En un pequeño y tranquilo pueblo, vivían tres amigas inseparables: Gina, María y Chantal. Gina, la más audaz y aventurera, siempre llevaba consigo una brújula y un mapa del mundo, soñando con explorarlo algún día. María, con su amor por los libros y las historias de misterio, era la cerebro del grupo, siempre lista para resolver acertijos y enigmas. Chantal, con su cámara fotográfica siempre colgada al cuello, capturaba cada momento especial, creando un archivo visual de sus aventuras.
Un día, al despertar, las calles del pueblo estaban inusualmente silenciosas. No había coches en las calles, ni gente en las aceras. Las tiendas estaban cerradas, y ni un solo sonido rompía el silencio. Confundidas y preocupadas, las chicas se reunieron en su lugar de encuentro habitual, el parque central.
«¿Dónde está todo el mundo?» Preguntó Chantal, mirando a su alrededor.
«No lo sé, pero vamos a averiguarlo,» dijo Gina, con determinación en su voz.
Comenzaron a caminar por las calles vacías, buscando alguna señal de vida. Lo único que encontraron fueron objetos abandonados en mitad de la calle, como si sus dueños los hubieran dejado de repente. Teléfonos sonando sin respuesta, coches con las puertas abiertas, cafeterías con el café aún caliente en las mesas.
«Es como si todo el mundo hubiera desaparecido de repente,» murmuró María, hojeando un periódico del día anterior que encontró en un banco.
Decidieron ir a la biblioteca, el lugar donde María sentía que podrían encontrar respuestas. Al llegar, encontraron la puerta entreabierta. Dentro, todo estaba en orden, pero no había nadie. María se dirigió a la sección de historia y mitología, buscando algún libro que pudiera explicar lo que estaba sucediendo.
Mientras tanto, Gina examinó un mapa de la ciudad colgado en la pared, tratando de idear un plan. Chantal, por su parte, tomaba fotos de todo, documentando este extraño evento.
De repente, María exclamó, «¡Chicas, encontré algo!» Corrieron hacia ella y vieron un antiguo libro abierto. En sus páginas, describía una leyenda local sobre un «Día del Silencio», un día en el que el pueblo entero desaparecía, dejando atrás solo a aquellos puros de corazón.
Al comprender la gravedad de la leyenda, las chicas decidieron actuar. Sabían que debían descubrir cómo romper el hechizo del Día del Silencio para traer de vuelta a su gente. El libro mencionaba tres objetos mágicos esparcidos por el pueblo, que al ser reunidos, podrían deshacer el encantamiento.
El primer objeto era una piedra luminosa, escondida en el más antiguo árbol del parque. Las chicas se dirigieron allí, buscando cuidadosamente entre las raíces y las hojas. Después de horas de búsqueda, Chantal, con su agudo ojo para los detalles, notó un brillo entre las raíces de un gran roble. Con cuidado, extrajo una pequeña piedra que brillaba con una luz azulada.
El segundo objeto era un medallón antiguo, que según el libro, se encontraba en el interior de la iglesia más vieja del pueblo. Al entrar en la iglesia, las chicas sintieron un aire de misterio envolvente. Buscaron en cada rincón, hasta que María, moviendo un antiguo libro en una estantería, descubrió un compartimento secreto. Dentro, yacía un medallón con inscripciones que parecían contar una historia antigua.
El último objeto era el más difícil de encontrar: una pluma de un ave mítica que solo aparecía en noches de luna llena. Esa noche, las chicas se aventuraron al bosque, guiadas por la luz de la luna. Después de varias horas, cuando estaban a punto de rendirse, una hermosa ave de plumas brillantes apareció. Voló alrededor de ellas y dejó caer una pluma antes de desaparecer en la noche.
Con los tres objetos en su poder, las chicas regresaron a la biblioteca. El libro describía un ritual que debían realizar en el centro del pueblo a la medianoche. Prepararon todo cuidadosamente y, al sonar las campanadas de medianoche, comenzaron el ritual. Gina colocó la piedra luminosa, María el medallón, y Chantal la pluma en el suelo formando un triángulo.
De repente, una luz brillante surgió de los objetos, envolviendo todo el pueblo. Las chicas cerraron los ojos ante la intensidad de la luz. Cuando la luz se desvaneció, abrieron los ojos y para su asombro, las calles estaban llenas de gente nuevamente. Habían roto el hechizo y salvado a su pueblo.
El pueblo celebró a las chicas como heroínas. Desde ese día, se convirtieron en leyendas locales, recordadas por su valentía y astucia. Aprendieron que, juntas, podían superar cualquier desafío, y que incluso en los momentos más oscuros, la esperanza y la amistad eran las luces que las guiaban.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.