Cuentos de Amor

Nicolás David y su Mañanita Mágica de Aventuras y Descubrimientos en el Hogar

Lectura para 2 años

Tiempo de lectura: 4 minutos

Español

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Nicolás David era un niño pequeño, muy especial y lleno de alegría. Tenía dos años y ya era un gran explorador, porque todos los días descubría algo nuevo en su casa, en su jardín y en su corazón. Nicolás David tenía un papá y una mamá que lo amaban muchísimo y que cada mañana hacían de sus días momentos mágicos y felices.

Cada mañana, cuando el sol empezaba a asomarse por la ventana de su cuarto, papá entraba con una sonrisa grande y le decía: “¡Buenos días, mi pequeño explorador!”. Nicolás David se despertaba contento y corría hacia la bañera donde papá ya tenía el agua calentita, lista para el baño. A Nicolás le encantaba el momento del baño porque papá se metía con él en la bañera y juntos jugaban con el agua. Papá hacía burbujas que flotaban por el aire y que Nicolás intentaba atrapar con sus manos pequeñas. Reían mucho mientras el agua hacía cosquillas en su piel y sus juguetes flotaban y bailaban en el agua.

A veces, papá le contaba historias mientras se bañaban. Le decía que el agua era un océano mágico donde podían ser piratas o sirenas, y que cada burbuja era un barco que los llevaba a lugares fantásticos. Nicolás David se imaginaba en esos barcos, saludando a los peces y explorando islas secretas. Le encantaba sentir cómo papá le lavaba el cabello con cuidado para que no le molestaran los ojos, y también le encantaba cuando le hacían sombreros con espuma. “¡Mira, papá! ¡Tengo un sombrero de burbujas!”, decía Nicolás con una sonrisota. Papá le enseñaba cómo chapotear despacio para que el agua no salpicara mucho, pero a veces Nicolás se emocionaba y hacía saltitos en la bañera, mojando a papá y haciendo reír a todos.

Después del baño, mamá entraba para recibir a Nicolás. Ella lo envolvía en una toalla muy suave, y lo ayudaba a secarse con ternura. Nicolás sentía el calor de la toalla y el amor en las manos de mamá, que le ponía su ropa limpia y cómoda para que pudiera jugar sin molestias. Mamá siempre escogía colores bonitos y telas suaves para que Nicolás se sintiera feliz y libre de moverse y saltar. Mientras mamá lo vestía, le cantaba una canción dulce que hacía que Nicolás cerrara los ojos despacito y sintiera paz en su corazón.

Terminado el momento de vestirse, papá y mamá se iban a la cocina para preparar el desayuno, porque querían que Nicolás tuviera mucha energía para sus aventuras de ese día. Papá cortaba frutas frescas y jugosas, y mamá preparaba un rico cereal con leche, y algunas tostadas con mermelada natural que a Nicolás le encantaban. El olor de la comida llenaba la casa y Nicolás, aunque estaba muy entretenido explorando, podía sentir el amor con que sus papás armaban todo para él. Mientras papá y mamá cocinaban, Nicolás iba de un lado a otro del salón, mirando cada rincón con ojos brillantes. Observaba sus juguetes favoritos, los libros con dibujos grandes y colores vivos, y también las ventanas por donde entraba la luz del sol.

En ese momento, apareció Sofía, la amiga de Nicolás. Sofía tenía un año y medio, e iba siempre con su mamá a visitar a Nicolás y su familia. Sofía adoraba jugar con Nicolás porque él siempre compartía sus juguetes y sus historias de la mañana. “¡Hola, Nicolás!”, dijo Sofía con una voz muy dulce y tímida. Nicolás la saludó con su sonrisa más grande y le mostró su camión azul. “Mira Sofía, hoy me baño con papá y jugamos con el agua burbujeante”, contó Nicolás, y Sofía le hizo un gesto de asombro con sus manitas pequeñas. Sofía y Nicolás se sentaron juntos en el piso y comenzaron a jugar con plastilina. Mientras moldeaban figuras de colores, mamá llegó con un plato lleno de delicias y llamó a Nicolás, a Sofía y a papá para que fueran a desayunar.

