Cuentos de Valores

Marcelino y los Valores del Pueblo Mayo

Lectura para 11 años

Tiempo de lectura: 4 minutos

Español

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En una pequeña comunidad en el territorio no reconocido del pueblo mayo–yoreme, entre el norte de Sinaloa y el sur de Sonora, vivía un niño llamado Marcelino. Con solo nueve años, Marcelino era un niño curioso y siempre dispuesto a aprender. Vivía con su familia en una casa sencilla, rodeada de la naturaleza y la cultura ancestral de su gente. Aunque solo conocía algunas frases en su lengua indígena, estaba muy orgulloso de sus raíces.

Marcelino asistía a una escuela denominada «indígena unitaria multigrado», donde la maestra Gaudencia, una joven de 22 años, enseñaba a un grupo diverso de 15 niños y niñas. Gaudencia, aunque no se consideraba indígena, había estudiado en una escuela normal rural con un enfoque intercultural y conocía algunas palabras en lengua mayo. Era una maestra dedicada, siempre buscando maneras de integrar la cultura de sus alumnos en el aprendizaje diario.

En el aula, Marcelino se sentaba en la fila central de las tres hileras de bancas. A su lado estaban Pedrito, un niño con cabello rizado y una gran sonrisa; Yaddi, una niña con trenzas que siempre llevaba un vestido amarillo; y Rosy, una niña de cabello corto que solía vestir de rojo y tenía una curiosidad infinita. Juntos, formaban un grupo unido y siempre dispuesto a aprender.

Un día, la maestra Gaudencia decidió que sería bueno enseñar a los niños sobre los valores importantes de su comunidad y cómo podían aplicarlos en su vida diaria. Así que, después de la rutina matutina de sumar y restar utilizando pequeños objetos, la maestra pidió a los niños que se sentaran en el piso en un círculo para una actividad especial.

«Hoy vamos a hablar sobre los valores que nos hacen ser quienes somos», dijo Gaudencia con una sonrisa. «¿Alguien sabe qué es un valor?»

Rosy, siempre entusiasta, levantó la mano. «¡Es algo bueno que hacemos o sentimos!»

«Exactamente, Rosy», respondió Gaudencia. «Los valores son principios que nos ayudan a vivir de manera respetuosa y armoniosa. Vamos a explorar algunos valores importantes y cómo podemos practicarlos en nuestra vida diaria.»

Gaudencia comenzó con el valor del respeto. Explicó cómo en la cultura mayo, el respeto por la naturaleza, los ancianos y las tradiciones era fundamental. Pedrito compartió cómo él siempre ayudaba a su abuelo a recoger leña para el fuego, mostrando respeto y apoyo.

Luego, la maestra habló sobre la importancia de la solidaridad. Marcelino recordó una vez en que su comunidad se unió para reparar el techo de la escuela después de una fuerte tormenta. Todos, desde los más pequeños hasta los mayores, trabajaron juntos para asegurarse de que la escuela estuviera lista para el siguiente día de clases.

Yaddi mencionó el valor de la honestidad, contando cómo siempre era sincera con sus amigos, incluso cuando era difícil. Gaudencia les recordó que ser honestos construía confianza y fortalecía sus relaciones.

Para enseñar el valor del trabajo en equipo, Gaudencia organizó una obra de teatro guiñol. Los niños se emocionaron y comenzaron a planificar sus personajes y la historia. Marcelino sugirió que la obra fuera sobre una familia de animales que trabajaban juntos para salvar su hogar de una inundación. Todos estuvieron de acuerdo y comenzaron a construir los títeres y a ensayar.

A medida que ensayaban, Marcelino se dio cuenta de que cada uno tenía un talento especial que aportaba al grupo. Pedrito era excelente con las manualidades, Yaddi tenía una voz melodiosa para narrar la historia, y Rosy tenía ideas creativas para los diálogos. Trabajando juntos, crearon una obra maravillosa que presentaron con orgullo a toda la escuela.

El día de la presentación, los padres y otros miembros de la comunidad se reunieron para ver la obra de los niños. La historia de los animales que trabajaban juntos para superar la adversidad resonó profundamente con todos. Al final de la presentación, los aplausos fueron ensordecedores y los niños se sintieron muy orgullosos de lo que habían logrado.

Después de la obra, la maestra Gaudencia reunió a los niños y les agradeció por su esfuerzo y dedicación. «Hoy demostraron que cuando trabajamos juntos, podemos lograr grandes cosas», dijo con una sonrisa. «Estoy muy orgullosa de cada uno de ustedes.»

Marcelino miró a sus amigos y sintió una profunda gratitud. Sabía que los valores que habían aprendido y practicado no solo los ayudarían en la escuela, sino también en su vida diaria. Sentía que, aunque vivieran en una comunidad pequeña y a veces olvidada, tenían un tesoro invaluable en su cultura y sus valores.

A partir de ese día, Marcelino se esforzó por practicar los valores del respeto, la solidaridad, la honestidad y el trabajo en equipo en todo lo que hacía. Ayudaba a su familia, apoyaba a sus amigos y siempre buscaba maneras de contribuir a su comunidad.

Un día, mientras caminaba por el campo con su padre, Marcelino vio un árbol viejo y frondoso. «Ese árbol es como nuestra comunidad», dijo su padre. «Sus raíces son profundas y fuertes, y eso es lo que lo mantiene firme. Nosotros también tenemos raíces fuertes en nuestros valores y nuestra cultura. Nunca olvides eso, hijo.»

Marcelino asintió, comprendiendo la sabiduría en las palabras de su padre. Sabía que, sin importar dónde fuera en el futuro, siempre llevaría consigo los valores que había aprendido y la riqueza de su herencia mayo–yoreme.

Con el tiempo, Marcelino creció y se convirtió en un joven respetado en su comunidad. Continuó promoviendo los valores que había aprendido y trabajó para preservar la cultura y las tradiciones de su pueblo. Se convirtió en un puente entre las generaciones, asegurando que el conocimiento y los valores de los ancianos fueran transmitidos a los más jóvenes.

Y así, la historia de Marcelino y su aprendizaje sobre los valores se convirtió en un ejemplo para todos. Su vida demostró que, con respeto, solidaridad, honestidad y trabajo en equipo, se pueden superar cualquier desafío y construir un futuro lleno de esperanza y armonía.

Fin.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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