Había una vez un cocodrilo llamado Coco que vivía junto a un gran río rodeado de árboles altos y muchos otros animales. Coco era un cocodrilo muy feliz. Pasaba sus días jugando y nadando con sus amigos en el agua cristalina. A veces se asoleaba en la orilla y disfrutaba del canto de los pájaros que volaban sobre él. Sin embargo, había algo que le hacía sentir un poco triste: ¡su sonrisa!
A pesar de ser muy divertido y de tener un corazón lleno de alegría, Coco nunca se cepillaba los dientes. Sus dientes, que eran grandes y fuertes, estaban bastante sucios y su boca olía un poquito mal. Esto lo hacía sentir un poco avergonzado, aunque siempre trataba de reír y hacer reír a los demás.
Un día, mientras jugaba y nadaba con sus amigos, se encontró con Lula, una tortuga sabia que siempre le ofrecía buenos consejos. Lula lo miró con preocupación y le dijo: “Coco, deberías cepillarte los dientes. Así tendrás una gran sonrisa y tu boca olerá a fresa”. Coco, curioso, preguntó: “¿Pero cómo se hace eso?”.
La tortuga sonrió y le explicó con entusiasmo: “Es fácil. Necesitas conseguir un cepillo de dientes y pasta de dientes. Te enseñaré”. Coco se sintió emocionado por la idea de tener una sonrisa brillante y decidió que quería aprender.
Al día siguiente, Lula llevó a Coco a una pequeña cueva que había en la orilla del río. Dentro de la cueva había un hermoso espejo mágico que brillaba con luces de todos los colores. “¡Mira, Coco! Este es un espejo especial. Te ayudará a ver lo que haces mientras te cepillas”, dijo Lula.
Lula pronunció una pequeña canción, y el espejo, con un destello mágico, le dio a Coco un cepillo de dientes junto a un bote de pasta de dientes. “¡Primero, pones un poquito de pasta en el cepillo!”, dijo la tortuga. “Y luego lo frotas suavemente sobre tus dientes y lengua”.
Coco, emocionado, siguió las instrucciones de Lula. Al principio, se sintió raro teniendo algo en la boca, pero pronto comenzó a disfrutarlo. “¡Mira cómo brillan mis dientes!”, exclamó mientras veía su reflejo en el espejo. Los dientes de Coco ahora parecían relucir como el sol.
Lula aplaudió, satisfecha con el resultado. “¡Muy bien, Coco! Ahora tienes una hermosa sonrisa. Recuerda, debes cepillarte los dientes todos los días para mantenerlos brillantes”. Coco asintió y prometió que lo haría. Se sentía tan bien consigo mismo que decidió que quería mostrarle a sus amigos lo que había aprendido.
Al regresar al río, Coco se encontró con sus amigos: una ardilla llamada Chispa y un grupo de pájaros que siempre volaban a su alrededor. “¡Coco, qué bien te ves!”, dijeron al notar su gran sonrisa. “¿Qué hiciste para que tus dientes brillen así?”.
Coco, lleno de entusiasmo, les contó sobre la importancia de cepillarse los dientes y cómo Lula le había enseñado. “¡Deberían probarlo también! ¡Es muy divertido y se siente genial!”, dijo Coco mientras sonreía de oreja a oreja.
Chispa, la ardilla, se sintió intrigada y dijo: “Yo quiero tener una sonrisa brillante también. ¿Puedo cepillarme los dientes como tú?”. Coco se rió y respondió: “¡Claro que sí! Pero primero necesitamos encontrar un cepillo y un poco de pasta”.
Los amigos decidieron ir en busca de cepillos y pasta. Mientras exploraban, se encontraron con una cabra llamada Lía que estaba pastando cerca. “Hola, Lía. ¿Quieres unirte a nosotros? Estamos buscando cepillos de dientes y pasta”, le dijo Coco. La cabra movió la cabeza y dijo: “Sí, me encantaría. Quiero tener una sonrisa hermosa como la tuya”.
Juntos, continuaron su búsqueda y se adentraron en un claro del bosque. Allí, encontraron un lugar mágico lleno de plantas y flores. “¡Miren! ¡Esa planta tiene hojas que parecen cepillos!”, exclamó Chispa, apuntando a una planta peculiar con hojas suaves y alargadas.
Lía, con su curiosidad natural, se acercó a la planta y dijo: “Podemos usar estas hojas como cepillos. ¡Son perfectas!”. Coco, Chispa y Lía empezaron a recoger las hojas, llenos de entusiasmo. Pero, al mirar más de cerca, notaron que en la planta también había un bote pequeño lleno de una sustancia brillante. “¡Es pasta de dientes!”, gritó Chispa. “¡Estamos de suerte!”.
Cada uno tomó una hoja y un poco de pasta de dientes brillante. Al regresar al río, estaban emocionados por probar su nuevo método de cepillado. “¡Vamos a cepillarnos juntos!”, sugirió Lía. Así que se acomodaron en un tronco cerca del agua y comenzaron a cepillarse los dientes.
Coco lideró la actividad y mostró a sus amigos cómo hacerlo. Todos estaban llenos de risas y diversión mientras se cepillaban, mirando sus reflejos en el agua clara. Chispa reía y decía: “¡Mira mis dientes, son tan brillantes como estrellas!”.
Cuando terminaron, los tres amigos se miraron, y se dieron cuenta de lo bien que se sentían. Sus sonrisas brillaban con fuerza, y sus corazones estaban llenos de alegría. “¡Qué gran aventura hemos tenido!”, dijo Coco, sonriendo ampliamente.
Al terminar el día, se despidieron de sus amigos y cada uno volvió a su hogar. Esa noche, Coco se sintió más feliz que nunca. Había aprendido a cuidar de su sonrisa y había compartido esa enseñanza con sus amigos. Mientras se acomodaba en su cama, pensó en lo importante que era cuidar de uno mismo y ayudar a los demás.
Desde ese día, Coco, Chispa y Lía se hicieron un compromiso: se cepillarían los dientes juntos todos los días. No solo por tener sonrisas brillantes, sino porque entendieron que cuidar de su higiene dental era parte de cuidarse a sí mismos y de su salud. Además, se volvieron más cercanos como amigos y compartieron muchas risas en el proceso.
Y así, el cocodrilo, la ardilla y la cabra vivieron muchas más aventuras en su hermoso río, llenando sus días de risas, amistad y, por supuesto, ¡sonrisas brillantes!
A partir de entonces, en el Bosque Encantado, cada vez que otros animales veían a Coco y sus amigos, no solo admiraban sus sonrisas, sino que también se sentían inspirados a cuidar de sus dientes. Y así, todos aprendieron la importancia de la higiene, de compartir momentos divertidos y de ayudar a los demás.
El bosque nunca volvió a ser el mismo, ya que la alegría de Coco y sus amigos iluminaba el lugar. Cada día era una nueva aventura, llena de aprendizajes y risas, recordando que la verdadera belleza se encuentra en el cuidado de uno mismo y en la amistad.
Cuentos cortos que te pueden gustar
La Aventura de las Verduras y las Frutas
El Rey de las Ranas
El Viaje del Patito Buzo
Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.