Cuentos de Amistad

La gran amistad de la clase de preescolar

Lectura para 11 años

Tiempo de lectura: 2 minutos

Español

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En un pequeño preescolar lleno de colores y risas, había un grupo de amigos muy especial: Anastasia, Juan, Rodrigo, Kevin y Sofía. Cada día en la escuela era una nueva aventura para ellos, llena de juegos, canciones y momentos de aprendizaje. Aunque todos eran diferentes, había algo que los unía: su gran amistad.

Anastasia era una niña curiosa, siempre lista para descubrir algo nuevo. Juan, con su energía interminable, era el encargado de hacer reír a todos. Rodrigo, aunque un poco más callado, tenía un gran corazón y siempre estaba dispuesto a ayudar. Sofía, la más creativa del grupo, adoraba dibujar y pintar, creando mundos imaginarios con sus colores.

Y luego estaba Kevin, el más tranquilo de todos. Kevin se movía en una silla de ruedas debido a una discapacidad motriz, pero eso nunca lo detenía. Él era tan entusiasta y alegre como cualquier otro niño en la clase. Sin embargo, al principio, algunos niños no sabían muy bien cómo jugar con él, y a veces no lo invitaban a participar en algunos juegos que requerían correr o saltar.

Un día, la maestra propuso un juego en el patio donde todos tenían que correr de un lado a otro. Kevin, sentado en su silla, los miraba con una sonrisa, pero un poco triste al mismo tiempo. Anastasia, que lo había notado, decidió hacer algo.

—¿Por qué no jugamos todos juntos, pero de una forma en la que Kevin también pueda participar? —sugirió.

Rodrigo, que siempre era muy observador, se acercó y dijo:

—¡Sí! Podemos inventar un juego donde todos puedan hacer algo divertido.

Sofía, con su imaginación infinita, tuvo una idea.

—¿Qué tal si jugamos a ser exploradores? Podemos hacer una carrera en la que tengamos que encontrar diferentes objetos en el patio, y así Kevin también puede buscar desde su silla.

A todos les encantó la idea. Pronto, la clase entera estaba involucrada en el juego. La maestra ayudó a organizarlo y estableció diferentes «tesoros» por todo el patio: hojas de árboles, piedritas, flores y hasta pequeños juguetes escondidos. El objetivo era que cada grupo, con un mapa en la mano, encontrara los objetos y los trajera de vuelta.

Anastasia, Juan, Rodrigo y Sofía hicieron equipo con Kevin, y juntos comenzaron su búsqueda. Mientras Juan corría buscando hojas, Rodrigo empujaba suavemente la silla de Kevin para que él también pudiera encontrar cosas.

—¡Mira, Kevin! —exclamó Anastasia, señalando una flor que estaba cerca de su silla.

Kevin, emocionado, se inclinó para tomarla y sonrió con alegría. Todos se dieron cuenta de que no importaba si Kevin no podía correr o saltar, él también tenía un papel importante en el equipo.

A lo largo de la tarde, los niños siguieron buscando tesoros, riendo y colaborando entre ellos. La maestra los observaba desde la distancia, sonriendo al ver cómo se ayudaban y cómo habían encontrado una manera de incluir a todos en el juego.

—Es increíble cómo han trabajado juntos —dijo la maestra—. La amistad y la inclusión son valores importantes, y hoy han demostrado lo que significa ser buenos amigos.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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