Cuentos de Terror

El Misterio de la Playa de Miami

Lectura para 10 años

Tiempo de lectura: 2 minutos

Español

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En una soleada mañana de verano, Caperucita, una niña valiente y curiosa, empacó su cesta de picnic y se dispuso a vivir una emocionante aventura en Miami. Sus padres habían planeado unas vacaciones llenas de sol, arena y mar. Pero lo que Caperucita no sabía era que estas vacaciones se convertirían en una experiencia que jamás olvidaría.

Al llegar a la playa, el calor del sol y el suave murmullo de las olas la recibieron. La playa estaba repleta de gente disfrutando del verano, pero entre la multitud, una figura inusual captó su atención. A lo lejos, bajo una sombrilla, se encontraba una monja, vestida con su hábito negro, tomando el sol tranquilamente.

Curiosa por esta inusual vista, Caperucita se acercó a la monja. La monja, de mirada amable pero profunda, le sonrió y le invitó a sentarse a su lado. Se llamaba Sor Helena y, para sorpresa de Caperucita, estaba de vacaciones, igual que ella.

Mientras charlaban, Sor Helena comenzó a contarle una historia antigua sobre la playa de Miami. Habló de un misterioso tesoro escondido, una reliquia de tiempos pasados que se decía estaba enterrada en algún lugar de esa playa. Intrigada por la historia, Caperucita decidió que quería buscar ese tesoro.

Armada con su cesta y una pala que había traído para construir castillos de arena, Caperucita comenzó su búsqueda. Mientras tanto, Sor Helena observaba desde su sombrilla, sonriendo misteriosamente.

La tarde se fue volviendo más fría y el cielo más oscuro. La mayoría de los bañistas se habían ido, dejando la playa en un silencio inusual. Fue entonces cuando Caperucita, cavando cerca de unas rocas, encontró algo: una caja antigua de madera, cubierta de conchas y algas.

Con emoción y un poco de temor, Caperucita abrió la caja. Dentro encontró un viejo diario, cubierto de polvo y arena. Al abrirlo, las páginas revelaron una historia de piratas, tesoros y un fantasma que protegía la reliquia. Según el diario, el fantasma era el guardián del tesoro y aparecía para advertir a cualquiera que se atreviera a buscarlo.

Caperucita, sintiendo un escalofrío, levantó la mirada hacia Sor Helena, buscando consuelo. Pero lo que vio la dejó helada. La monja ya no estaba sentada bajo la sombrilla. En su lugar, había una figura etérea, casi transparente, vestida con un hábito antiguo y desgastado. Sus ojos brillaban con una luz sobrenatural.

La figura se acercó lentamente a Caperucita, quien, paralizada por el miedo, no podía moverse. Con una voz que parecía venir de otro mundo, la figura habló: «Soy la guardiana de este tesoro, condenada a protegerlo por toda la eternidad. Aquellos que buscan el tesoro deben enfrentar una prueba para demostrar su valor.»

Caperucita, recuperando su valentía, preguntó cuál era la prueba. La figura respondió que debía pasar una noche entera en la playa, sin miedo ni duda en su corazón. Si al amanecer aún estaba allí, demostraría su valentía y sería digna del tesoro.

Así, Caperucita pasó la noche más larga de su vida en la playa. A pesar de su miedo, se mantuvo firme, recordando las historias de valentía que su abuela le había contado. Cuando los primeros rayos del sol iluminaron la playa, la figura apareció nuevamente, esta vez con una sonrisa.

«Felicitaciones, has demostrado ser valiente y verdadera,» dijo la figura, transformándose en Sor Helena una vez más. Le explicó que era la última descendiente de los piratas y su deber era proteger el tesoro hasta encontrar a alguien digno.

Caperucita, asombrada pero aliviada, recibió un pequeño medallón de la caja, un recuerdo de su valentía y del misterio que había resuelto. Desde ese día, siempre llevó el medallón consigo, recordándole la increíble aventura que vivió en Miami y la noche en que enfrentó sus miedos y conoció a una monja fantasma.

Y así termina la historia de Caperucita en Miami, una aventura de verano que se convirtió en una lección de valentía y misterio. Una historia que siempre recordaría, cada vez que mirara el medallón y recordara la noche en que conoció a la monja de la playa.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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