Era una tarde fría y gris cuando Félix llegó por primera vez a su nueva escuela en Canadá. El viento susurraba entre los árboles del campus, y las nubes bajas hacían que todo pareciera sombrío. Félix no quería estar allí, pero el trabajo de su padre había obligado a la familia a mudarse. Dejó su vida atrás, incluyendo a sus amigos y sus sueños, para empezar de nuevo en un lugar donde todo le parecía ajeno.
En la escuela, no tardó en conocer a un pequeño grupo de estudiantes. Ian, un chico callado y reflexivo, fue el primero en acercarse. Le presentó a Willy, un chico nervioso que siempre ajustaba sus gafas, y a dos chicas: Clementina y Rosa María. Clementina, con su largo cabello oscuro y ojos brillantes, era encantadora. Tenía una energía alegre que hacía que todos quisieran estar cerca de ella. Rosa María, en cambio, era más reservada, con una mirada fría y calculadora que siempre mantenía a los demás a cierta distancia.
Félix pronto se dio cuenta de que había algo extraño en la dinámica entre ellos. Aunque todos parecían amigos, notaba ciertas tensiones en el grupo. Ian, aunque se mostraba cercano a todos, parecía especialmente distante con Rosa María, y Willy, aunque siempre hacía bromas, miraba a Clementina de una manera que Félix no entendía al principio.
Con el paso de los días, Félix y Clementina comenzaron a pasar más tiempo juntos. A Félix le resultaba fácil hablar con ella, y pronto se dieron cuenta de que compartían muchos intereses. A Clementina le gustaba su sentido del humor y su sinceridad. Ambos se hicieron inseparables, lo que no pasó desapercibido para los demás.
Sin embargo, había algo que Félix no sabía. Rosa María, la supuesta mejor amiga de Clementina, también había puesto sus ojos en él. Rosa María no soportaba la idea de que Clementina le quitara a Félix, y eso la llenaba de celos. Cada vez que veía a los dos juntos, algo oscuro y peligroso crecía dentro de ella.
Clementina también notaba la mirada de Rosa María. Aunque intentaba ignorarla, los celos comenzaron a afectarla. Empezó a sentir que su amistad con Rosa María no era lo que parecía. Había un silencio incómodo entre ellas, y cada vez que se miraban, el aire se llenaba de tensión. A pesar de ello, Clementina no quería enfrentar a Rosa María directamente. Creía que si seguía actuando como si nada pasara, todo se resolvería solo. Pero se equivocaba.
Por otro lado, Ian estaba enamorado de Rosa María desde hacía tiempo. Aunque nunca se lo había dicho, temía que al confesar sus sentimientos, arruinaría su amistad. Rosa María siempre le había mostrado una actitud distante, y eso lo hacía dudar. Ian observaba desde las sombras, viendo cómo los celos de Rosa María la transformaban, pero no sabía cómo intervenir.
Willy, por su parte, siempre había sentido algo por Clementina, pero su inseguridad y miedo al rechazo lo mantenían en silencio. Cada vez que veía a Félix y Clementina juntos, algo dentro de él se rompía un poco más, pero no sabía cómo expresar lo que sentía. Todo el grupo estaba atrapado en una red de emociones no dichas, celos, y resentimientos.
El desenlace de esta historia no tardó en llegar.
Una tarde, después de las clases, Rosa María le pidió a Clementina que se encontraran en un parque cercano. Félix no estaba, y Clementina pensó que quizás sería una oportunidad para hablar y aclarar las cosas entre ellas. Pero cuando llegó al parque, se dio cuenta de que algo no estaba bien. Rosa María la esperaba en una esquina oscura, con una mirada que Clementina nunca había visto antes en su amiga.
—Tenemos que hablar —dijo Rosa María con una voz gélida.
Clementina, aunque incómoda, trató de mantener la calma.
—¿Sobre qué? —preguntó, aunque en el fondo ya sabía la respuesta.
—Félix —respondió Rosa María, sin rodeos.
El corazón de Clementina se aceleró.
—¿Qué pasa con él?
Rosa María dio un paso hacia ella, sus ojos llenos de ira y celos.
—Sabes perfectamente de qué hablo. Siempre te quedas con todo lo que quiero. Pero esta vez, no lo voy a permitir.
Antes de que Clementina pudiera reaccionar, algo terrible ocurrió. Un empujón, un grito, y todo se volvió oscuro. La rabia y los celos de Rosa María la habían llevado a hacer algo de lo que nunca podría volver atrás. Clementina cayó al suelo, su vida escapándose de sus manos en un frío y solitario parque.
Al día siguiente, el cuerpo de Clementina fue encontrado, y la noticia recorrió la escuela como un relámpago. Nadie podía creer lo que había pasado. La alegre y vibrante Clementina ya no estaba, y el grupo de amigos quedó destrozado.
Félix, devastado, no podía entender cómo había ocurrido algo tan horrible. Willy estaba en shock, incapaz de procesar que nunca tuvo la oportunidad de decirle a Clementina lo que sentía. Ian, por su parte, se dio cuenta de que algo estaba terriblemente mal con Rosa María, pero aún no sabía la verdad.
Rosa María, sin embargo, mantenía su frialdad. Nadie sospechaba de ella, pero por dentro, estaba siendo consumida por la culpa. Sabía lo que había hecho, pero no podía confesarlo. El miedo y la desesperación la mantenían en silencio.
Pasaron los días, y la culpa comenzó a devorar a Rosa María desde dentro. Las miradas de sus compañeros la atormentaban. Cada vez que Félix o Willy la miraban, sentía que sabían la verdad, aunque no dijeran nada. Cada palabra no dicha, cada recuerdo de Clementina, era una daga en su conciencia.
Ian, que siempre había estado observando desde las sombras, fue el primero en notar los cambios en Rosa María. Sabía que algo más estaba ocurriendo, pero cuando intentó hablar con ella, Rosa María lo evitaba, incapaz de enfrentar sus propios demonios.
Finalmente, una noche, Rosa María no pudo más. Fue al lugar donde todo había ocurrido, al parque donde había cometido el crimen. Las sombras de los árboles parecían susurrar su culpa, y el viento frío le recordaba el momento exacto en que todo cambió.
De pie en el mismo lugar donde había terminado con la vida de Clementina, Rosa María rompió en llanto. La oscuridad de la noche se mezclaba con la de su corazón, y en ese momento, comprendió que no había escapatoria. Se sentía atrapada en una pesadilla de la que nunca despertaría.
Al día siguiente, Rosa María confesó. En la escuela, en medio de todos, rompió el silencio que la había mantenido prisionera. Félix, Ian y Willy estaban allí, y todos quedaron paralizados al escuchar sus palabras.
La vida de cada uno de ellos cambió para siempre. Félix nunca entendió cómo pudo pasar algo así por su causa. Willy lamentó cada momento que no aprovechó para decirle a Clementina lo que sentía, y Ian, el silencioso observador, vio cómo el grupo que alguna vez fue inseparable, se desmoronaba para siempre.
El parque donde ocurrió todo se convirtió en un lugar de recuerdo sombrío, una constante advertencia de que los celos y el silencio pueden llevar a las más oscuras tragedias. Aunque los días siguieron avanzando, el fantasma de Clementina siempre estaría presente, recordando a todos lo que ocurrió cuando las emociones no se manejan con cuidado.
Fin.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.