Había una vez, en un pequeño pueblo rodeado de montañas y ríos cristalinos, tres amigos inseparables llamados Suga, Jungkook y Duki. Los tres eran niños curiosos y aventureros, siempre listos para explorar y aprender cosas nuevas. Un día, mientras jugaban cerca del río, escucharon que el anciano más sabio del pueblo, el Señor Kim, iba a dar una lección importante sobre la vida.
Decidieron asistir a la lección, ya que siempre habían oído hablar de la sabiduría y las historias fascinantes del Señor Kim. Al llegar al claro donde se reunía el pueblo, vieron al anciano sentado bajo un gran árbol, con una expresión serena y amable. Los niños se sentaron frente a él, llenos de expectativas.
El Señor Kim comenzó su lección con una historia:
«Había una vez,» dijo con voz suave, «un hombre que tenía tres discípulos muy queridos: Suga, Jungkook y Duki. Este hombre siempre les enseñaba que las palabras y las acciones tenían un gran poder y que debían ser cuidadosos con ellas.»
Los tres amigos se miraron entre sí, sorprendidos al escuchar sus propios nombres en la historia. El Señor Kim continuó:
«Un día, Suga estaba caminando por el mercado y, sin querer, tropezó con un hombre que llevaba una cesta de frutas. Las frutas cayeron al suelo y el hombre se enojó mucho. ‘¡Mira lo que has hecho!’ gritó el hombre, y Suga, sintiéndose culpable, se disculpó sinceramente. Pero el hombre, lleno de ira, siguió gritando e insultando a Suga. Suga, triste y herido, volvió a casa con lágrimas en los ojos.
Esa misma tarde, Jungkook estaba jugando en el parque cuando vio a un niño pequeño que se había caído y estaba llorando. Jungkook corrió a ayudarlo, levantándolo y limpiando sus lágrimas. El niño, agradecido, sonrió y abrazó a Jungkook. Jungkook sintió una gran alegría por haber ayudado a alguien y volvió a casa con una sonrisa en el rostro.
Por otro lado, Duki estaba practicando su habilidad para pintar. Había pasado días trabajando en un cuadro hermoso y finalmente lo terminó. Quiso mostrárselo a sus amigos, pero cuando lo hizo, uno de ellos se burló de su trabajo. ‘Eso no parece nada especial,’ dijo el amigo, y Duki, desanimado, sintió que su esfuerzo no valía la pena.»
El Señor Kim hizo una pausa, observando a los niños que escuchaban con atención. Luego, continuó:
«Al día siguiente, el hombre llamó a sus discípulos y les dio una tarea. Les entregó a cada uno una pequeña bolsa llena de semillas y les dijo: ‘Vayan y planten estas semillas en diferentes lugares del pueblo. Vuelvan después de una semana y cuéntenme lo que han visto.’
Suga plantó sus semillas cerca del mercado, Jungkook las plantó en el parque y Duki las plantó en el jardín de su casa. Después de una semana, regresaron para contarle al hombre lo que había sucedido.
Suga dijo: ‘Las semillas que planté en el mercado no crecieron. La gente las pisoteó y no les prestó atención.’
Jungkook dijo: ‘Las semillas que planté en el parque crecieron en hermosas flores. La gente las veía y sonreía al pasar junto a ellas.’
Duki dijo: ‘Las semillas que planté en mi jardín crecieron en plantas fuertes y sanas. Pero cuando mis amigos se burlaron de mis esfuerzos, me sentí desanimado y dejé de cuidarlas. Algunas de ellas murieron, pero otras sobrevivieron.’
El hombre miró a sus discípulos y les dijo: ‘Las semillas que plantaron representan sus palabras y acciones. Suga, aprendiste que algunas palabras pueden ser ignoradas y pisoteadas, y eso puede doler. Jungkook, descubriste que las acciones amables pueden florecer y alegrar la vida de los demás. Duki, entendiste que las críticas pueden desanimar, pero también aprendiste que la perseverancia puede hacer que algunas cosas sobrevivan y crezcan.’
El Señor Kim terminó su historia diciendo: ‘Recuerden siempre ser amables y cuidadosos con sus palabras y acciones, porque tienen el poder de hacer crecer hermosas flores o de herir y destruir. Cada uno de ustedes tiene la capacidad de elegir cómo quiere influir en el mundo que los rodea.’
Suga, Jungkook y Duki se miraron entre sí, reflexionando sobre la lección que habían aprendido. Se dieron cuenta de la importancia de ser considerados y amables, no solo con los demás, sino también consigo mismos. A partir de ese día, se esforzaron por ser una influencia positiva en su comunidad, ayudando y apoyando a quienes los rodeaban.
Y así, con el tiempo, el pueblo se convirtió en un lugar lleno de amor y comprensión, gracias a la sabiduría del Señor Kim y a la bondad de tres niños que aprendieron a valorar el poder de sus palabras y acciones.
Fin.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.