Cuentos de Terror

Una Aventura en el Bosque Misterioso

Lectura para 4 años

Tiempo de lectura: 4 minutos

Español

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Era un día de verano caluroso, tan caluroso que las hojas de los árboles parecían suspirar con cada brisa que pasaba. En un pequeño pueblo, tres amigos inseparables decidieron que lo mejor para combatir el calor sería ir a explorar. Liu, Juan, y Carla siempre salían juntos, y esta vez llevaban consigo a su fiel perro, Charqui. Charqui era un perrito pequeño, con orejas puntiagudas y un pelaje blanco con manchas marrones. Siempre estaba lleno de energía, saltando alrededor de los niños, como si él mismo fuera uno más del grupo.

—¡Hace demasiado calor! —exclamó Juan, secándose el sudor de la frente.

—Deberíamos ir al bosque —sugirió Carla—. Allí hay sombra, y podemos refrescarnos bajo los árboles.

Liu asintió con entusiasmo, y sin más que hablar, los tres se dirigieron hacia el bosque que estaba en las afueras del pueblo. El bosque siempre les había parecido un lugar tranquilo y lleno de aventuras, pero ese día, algo diferente se sentía en el aire.

A medida que se adentraban más y más en el bosque, Charqui caminaba junto a ellos, olfateando el aire con curiosidad. Al principio, todo parecía normal. Los árboles altos los protegían del calor del sol, y el canto de los pájaros llenaba el aire.

Pero conforme avanzaban, algo cambió.

—¿Escucharon eso? —preguntó Liu, deteniéndose en seco.

—¿Escuchar qué? —respondió Juan, mirando a su alrededor.

Un leve crujido resonó entre los árboles, como si alguien o algo los estuviera siguiendo. Charqui levantó las orejas y comenzó a gruñir suavemente, lo cual no era propio de él.

—Debe ser solo el viento —dijo Carla, aunque su voz no sonaba muy segura.

Siguieron caminando, pero a cada paso que daban, las cosas parecían más extrañas. Las sombras de los árboles eran más largas y oscuras, y a veces, Juan juraba que veía ojos brillantes observándolos desde los arbustos.

—Esto está raro —dijo Juan, mirando nervioso hacia el camino por el que habían venido—. Tal vez deberíamos regresar.

—No seas miedoso —le respondió Liu, tratando de sonar valiente, aunque él también sentía una ligera inquietud.

Sin embargo, justo cuando estaban a punto de dar la vuelta, algo increíble sucedió. De los árboles salió rodando una pequeña pelota roja, como si alguien la hubiera lanzado hacia ellos. Todos se quedaron inmóviles.

—¿De dónde salió esa pelota? —preguntó Carla, dando un paso hacia atrás.

De repente, se escuchó una risita aguda, como si dos niños estuvieran divirtiéndose cerca de ellos. Pero no había nadie a la vista.

—¿Quién está ahí? —gritó Liu, sintiendo que su corazón comenzaba a latir más rápido.

—¿Acaso… acaso hay fantasmas? —susurró Juan, cada vez más nervioso.

Charqui, el pequeño perro, empezó a ladrar en dirección a los arbustos. Los niños lo siguieron con la mirada y, de repente, dos figuras salieron corriendo desde los arbustos. Eran dos niños, más o menos de su misma edad, pero con caras traviesas y grandes sonrisas. Uno de ellos tenía el cabello alborotado y el otro llevaba una gorra puesta al revés.

—¡Ja! ¡Les hemos dado un buen susto! —dijo el niño de la gorra, riéndose a carcajadas.

Liu, Juan, y Carla se quedaron boquiabiertos.

—¿Quiénes son ustedes? —preguntó Carla, recuperándose del susto.

—Somos los niños que viven en la otra cuadra —respondió el de cabello alborotado—. Nos llamamos Beto y Nico, y hemos estado jugando bromas por aquí desde hace días. ¡Ustedes cayeron en una de nuestras mejores!

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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