Había una vez, en un pequeño pueblo rodeado de montañas y ríos, dos niñas muy amigas llamadas Illari y Ale. Illari tenía el cabello oscuro y rizado, siempre vestía un lindo vestido amarillo que hacía juego con su alegre sonrisa. Ale, por otro lado, tenía el cabello castaño claro y liso, y solía usar un vestido azul que realzaba sus ojos brillantes.
Illari y Ale eran inseparables, y siempre estaban acompañadas de su fiel mascota, un pequeño perro llamado Oreo. Oreo era un perrito muy especial, con su pelaje blanco y negro que recordaba a las galletas del mismo nombre. Tenía unos ojos grandes y expresivos que siempre mostraban cuánto quería a sus dueñas.
Cada día, después de la escuela, las niñas y Oreo salían a jugar al parque. Les encantaba correr por el césped verde, recoger flores de colores y trepar a los árboles altos. Oreo siempre las seguía, ladrando felizmente y moviendo su colita con entusiasmo. Era el momento más feliz del día para los tres.
Un día soleado, mientras jugaban en el parque, Illari y Ale decidieron organizar una carrera. «Vamos a correr hasta el gran árbol al otro lado del parque», dijo Illari emocionada. «¡El primero que llegue es el ganador!» Ale asintió con una sonrisa y Oreo, al verlas tan animadas, comenzó a saltar alrededor, listo para correr con ellas.
«¡Listos, preparados, ya!» gritaron al unísono, y comenzaron a correr. Ale tomó la delantera, con Illari siguiéndola de cerca y Oreo corriendo a su lado, ladrando alegremente. El viento fresco acariciaba sus rostros y el sol brillaba en el cielo azul.
Sin embargo, en medio de la carrera, Oreo vio una mariposa colorida volando cerca y, siendo un perrito curioso, decidió perseguirla. La mariposa volaba de un lado a otro, y Oreo la siguió sin darse cuenta de que se alejaba cada vez más de Illari y Ale. Las niñas, emocionadas por la carrera, no notaron que Oreo se había desviado.
Cuando llegaron al gran árbol, Illari y Ale se detuvieron, respirando con dificultad pero riendo felices. «¡Ganaste, Ale!» dijo Illari, abrazando a su amiga. «¡Fue muy divertido!» Ale sonrió, pero de pronto se dio cuenta de algo. «¿Dónde está Oreo?» preguntó, mirando a su alrededor. Ambas niñas se dieron cuenta de que su perrito no estaba con ellas.
«¡Oreo! ¡Oreo!» llamaron, preocupadas. Corrieron de regreso por el parque, buscándolo por todos lados, pero no había rastro de él. «Debe haber seguido a la mariposa,» dijo Illari, recordando cómo Oreo siempre se emocionaba con los pequeños insectos. «Tenemos que encontrarlo.»
Las niñas comenzaron a buscar por todo el parque, preguntando a otros niños si habían visto a Oreo. Pero nadie lo había visto. La preocupación crecía en sus corazones. Decidieron ir a los lugares favoritos de Oreo, como la fuente del parque donde le gustaba beber agua y el banco donde siempre se sentaban a descansar. Pero Oreo no estaba en ninguno de esos lugares.
Después de horas de búsqueda, Illari y Ale se sentaron en un banco, tristes y preocupadas. «Oreo nunca se ha perdido tanto tiempo,» dijo Ale con los ojos llenos de lágrimas. «¿Y si no lo encontramos?» Illari tomó la mano de su amiga. «Tenemos que tener esperanza, Ale. Oreo es muy inteligente. Seguro que está bien y solo necesita un poco de ayuda para encontrar el camino de vuelta.»
En ese momento, una anciana que paseaba a su perro se acercó a las niñas. «¿Están buscando a su perrito?» preguntó amablemente. «Sí,» respondió Illari, «se llama Oreo y se perdió mientras jugábamos.» La anciana sonrió. «Creo que vi un perrito blanco y negro cerca del estanque. Parecía estar buscando a alguien.»
Las niñas se levantaron rápidamente. «¡Gracias!» dijeron al unísono, y corrieron hacia el estanque. Cuando llegaron, vieron a Oreo sentado al borde del agua, mirando a su alrededor con cara de preocupación. «¡Oreo!» gritaron, corriendo hacia él. Al escuchar sus voces, Oreo se levantó y corrió hacia ellas, moviendo la cola frenéticamente y ladrando felizmente.
Illari y Ale abrazaron a Oreo, aliviadas de haberlo encontrado. «¡No vuelvas a asustarnos así, Oreo!» dijo Ale, acariciando su pelaje suave. «Te queremos mucho,» añadió Illari, besando la cabecita de Oreo.
Con Oreo de vuelta a salvo con ellas, las niñas decidieron volver a casa. El sol comenzaba a ponerse, pintando el cielo de colores naranjas y rosados. Mientras caminaban, Oreo trotaba felizmente a su lado, contento de estar nuevamente con sus amigas.
«Hoy fue un día muy emocionante,» dijo Illari, mirando a su alrededor. «Sí,» añadió Ale, «pero lo más importante es que estamos juntos.» Oreo ladró en señal de acuerdo, y las niñas rieron, sintiéndose agradecidas por tenerse unos a otros.
Desde ese día, Illari y Ale siempre se aseguraron de mantener a Oreo cerca mientras jugaban. Aprendieron que, aunque las aventuras pueden ser emocionantes, lo más importante es cuidar y estar juntos. Y así, siguieron disfrutando de sus días en el parque, con su querido Oreo siempre a su lado.
Fin
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.