En un pequeño pueblo rodeado de antiguos bosques y colinas brumosas, había una mansión que todos conocían, pero de la que nadie hablaba. Alejandro, un chico valiente con ojos curiosos, siempre había sentido una extraña atracción hacia esa mansión. Junto a él, estaban sus dos mejores amigos, Robert, el pensador lógico del grupo, y Antonio, conocido por su gran imaginación.
Una tarde gris de otoño, mientras paseaban cerca del bosque, una ligera brisa llevó a sus oídos un susurro que parecía venir de la mansión. «Es solo el viento,» dijo Robert, pero Alejandro no estaba tan seguro. Decidieron investigar.
Al acercarse a la mansión, notaron que las ventanas estaban cubiertas de polvo y telarañas, y la puerta principal chirriaba con cada movimiento del viento. «Quizás deberíamos volver,» sugirió Antonio, pero la curiosidad de Alejandro era más fuerte.
Empujaron la puerta y entraron. Dentro, la mansión parecía haber quedado atrapada en el tiempo. Una gruesa capa de polvo cubría los muebles, y retratos de personas con miradas severas decoraban las paredes.
Mientras exploraban, un ruido los sobresaltó. Era como el eco de pasos que venían del piso superior. Subieron lentamente las escaleras, con cada peldaño crujiente bajo sus pies. En el pasillo, una puerta entreabierta llamó su atención. Al asomarse, vieron una habitación llena de antiguos libros y objetos extraños.
De repente, un libro en particular captó la atención de Alejandro. Estaba cubierto de polvo, pero al limpiarlo, reveló un título intrigante: «Los Secretos de la Mansión Olvidada». Lo abrieron y comenzaron a leer.
El libro contaba la historia de la mansión y su último habitante, un hombre misterioso que practicaba rituales extraños. Según la leyenda, había un objeto oculto en la mansión que otorgaba poderes inimaginables a quien lo poseyera.
Mientras leían, un viento frío sopló, cerrando de golpe la puerta de la habitación. Los chicos se miraron, asustados. «Tenemos que encontrar ese objeto,» dijo Alejandro con determinación. Comenzaron a buscar, revisando cada rincón de la habitación.
Finalmente, detrás de una estantería secreta, encontraron una pequeña caja. Dentro había un medallón con símbolos extraños. Alejandro, impulsado por la curiosidad, se lo puso alrededor del cuello. De repente, una luz brillante lo envolvió, y una voz antigua resonó en la habitación: «El legado del último maestro ahora es tuyo».
Alejandro sintió una oleada de energía. Miró sus manos y vio que brillaban con un aura misteriosa. «¿Qué está pasando?» preguntó Robert. «Creo que tengo poderes,» respondió Alejandro, asombrado.
Decidieron usar los poderes de Alejandro para hacer el bien. Esa noche, cuando un gato quedó atrapado en un árbol, Alejandro lo rescató con facilidad. «¡Eso es lo que hace un verdadero superhéroe!» Exclamó Antonio.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.