas más prometedoras.
—Pasa, Mony. ¿Qué sucede? —preguntó Gloria, señalando la silla frente a su escritorio.
Mony se sentó y comenzó a explicar que, debido a una serie de circunstancias personales complicadas, no había podido inscribirse a tiempo en las materias de su carrera. Esto significaba que perdería todo un semestre, algo que para Mony era devastador, pues había trabajado muy duro para llegar hasta donde estaba.
Gloria escuchó con atención, sin interrumpirla, y cuando Mony terminó, la miró fijamente. Sabía que esta era una situación delicada. Las reglas de la universidad eran claras, y como directora, era su responsabilidad asegurarse de que se cumplieran. Sin embargo, también sabía que a veces, las reglas debían ser flexibles cuando el objetivo era ayudar a alguien a alcanzar su máximo potencial.
—Mony —comenzó Gloria con su voz firme pero comprensiva—, sé lo importante que es esto para ti. Has demostrado ser una estudiante dedicada y capaz, y no puedo permitir que una situación como esta te detenga. Haré una excepción y permitiré que te inscribas fuera de tiempo, pero con una condición.
Mony, que había estado conteniendo la respiración, soltó un suspiro de alivio y preguntó:
—¿Qué debo hacer, maestra?
Gloria se inclinó hacia adelante, apoyando las manos en el escritorio.
—Quiero que este semestre seas la mejor versión de ti misma. No solo en tus estudios, sino también en cómo enfrentas los desafíos que se te presenten. Quiero que demuestres que no importa cuán difíciles sean las cosas, siempre puedes salir adelante si te lo propones.
Mony asintió vigorosamente, sintiendo una mezcla de alivio y responsabilidad. Sabía que Gloria le estaba dando una oportunidad única, y no iba a desaprovecharla.
Así, Mony comenzó el semestre con un renovado sentido de propósito. Gloria no solo era su directora y maestra, sino que también se convirtió en su mentora y guía. Cada día, Gloria impartía sus clases con la misma pasión y energía de siempre, pero ahora con una atención especial hacia Mony. La joven sabía que tenía mucho que demostrar, no solo a Gloria, sino también a sí misma.
Los días se convirtieron en semanas, y las semanas en meses. Mony se sumergió en sus estudios, aplicando todo lo que Gloria le había enseñado. La maestra, por su parte, seguía observando de cerca, guiando a Mony cuando era necesario, pero también dándole el espacio para crecer por sí misma.
Un día, Gloria organizó una actividad especial para sus alumnos. Era una simulación de situaciones de la vida real que requerían tomar decisiones rápidas y responsables. La actividad no solo evaluaba el conocimiento académico, sino también la capacidad de liderazgo y resolución de problemas. Para sorpresa de todos, Mony se destacó, tomando decisiones inteligentes y mostrando un liderazgo natural que impresionó a sus compañeros y a Gloria.
Al final de la actividad, Gloria se acercó a Mony y le dijo:
—Estoy muy orgullosa de ti, Mony. Has demostrado que eres capaz de superar cualquier obstáculo que se te presente. No solo has aprendido las lecciones que te he enseñado, sino que también has enseñado a tus compañeros con tu ejemplo.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.