En la mesa, papá y mamá pusieron todo con mucho cuidado. Había frutas de colores, como rodajas de plátano, cubitos de manzana, fresas rojas y jugosas, y un vaso de leche blanca y fresca para Nicolás y Sofía. Papá tomó la silla de Nicolás y lo sentó con suavidad para que pudiera comer sin problemas. Mamá le dio un beso en la frente y dijo: “¿Listos para un desayuno delicioso, mi amor?”. Nicolás David estaba feliz y emocionado. Miró a sus papás, a Sofía, y dijo con su voz dulce: “¡Sí!”.

Mientras comían, mamá les contaba a Nicolás y Sofía la historia de un conejito que vivía en un jardín mágico, lleno de flores y árboles grandes. El conejito saltaba y jugaba, aprendiendo cosas nuevas todos los días. Nicolás escuchaba con atención y a veces hacía preguntas, aunque sus palabras aún eran cortitas, porque tenía solo dos años. Papá les decía que igual que el conejito, ellos también podían aprender y descubrir cada día, y que lo más importante era hacerlo con amor y alegría.

Luego de terminar el desayuno, papá y mamá ayudaron a Nicolás y a Sofía a recoger los platos, mientras les daban palmadas y risitas. Después, era hora de prepararse para ir al jardín «Sueños de Plastilina», un lugar donde Nicolás podía correr, saltar, sentir la arena en sus manos y jugar con otros niños mientras aprendía mil cosas nuevas sobre el mundo. Antes de salir, Nicolás se puso sus zapatos y mamá le puso su gorrito para protegerlo del sol. Papá le dio un abrazo fuerte y dijo: “Hoy vas a tener un día maravilloso, Nicolás. Vamos a aprender mucho y a divertirnos mucho también”.

Mientras caminaban hacia el jardín, Nicolás iba con sus ojos abiertos y su corazón dispuesto a vivir cada aventura. Sabía que, aunque el lugar fuera nuevo, siempre estaba seguro porque sus papás lo acompañaban con amor y cuidado. Sofía también caminaba de la mano con su mamá, sonriendo y feliz por compartir esos instantes con su amigo Nicolás.

En el jardín, los niños jugaban entre plastilinas de colores donde podían hacer figuras, letras y animalitos. Nicolás aprendió a hacer una pequeña mariposa, que luego regaló a Sofía, quien la guardó con mucho cariño. Allí también había cuentos en voz alta, canciones, y risas compartidas. Nicolás sentía que estaba en un lugar especial, donde nada podía asustarlo, pero sí podía llenarlo de alegría y confianza.

Al terminar la mañana, papá y mamá recogieron a Nicolás y a Sofía. Caminaban juntos a casa mientras les contaban a los papás todo lo que habían hecho. Nicolás no paraba de sonreír y decir cosas como “agua”, “jugar”, “mariposa” y “beso”, que para él eran sus palabras mágicas del día. Papá y mamá escuchaban con atención y se sentían muy orgullosos de su pequeño explorador.

Ya en casa, mamá preparó un lugar donde Nicolás y Sofía pudieran descansar un rato. Se sentaron cerca, miraron un libro y mamá les mostró dibujos grandes y coloridos. Nicolás tomó la mano de mamá y papá y les dio un abrazo fuerte, porque sabía que ellos lo querían mucho, que él estaba seguro y amado en su casa. Papá y mamá miraron a Nicolás con ojos llenos de ternura y le dijeron lo especial que era para ellos, porque más que un explorador, Nicolás David era su maravilloso y pequeño amor.

Así, cada mañana, la vida de Nicolás era una aventura llena de descubrimientos, juegos y mucho amor. Aprendía que cada momento, desde el baño, hasta el desayuno y el juego, era una oportunidad para crecer, sonreír y sentirse seguro con su familia. Y lo más importante: que él siempre podía contar con papá y mamá para acompañarlo y amarlo, porque en su mundo, el amor era la magia que hacía que todo fuera posible.

Con esa certeza en su corazón, Nicolás se iba a dormir cada noche soñando con el baño burbujeante, con los colores de la plastilina, con el sabor de las frutas y con las caricias suaves de papá y mamá. Y así, día tras día, el pequeño Nicolás David crecía fuerte, feliz y lleno de amor, listo para seguir explorando su maravilloso mundo, con papá y mamá siempre a su lado.

Fin.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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