En un pequeño pueblo donde las calles siempre estaban llenas de risas y juegos de niños, se encontraba la Escuela Aventura, un lugar mágico para aprender y soñar. Entre sus coloridos muros, Amelia y Matia, dos inseparables amigos, vivían las más emocionantes aventuras.
Un día, algo extraordinario sucedió. Mientras la profesora explicaba una nueva lección, un sonoro aguacero comenzó a golpear las ventanas del salón. Los niños, sorprendidos, se acercaron curiosos para observar. Fuera, el cielo se había oscurecido y la lluvia caía con una fuerza impresionante.
«¡Quédate en tu silla, Amelia!», exclamó la profesora, pero Amelia, siempre curiosa y aventurera, ya estaba junto a la ventana, con los ojos brillando de emoción. Matia, más cauteloso pero igual de intrigado, se unió a su lado. Juntos, observaron cómo el pasillo de la escuela se transformaba en un pequeño río brillante.
De repente, la campana sonó, anunciando el recreo. Los niños, emocionados, corrieron hacia la puerta, pero la profesora los detuvo. «Es demasiado peligroso salir con este aguacero», dijo con preocupación. Sin embargo, Amelia y Matia no podían dejar pasar la oportunidad de explorar aquel misterioso fenómeno.
Mientras los demás niños jugaban en el salón, Amelia y Matia, equipados con sus uniformes de exploradores imaginarios, decidieron investigar el origen de aquel aguacero. Se deslizaron sigilosamente por el pasillo inundado, sintiendo la emoción de una aventura inesperada.
Al llegar al patio de la escuela, descubrieron algo asombroso: la lluvia caía solo sobre la escuela, mientras que el resto del pueblo estaba bañado por un cálido sol. «¡Es como si estuviéramos bajo una nube mágica!», exclamó Matia con asombro.
Decididos a resolver el misterio, comenzaron a buscar pistas. Encontraron huellas extrañas en el barro, pequeñas y redondeadas, como si pertenecieran a un animal desconocido. Siguiéndolas, llegaron a un rincón del jardín donde encontraron una sorpresa aún mayor.
Allí, escondido entre los arbustos, encontraron un extraño objeto brillante. Era una pequeña caja de metal con intrincados diseños y un botón centelleante. «Debe ser un dispositivo para controlar el clima», dijo Amelia con convicción. Matia, siempre más prudente, sugirió llevarlo con la profesora, pero Amelia tenía otra idea.
«¡Vamos a apretar el botón y ver qué sucede!», propuso con entusiasmo. Matia, aunque nervioso, asintió, confiando en su valiente amiga. Con un clic, el cielo comenzó a aclararse, y la lluvia cesó de inmediato. El misterioso aguacero había terminado.
Al volver al salón, todos los niños los recibieron como héroes. La profesora, impresionada, les pidió explicaciones. Con una sonrisa, Amelia y Matia contaron su aventura, mostrando el misterioso dispositivo que habían encontrado.
La profesora examinó la caja y descubrió que era un antiguo artefacto meteorológico perdido, probablemente dejado por un científico olvidado. Gracias a la valentía y curiosidad de Amelia y Matia, la Escuela Aventura había sido salvada de un eterno aguacero.
Desde aquel día, Amelia y Matia se convirtieron en los pequeños héroes de la Escuela Aventura. Prometieron seguir explorando y aprendiendo juntos, siempre listos para su próxima gran aventura.
Y así, mientras el sol brillaba nuevamente sobre la escuela y los niños volvían a sus juegos y risas, Amelia y Matia miraron al cielo, sabiendo que cualquier día podría traer una nueva y emocionante aventura.
Fin
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.