Cuentos de Valores

La Gran Decisión

Lectura para 8 años

Tiempo de lectura: 2 minutos

Español

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En un lugar no muy lejano, en un planeta azul y verde lleno de vida, sucedió algo muy importante. Era un día brillante y soleado cuando las personas comenzaron a hablar de algo llamado COVID-19. Los adultos se preocupaban mucho y decidieron que era mejor tomar una gran decisión para proteger a todos, especialmente a los niños.

En una pequeña casa de una tranquila ciudad, vivían cuatro amigos inseparables: Juan, Nicolasa, Pedrito y Franchesca. Eran vecinos y pasaban casi todos los días juntos, jugando y explorando el vecindario. Juan era un niño curioso, siempre haciéndose preguntas sobre todo lo que veía. Nicolasa, con su larga cabellera negra, era la más alegre del grupo, siempre encontraba una razón para reír. Pedrito, con su cabello rubio y rizado, era el más travieso y nunca dejaba de correr y saltar. Y Franchesca, la más reflexiva y tranquila, siempre llevaba consigo un libro, pues amaba leer y aprender cosas nuevas.

Un día, mientras los cuatro amigos jugaban en el jardín de Juan, sus padres les llamaron desde la puerta de la casa. “Chicos, vengan aquí, tenemos algo importante que contarles”, dijo la mamá de Juan. Los niños corrieron hacia la entrada, curiosos y un poco nerviosos.

“¿Qué pasa, mamá?”, preguntó Juan, con sus grandes ojos marrones fijos en su madre.

“Hay una nueva enfermedad que está afectando a muchas personas en todo el mundo”, comenzó a explicar la mamá de Nicolasa, “Se llama COVID-19, y es muy contagiosa. Para protegernos a todos, hemos decidido que es mejor que nos quedemos en casa por un tiempo”.

“¿Quedarnos en casa? ¿No podremos salir a jugar con nuestros amigos?”, preguntó Nicolasa, un poco preocupada.

“Así es”, respondió el papá de Franchesca, “pero no se preocupen, esto es para que todos estemos seguros. Podemos encontrar formas divertidas de pasar el tiempo en casa”.

Los niños se miraron entre sí, un poco confundidos y tristes por no poder salir a jugar como de costumbre. Pero Franchesca, siempre tan razonable, dijo: “Si esto nos ayuda a mantenernos sanos, debemos hacerlo. Podemos inventar juegos nuevos para jugar en casa”.

Los días siguientes fueron un gran cambio para los cuatro amigos. Ya no podían ir a la escuela ni salir a jugar en el parque, pero sus padres les ayudaron a adaptarse a esta nueva situación. Cada uno en su casa, los niños se conectaban por videollamadas para no perder el contacto y seguir compartiendo tiempo juntos, aunque fuera a través de una pantalla.

Un día, durante una de sus videollamadas, Nicolasa propuso: “¿Y si cada uno inventa un juego que podamos jugar juntos desde nuestras casas? Luego lo compartimos y así no nos aburrimos”.

A todos les encantó la idea. Juan inventó un juego de preguntas y respuestas sobre animales, Nicolasa creó un concurso de chistes, Pedrito ideó una carrera de obstáculos usando los muebles de la casa, y Franchesca organizó un club de lectura donde cada uno contaba una historia que había leído.

Así, los cuatro amigos pasaron los días de confinamiento, compartiendo sus inventos y divirtiéndose de formas que nunca habían imaginado. Aprendieron que, aunque no podían estar físicamente juntos, su amistad seguía siendo fuerte y especial.

Con el tiempo, los padres de los niños notaron cuánto habían crecido y aprendido durante ese periodo. Habían desarrollado paciencia, creatividad y, sobre todo, una gran capacidad para adaptarse a los cambios. Pero lo más importante es que comprendieron el valor de cuidar unos de otros, incluso si eso significaba hacer sacrificios temporales, como quedarse en casa.

Finalmente, después de algunos meses, la situación comenzó a mejorar. Los médicos y científicos, trabajando sin descanso, lograron encontrar maneras de controlar la enfermedad, y poco a poco, la vida empezó a volver a la normalidad. Los niños pudieron regresar a la escuela, jugar en el parque y, lo más importante, estar juntos nuevamente.

El día que por fin pudieron verse en persona, Juan, Nicolasa, Pedrito y Franchesca corrieron hacia el parque, riendo y abrazándose con alegría. Aunque había sido un tiempo difícil, sabían que todo lo que habían vivido los había hecho más fuertes y había fortalecido aún más su amistad.

Mientras jugaban en el parque, Juan se detuvo un momento y miró a sus amigos. “Chicos”, dijo con una sonrisa, “aprendimos algo muy importante: no importa lo que pase, siempre podemos encontrar la manera de estar juntos y ayudarnos unos a otros”.

Nicolasa, con su risa contagiosa, asintió. “Sí, y también aprendimos que somos más fuertes cuando estamos unidos”.

“Y que nunca debemos dejar de ser creativos”, añadió Pedrito, quien ya estaba planeando su próxima travesura.

Franchesca, siempre tan sabia, concluyó: “Lo más importante es que siempre debemos cuidar de los demás, porque todos somos responsables de mantenernos seguros y felices”.

Los cuatro amigos, unidos por todo lo que habían pasado, prometieron que nunca olvidarían las lecciones aprendidas durante aquellos días difíciles. Y así, con el corazón lleno de alegría y esperanza, corrieron de nuevo a jugar, sabiendo que juntos podían enfrentar cualquier cosa.

Fin.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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