Cuentos de Brujas

Negra Nieve y los Siete Choritos

Lectura para 11 años

Tiempo de lectura: 2 minutos

Español

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En un reino muy lejano, más allá de las montañas y los ríos encantados, existía un oscuro y misterioso bosque llamado el Bosque de las Sombras. Era un lugar que los habitantes de las aldeas cercanas evitaban a toda costa, pues allí vivía una poderosa bruja llamada Negra Nieve. Se decía que Negra Nieve era una hechicera temida por todos, no solo por su magia, sino por su astucia y su habilidad para manipular a cualquiera que se cruzara en su camino. Sin embargo, lo que pocos sabían era que Negra Nieve no vivía sola en ese bosque sombrío. Con ella, siempre a su lado, estaban los Siete Choritos, pequeñas criaturas mágicas que la ayudaban en sus travesuras y planes.

Los Choritos eran del tamaño de ardillas, pero con formas y colores únicos. Cada uno tenía una personalidad juguetona y traviesa. Había uno de color azul brillante que siempre estaba riendo, otro verde que podía trepar cualquier árbol, un amarillo que brillaba en la oscuridad, y así sucesivamente. Cada Chorito tenía un don especial que complementaba la magia de Negra Nieve. Juntos, eran prácticamente imbatibles.

Negra Nieve era una figura enigmática. Su largo cabello negro caía en cascada sobre su capa oscura adornada con detalles plateados. Su mirada era intensa, y siempre llevaba consigo un bastón que emitía una tenue luz mágica. A pesar de su reputación temida, Negra Nieve no era malvada de corazón, sino más bien una bruja que había sido malinterpretada por los aldeanos debido a su misteriosa apariencia y su magia poderosa.

Una noche, mientras la bruja descansaba en su cabaña oculta en lo más profundo del bosque, los Choritos se reunieron a su alrededor. Estaban inquietos, y uno de ellos, el Chorito rojo, conocido por ser el más curioso de todos, habló:

—¡Negra Nieve! Hemos oído rumores en el bosque. Los aldeanos planean entrar aquí mañana al amanecer. Quieren encontrarte y… —el Chorito dudó, nervioso— …quieren destruir tu magia.

Negra Nieve suspiró. No era la primera vez que los aldeanos intentaban enfrentarse a ella. Siempre la veían como una amenaza, aunque ella nunca les había hecho daño. Sin embargo, sabía que esta vez algo era diferente. Los aldeanos estaban cada vez más organizados y sus temores hacia ella solo habían crecido con los años.

—No tienen idea de lo que temen —murmuró Negra Nieve, con una mirada que mezclaba tristeza y resignación.

—¡Deberíamos darles una lección! —exclamó el Chorito verde, alzándose en el aire con entusiasmo.

—No, no lo haremos —respondió ella con firmeza—. No necesitamos venganza. Pero tampoco podemos permitir que destruyan este bosque. Este es nuestro hogar, y la magia aquí es más antigua de lo que ellos pueden entender.

Negra Nieve sabía que el conflicto con los aldeanos se debía a la ignorancia y al miedo. Pero esta vez, había una razón más profunda para su preocupación: el bosque mismo. El Bosque de las Sombras no era solo un refugio para ella y sus compañeros. Era un lugar antiguo, lleno de magia que mantenía el equilibrio en todo el reino. Si los aldeanos destruían el bosque, no solo perderían sus casas, sino que todo el reino sufriría las consecuencias.

Esa noche, mientras las sombras se alargaban y las criaturas nocturnas comenzaban a cantar, Negra Nieve decidió que debía hacer algo para proteger el bosque y a sus habitantes. Sabía que los aldeanos no escucharían sus advertencias, pero quizá podía hacer que vieran el poder del bosque sin recurrir a la violencia.

Al amanecer, los aldeanos, armados con antorchas y herramientas de madera, comenzaron a adentrarse en el bosque. Liderados por un hombre corpulento llamado Grom, quien había estado alimentando el miedo hacia Negra Nieve, avanzaban con determinación. Querían destruir lo que no entendían, creyendo que eso les traería paz.

Mientras avanzaban, los Choritos observaban desde lo alto de los árboles. Cada uno estaba listo para actuar, siguiendo las órdenes de Negra Nieve. Cuando Grom y los suyos llegaron a un claro en el bosque, justo antes de la cabaña de la bruja, Negra Nieve apareció ante ellos, erguida y majestuosa. Los aldeanos se detuvieron en seco, con miedo evidente en sus ojos.

—¿Qué buscáis aquí? —preguntó ella con voz tranquila pero poderosa—. Este bosque no os pertenece, y lo que teméis no es lo que creéis.

Grom, sudando y temblando, dio un paso adelante.

—Venimos a destruir tu maldición —gritó—. Sabemos que tú controlas este bosque con tu magia oscura. No permitiremos que sigas aterrorizándonos.

Negra Nieve observó a los aldeanos. No quería enfrentarse a ellos, pero debía hacerles ver que el bosque no era su enemigo.

—No hay maldición —dijo, alzando su bastón—. Este bosque es antiguo, y la magia que lo protege no es malvada. Si destruís este lugar, traeréis el caos a todo el reino.

Sin embargo, las palabras de Negra Nieve cayeron en oídos sordos. Grom levantó su antorcha, dispuesto a encender los árboles. Fue entonces cuando los Choritos, siguiendo las órdenes de Negra Nieve, comenzaron a actuar. El Chorito amarillo, con su brillo radiante, iluminó todo el claro, cegando a los aldeanos por un momento. El Chorito azul, con su risa juguetona, creó una niebla espesa que envolvió el bosque, desorientando a los aldeanos. Uno por uno, los Choritos utilizaron sus habilidades para confundir a los atacantes sin causarles daño.

Los aldeanos, asustados y confundidos, comenzaron a retroceder. Grom, incapaz de ver con claridad, soltó su antorcha y cayó al suelo. Negra Nieve se acercó a él lentamente.

—Este bosque es nuestra protección —le dijo, mirándolo con severidad—. No es la magia lo que debe temer, sino la destrucción que vosotros mismos podéis causar.

Grom, aturdido y asustado, asintió con la cabeza, entendiendo finalmente que habían estado equivocados.

Negra Nieve extendió su mano, ayudando a Grom a levantarse. Luego, con un suave movimiento de su bastón, disipó la niebla y el brillo que habían creado los Choritos. Los aldeanos, ahora viendo la verdad ante ellos, se dieron cuenta de que no había maldad en el bosque ni en la bruja. Solo había un antiguo poder que protegía el equilibrio de su mundo.

—Regresad a vuestras casas —ordenó Negra Nieve—. Y dejad que este bosque siga en paz.

Los aldeanos, agradecidos de haber sido perdonados, se marcharon en silencio, con Grom liderando el camino de vuelta al pueblo. Sabían que nunca volverían a temer al Bosque de las Sombras.

Negra Nieve observó cómo desaparecían entre los árboles y luego se giró hacia sus fieles Choritos, que la rodearon con sonrisas pícaras.

—Hemos hecho lo correcto —dijo la bruja, acariciando a uno de ellos—. El bosque está a salvo.

Y así, Negra Nieve y los Siete Choritos siguieron viviendo en el corazón del Bosque de las Sombras, protegidos por su magia, pero también por la comprensión que finalmente habían logrado en los corazones de los aldeanos.

Fin

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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