Cuentos de Valores

La escuela mágica de Mufasá

Lectura para 10 años

Tiempo de lectura: 2 minutos

Español

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En una pequeña aldea, donde la magia impregnaba el aire y cada rincón estaba lleno de maravillas, se encontraba una escuela muy especial. Esta no era una escuela ordinaria, sino una donde los estudiantes y maestros eran animales con habilidades asombrosas. Uno de los estudiantes más entusiastas era un pequeño gatito llamado Mufasá. Mufasá tenía un corazón lleno de ganas de aprender, pero había algo que siempre le costaba mucho: la lectura.

Mufasá asistía a clases todos los días con una mezcla de emoción y nerviosismo. Sus grandes ojos verdes brillaban de curiosidad, pero también se llenaban de preocupación cada vez que tenía que leer en voz alta. Su amigo más cercano, Cabrito, un cabrito que era el mejor de la clase, siempre estaba allí para ayudarlo. Cabrito era conocido por su inteligencia y su buen corazón, y siempre encontraba tiempo para apoyar a Mufasá en sus dificultades.

La maestra Gigantita, una elefanta sabia y comprensiva, dirigía la clase con amor y paciencia. Ella conocía bien las dificultades de Mufasá y siempre trataba de darle el apoyo necesario sin hacerlo sentir avergonzado. Sin embargo, un día, Gigantita enfermó y no pudo ir a la escuela. En su lugar, vino Furio, un toro robusto y enérgico, que no estaba al tanto de los desafíos que enfrentaba Mufasá.

El primer día que Furio reemplazó a Gigantita, decidió hacer una actividad de lectura. «Mufasá, por favor, léenos el siguiente extracto,» dijo Furio con una voz firme pero no malintencionada. El pequeño gatito se puso rígido y sus patas comenzaron a temblar. Intentó leer, pero las palabras se le enredaban en la lengua y su voz se quebraba. Los otros estudiantes comenzaron a reírse, y para su horror, Furio también esbozó una sonrisa burlona, sin entender el impacto de su actitud.

Cabrito, fiel a su amigo, se levantó de su asiento. «¡No es justo reírse de Mufasá! ¡Todos tenemos cosas en las que no somos buenos!» exclamó con determinación. Pero Mufasá, avergonzado y con lágrimas en los ojos, salió corriendo del salón, sintiendo que no pertenecía a ese lugar.

Al día siguiente, Gigantita regresó a la escuela y se enteró de lo que había sucedido. Con su voz suave y profunda, habló con Furio. «Cada uno de nuestros estudiantes tiene sus propias fortalezas y debilidades, Furio. Debemos apoyarlos y ayudarles a descubrir sus talentos.»

Para animar a Mufasá y enseñar una lección valiosa a todos, Gigantita decidió que la actividad del día sería de arte. «Hoy, quiero que todos dibujen algo que les haga felices,» anunció con una sonrisa cálida. Mufasá, aún sintiéndose un poco triste, tomó sus lápices de colores y comenzó a dibujar.

Con cada trazo, Mufasá se sumergió en su mundo de imaginación. Dibujó un hermoso paisaje con montañas, ríos y un cielo lleno de estrellas. Cuando llegó el momento de mostrar sus dibujos, el de Mufasá dejó a todos boquiabiertos. Su talento para el arte era evidente, y su dibujo era el más hermoso de todos.

Gigantita levantó el dibujo de Mufasá para que todos lo vieran. «Miren lo que Mufasá ha creado. Cada uno de nosotros tiene habilidades diferentes y eso es lo que nos hace especiales,» dijo con orgullo. «Debemos aprender a valorar las fortalezas de los demás y no burlarnos de sus debilidades.»

Furio, al ver el talento de Mufasá y comprender su error, se acercó al pequeño gatito. «Mufasá, lamento mucho lo que pasó. No sabía lo difícil que era para ti. Prometo ser más comprensivo en el futuro,» dijo con sinceridad. Mufasá, sorprendido pero agradecido, aceptó las disculpas del toro.

Desde ese día, la clase fue un lugar más unido y comprensivo. Mufasá seguía trabajando duro para mejorar su lectura, pero también dedicaba tiempo a su arte, que todos apreciaban. Cabrito, como siempre, estaba a su lado, y Furio se convirtió en un maestro más sabio y atento.

La lección que aprendieron en esa pequeña escuela mágica fue clara: todos tenemos algo que ofrecer, y con apoyo y comprensión, podemos ayudar a los demás a brillar en sus propios talentos. Y así, en la pequeña aldea donde la magia llenaba el aire, los estudiantes aprendieron que los valores de la amistad, la empatía y el respeto eran los más importantes de todos.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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