En un pequeño pueblo encantado llamado Shullugay, rodeado por montañas y vastos campos de flores silvestres, vivía un niño curioso llamado Tito. Tito amaba las aventuras y siempre estaba listo para explorar nuevos lugares junto a su mamá.
Una mañana fresca de primavera, Tito y su mamá decidieron hacer un viaje especial. Empacaron un picnic, cargaron su viejo coche y se dirigieron hacia la sierra que se alzaba imponente cerca de su hogar. Mientras conducían, Tito no podía dejar de mirar por la ventana, emocionado por descubrir lo que el día les depararía.
Al llegar a Shullugay, Tito notó algo extraordinario: un gran cerro que parecía tener la figura de un toro dibujado en sus laderas. Era tan grande y real que Tito quedó asombrado. «Mamá, ¿ves eso? ¿Es un toro en la montaña?», preguntó con ojos llenos de asombro.
Su mamá, sonriendo ante la curiosidad de su hijo, le respondió: «Sí, Tito, es el Toro del Cerro. Dicen que solo personas muy especiales pueden verlo. Y hay una leyenda que cuenta que cada vez que llueve, del ojo del toro sale agua, como si llorara. Además, siempre está mirando hacia donde la luna se pone al amanecer.»
Fascinado por la historia, Tito decidió que quería ver el fenómeno por sí mismo. Así que, con su mamá, hicieron una pequeña caminata hasta un buen lugar desde donde podían observar el cerro claramente. Allí, desplegaron una manta y se sentaron a esperar el amanecer.
Durante la noche, una ligera lluvia comenzó a caer, suave como un susurro. Tito, envuelto en una manta y sostenido por su mamá, miró fijamente al cerro. A medida que la lluvia se hacía más fuerte, una pequeña corriente de agua comenzó a fluir desde el ojo del toro en la montaña. Era un espectáculo mágico, y Tito sintió como si el toro realmente estuviera vivo, compartiendo un secreto antiguo solo con él.
Cuando el primer rayo de luz del amanecer tocó el cielo, el cerro y el toro se iluminaron con un resplandor dorado. Tito y su mamá observaron en silencio, maravillados por la belleza del momento. El toro parecía observar tranquilamente la retirada de la luna, custodiando el valle y sus secretos.
Después de ese mágico amanecer, Tito y su mamá regresaron a su pueblo, llevando consigo la historia del Toro del Cerro. Tito aprendió que el mundo está lleno de maravillas, algunas visibles para todos y otras solo para aquellos que saben mirar con el corazón.
Con los años, Tito compartió la leyenda del Toro del Cerro con amigos y visitantes, pero más importante aún, siempre recordó la lección de esa aventura: que la magia y la belleza se encuentran en la naturaleza y en los momentos compartidos con quienes amamos.
Y así, Tito creció, pero nunca dejó de maravillarse con las historias y los misterios que su querido cerro guardaba, siempre esperando otra lluvia, otro amanecer, para volver a ver las lágrimas del toro y sentir la magia del mundo una vez más.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.