En un pequeño pueblo rodeado de verdes colinas y vastos campos de flores, vivían cuatro amigos muy especiales: Susy, Mario, Helayne y Saúl. Cada uno tenía una cualidad única que los hacía resplandecer, pero lo más importante es que compartían un tesoro aún más grande: el valor del respeto.
Un día, mientras jugaban cerca del río, Helayne descubrió un mapa antiguo. «¡Miren!», exclamó emocionada, «este mapa nos lleva a un lugar mágico llamado ‘El Bosque de las Palabras Gentiles'». Los ojos de los niños brillaron de emoción. Decidieron embarcarse en una aventura para encontrar ese misterioso bosque.
La primera etapa de su viaje los llevó a través de las colinas del Eco, donde las palabras que decían se repetían una y otra vez. «¡Hola!», gritó Mario, y las colinas respondieron: «¡Hola! ¡Hola! ¡Hola!». Pronto, los amigos se dieron cuenta de la importancia de escoger sus palabras con cuidado, pues cada eco podía ser amable o hiriente, dependiendo de lo que dijeran.
Luego, atravesaron el Puente de los Compromisos, donde cada paso exigía prometer algo que debían cumplir. Susy prometió ser siempre honesta, Mario juró ser valiente, Helayne se comprometió a ser amable y Saúl a ser siempre justo. El puente, sintiendo la sinceridad de sus palabras, les permitió pasar.
Finalmente, llegaron al Bosque de las Palabras Gentiles. Era un lugar mágico donde cada árbol, cada flor y cada brisa susurraba palabras de bondad y respeto. En el centro del bosque, encontraron un claro iluminado por una luz dorada. Allí, un anciano sabio les esperaba.
«Jóvenes aventureros», comenzó el anciano, «han llegado hasta aquí porque sus corazones están llenos de respeto. En este bosque, las palabras gentiles tienen poder. Aquí aprenderán la magia de hablar y vivir con respeto».
Los niños escucharon atentamente mientras el anciano les enseñaba. Aprendieron que las palabras tienen el poder de sanar o herir, y que el respeto comienza con lo que decimos y cómo lo decimos. Pasaron días aprendiendo y practicando, y cada lección los acercaba más entre sí y con el mundo que los rodeaba.
Cuando fue el momento de regresar a casa, el anciano les entregó un regalo: un pequeño cofre que contenía esencias de palabras gentiles. «Usen esto para recordar siempre el poder de sus palabras y el valor del respeto», dijo con una sonrisa.
De regreso en el pueblo, los amigos compartieron sus experiencias y enseñanzas con los demás. Las palabras gentiles empezaron a esparcirse como pétalos al viento, transformando poco a poco su hogar en un lugar más amable y respetuoso.
Susy, Mario, Helayne y Saúl continuaron creciendo, llevando siempre consigo las lecciones aprendidas en el Bosque de las Palabras Gentiles. Se convirtieron en ejemplos de respeto y bondad, demostrando que incluso las palabras más pequeñas, cuando se dicen con amor y respeto, pueden hacer un cambio grande en el mundo.
Y así, el pueblo se llenó de risas, amistad y palabras amables, todo gracias a cuatro amigos que aprendieron que el respeto es el regalo más valioso que podemos compartir.
En un pequeño pueblo rodeado de colinas verdes y campos de flores, vivían cuatro amigos inseparables: Susy, Mario, Helayne y Saúl. Eran conocidos en todo el pueblo por su amistad y por cómo cuidaban el uno del otro.
Un día, mientras jugaban cerca del bosque, escucharon una historia sobre un árbol mágico que crecía en lo más profundo de este. Se decía que este árbol tenía el poder de hacer realidad las palabras pronunciadas cerca de él, pero solo si estas eran dichas con respeto y amabilidad.
Movidos por la curiosidad y la aventura, los cuatro amigos decidieron embarcarse en una jornada para encontrar el árbol mágico. Empacaron sus mochilas con bocadillos, agua y un mapa del bosque que habían dibujado juntos.
El viaje no era fácil. El bosque estaba lleno de senderos que se bifurcaban, arroyos serpenteantes y colinas cubiertas de árboles. Pero los amigos no se desanimaron. Se turnaban para liderar el grupo, asegurándose de que nadie se quedara atrás.
Durante su viaje, se encontraron con varios animales del bosque. Primero, una ardilla que no podía encontrar su camino de regreso a casa. Susy, con su voz dulce y palabras amables, calmó a la ardilla y la ayudó a encontrar su camino. Luego, un pájaro con el ala herida. Mario, siempre dispuesto a ayudar, construyó un pequeño refugio para el pájaro y le dejó algunas semillas.
Después de horas de caminata, finalmente llegaron al corazón del bosque. Allí, rodeado de un círculo de piedras brillantes, estaba el árbol mágico. Era enorme, con hojas que brillaban como esmeraldas y un tronco que parecía contar historias antiguas.
Con emoción, los amigos se acercaron al árbol. Recordaron las reglas: solo palabras respetuosas y amables podrían ser pronunciadas. Uno a uno, compartieron sus deseos.
Susy pidió la alegría para todos los niños del pueblo. Mario deseó la salud de los animales y las plantas del bosque. Helayne, con su corazón lleno de esperanza, deseó la paz para el mundo. Y Saúl, el más reflexivo, pidió sabiduría para que todos pudieran entender el valor del respeto.
Tan pronto como pronunciaron sus deseos, una luz suave emanó del árbol, envolviéndolos en un cálido abrazo. Se sentían llenos de amor, esperanza y una nueva comprensión del poder de sus palabras.
Al regresar al pueblo, los amigos notaron cambios maravillosos. Las personas se saludaban con sonrisas más amplias, los niños jugaban juntos en armonía y la naturaleza parecía más vibrante.
La experiencia les enseñó que las palabras amables y respetuosas tienen el poder de cambiar el mundo. Desde ese día, Susy, Mario, Helayne y Saúl se convirtieron en los guardianes del respeto en su pueblo, recordando siempre el poder mágico del árbol y las lecciones aprendidas en el bosque de las palabras amables.
Y así, cada día, en cada pequeña acción, demostraban que el respeto y la amabilidad son los verdaderos tesoros que todos debemos cuidar y compartir.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.