Todo comenzó con un simple clic en Instagram. Santi, un chico de 16 años que nunca se había considerado particularmente romántico, decidió enviar una solicitud de amistad a Ani, una chica que había visto varias veces en su feed. No estaba muy seguro de por qué lo hacía. Quizá era la sonrisa que ella mostraba en sus fotos, o tal vez la forma en que parecía disfrutar de la vida de manera tan genuina. Sin pensarlo demasiado, pulsó el botón de «Seguir» y, con un ligero nerviosismo, esperó a ver si Ani lo aceptaba.
Para su sorpresa, solo pasaron unos minutos antes de que la notificación apareciera en su teléfono: Ani te ha seguido de vuelta. Santi, con el corazón latiendo un poco más rápido de lo habitual, decidió escribir un mensaje sencillo.
—Hola, soy Santi, tal vez no me conoces, pero creo que hemos coincidido en algunos eventos.
Lo envió sin pensarlo dos veces, aunque no pudo evitar sentir cierta incertidumbre. ¿Lo recordaría ella? ¿Respondería?
A las pocas horas, Ani respondió, y lo que comenzó como un intercambio casual de mensajes pronto se convirtió en algo más. Ambos comenzaron a hablar todos los días. Al principio, sobre cosas simples: la escuela, sus amigos, la música que les gustaba. Santi se dio cuenta de que compartían más cosas en común de lo que imaginaba. Ani no solo era divertida y carismática, sino que también tenía un lado profundo que lo intrigaba. En cada conversación, él sentía que la conocía un poco más, y poco a poco, esa conexión virtual comenzó a tomar un lugar importante en su vida.
Pasaron días, luego semanas, y la curiosidad por conocerse en persona se hacía cada vez más fuerte. Finalmente, después de muchas charlas y de compartir sus vidas a través de una pantalla, Santi propuso algo que llevaba días rondando su cabeza.
—¿Qué tal si nos vemos? —escribió—. Podríamos ir a la tienda cerca de mi casa. Es tranquila, y podríamos conocernos en persona.
Ani, quien también había estado pensando en lo mismo, respondió con un emoticono sonriente y un: Me encantaría.
El día del encuentro llegó. Santi se encontraba nervioso mientras caminaba hacia la pequeña tienda de su barrio. A pesar de todo lo que habían hablado, no podía evitar sentir las mariposas en el estómago. ¿Y si no era lo que ella esperaba? ¿Y si no había la misma conexión en persona? Cuando llegó a la tienda, se quedó esperando junto a una estantería llena de pequeños artículos. Y entonces, la vio entrar.
Ani estaba ahí, con su sonrisa cálida y esa aura de sencillez que tanto le gustaba. Llevaba un vestido sencillo pero bonito, y sus ojos brillaban con una mezcla de nervios y emoción. Al cruzar miradas, ambos sonrieron tímidamente, conscientes de que ese momento marcaría un antes y un después en su relación.
—Hola —dijo Santi, tratando de no parecer demasiado nervioso.
—Hola —respondió Ani, con una sonrisa que parecía iluminar toda la tienda.
La conversación fluyó sorprendentemente bien. No hubo silencios incómodos ni momentos en los que se sintieran fuera de lugar. Al contrario, todo fue tan natural como cuando hablaban por mensaje. Se pasearon por la tienda, charlando sobre los objetos curiosos que encontraban y riendo por cualquier tontería que se les ocurriera.
Después de un rato, decidieron caminar un poco más por la ciudad. Se detuvieron en una bodega cercana, donde compartieron una soda y unas papas fritas, conversando sobre sus sueños, sus planes y todo lo que los hacía ser quienes eran. Ani, con una sinceridad que la caracterizaba, le dijo a Santi lo mucho que disfrutaba hablar con él.
—Nunca pensé que alguien con quien hablara tanto por mensajes pudiera ser igual de especial en persona —dijo ella, mirándolo a los ojos.
Santi sonrió, sintiendo que cada palabra de Ani resonaba con lo que él también sentía.
A partir de ese día, comenzaron a verse con más frecuencia, pero siempre a escondidas. Querían mantener su relación en privado por un tiempo, para poder disfrutarla sin la presión de los demás. Cada encuentro en la tienda o en la bodega era una pequeña aventura, llena de risas, conversaciones profundas y miradas cómplices.
Con el paso de las semanas, Santi se dio cuenta de algo importante. Había llegado el momento de dar el siguiente paso, de formalizar lo que sentía por Ani. Sabía que ella era especial, y no quería seguir escondiendo sus sentimientos. Así que una tarde, después de haber pasado otro maravilloso día juntos, Santi se armó de valor.
—Ani, tengo que decirte algo —dijo, un poco nervioso—. Estos últimos meses han sido increíbles. Me haces muy feliz, y… bueno, quería saber si querrías ser mi novia.
Ani lo miró sorprendida por un momento, pero rápidamente, una gran sonrisa se dibujó en su rostro. Sus ojos brillaban con emoción, y antes de que Santi pudiera decir algo más, ella respondió:
—¡Claro que sí! —exclamó, abrazándolo con fuerza—. ¡Me encantaría ser tu novia!
Santi sintió cómo su corazón latía con fuerza mientras abrazaba a Ani. En ese momento, todo parecía perfecto. Estaban juntos, felices, y nada más importaba.
Desde ese día, comenzaron a salir como una pareja oficial. Ya no necesitaban esconderse, y disfrutaban de cada momento que compartían. Para Ani, Santi se había convertido en alguien fundamental en su vida. Cada día, se esforzaba por mostrarle cuánto lo amaba y lo importante que era para ella. Le encantaba enviarle mensajes sorpresa, preparar pequeños detalles para sus encuentros, y asegurarse de que él supiera lo feliz que la hacía.
—Santi —le dijo una noche, mientras caminaban bajo las estrellas—. No puedo imaginar mi vida sin ti. Has sido lo mejor que me ha pasado en estos meses. No sé cómo expresar todo lo que siento, pero quiero que sepas que te amo y que quiero pasar mucho más tiempo contigo.
Santi la miró con ternura y tomó su mano.
—Yo también te amo, Ani —respondió—. Cada día contigo es especial, y estoy agradecido por tenerte en mi vida.
A medida que se acercaba la Navidad, Ani no podía evitar emocionarse con la idea de pasar esas fechas tan especiales junto a Santi. Soñaba con compartir esa festividad, con los colores, las luces y el frío del invierno, sabiendo que tendrían momentos mágicos juntos.
Finalmente, llegó el día de Nochebuena. Ani y Santi se encontraron en una pequeña plaza decorada con luces navideñas. El ambiente era perfecto: el aire frío, el aroma a chocolate caliente, y la música navideña que se escuchaba a lo lejos. Se sentaron en un banco, abrigados y tomados de la mano.
—Santi, este ha sido uno de los mejores años de mi vida —dijo Ani, con una sonrisa—. No puedo esperar a ver todo lo que nos depara el futuro. Te amo más de lo que puedo expresar con palabras.
Santi la miró, conmovido por sus palabras.
—Yo también te amo, Ani. No importa lo que pase, siempre estaré contigo.
Y así, bajo las luces brillantes de Navidad, se abrazaron, sintiendo que su amor era fuerte y verdadero. Sabían que su historia recién comenzaba, pero también sabían que, pase lo que pase, siempre se tendrían el uno al otro.
Fin
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.