Había una vez un padre llamado Samuel que tenía dos hijos muy especiales: Sergio y Ana Lucía. Samuel era un hombre alto con el cabello negro y corto. Le encantaba llevar una camisa azul y unos jeans cómodos. Sergio, su hijo, era un niño de cabello castaño y corto que siempre usaba una camiseta roja y unos pantalones cortos verdes. Ana Lucía, la más pequeña, tenía el cabello largo y rubio, y le encantaba su vestido amarillo que la hacía parecer un rayo de sol.
Un día soleado, Samuel decidió que era el momento perfecto para llevar a sus hijos a una gran aventura. Les había hablado de un bosque mágico que estaba lleno de árboles altos, flores que brillaban y animales juguetones. Los tres se emocionaron mucho con la idea y prepararon sus mochilas con comida, agua y una linterna, por si acaso.
Cuando llegaron al bosque, se quedaron maravillados con la belleza del lugar. Los árboles eran tan altos que parecían tocar el cielo, y las flores brillaban con todos los colores del arco iris. Samuel, Sergio y Ana Lucía comenzaron a caminar por un sendero que se adentraba en el corazón del bosque.
A medida que avanzaban, se encontraron con un grupo de ardillas que jugaban entre las ramas. Las ardillas los saludaron y les ofrecieron nueces como muestra de amistad. Ana Lucía, encantada con las ardillas, aceptó las nueces y las guardó en su mochila. Sergio, siempre curioso, preguntó a las ardillas si sabían de algún lugar especial en el bosque.
«Sí, claro», dijo una ardilla con una voz aguda y alegre. «Hay una cascada mágica que no está muy lejos de aquí. El agua de esa cascada es tan clara que puedes ver tu reflejo como si fuera un espejo.»
Decididos a encontrar la cascada, siguieron las indicaciones de las ardillas. El camino era un poco difícil, pero Samuel les animaba diciendo: «¡Vamos, valientes aventureros! Nada nos detendrá.» Sergio y Ana Lucía reían y seguían adelante, llenos de energía y emoción.
Después de un rato, escucharon el sonido del agua. «¡Debe ser la cascada!», exclamó Sergio. Corrieron hacia el sonido y, efectivamente, allí estaba: una hermosa cascada que caía sobre una laguna cristalina. El agua brillaba bajo el sol y creaba un arco iris en el aire.
«Es increíble», dijo Ana Lucía, mientras se acercaba a la orilla. Samuel y Sergio también estaban maravillados. Decidieron tomarse un descanso y disfrutar del lugar. Samuel sacó unos bocadillos de su mochila y se sentaron a comer mientras observaban la cascada.
De repente, escucharon un ruido extraño proveniente del bosque. Parecía un susurro, como si alguien estuviera hablando en voz baja. Los tres se miraron con curiosidad y decidieron investigar. Siguiendo el sonido, llegaron a un claro donde encontraron algo sorprendente: una puerta de madera muy antigua, cubierta de enredaderas y flores.
«¿Qué crees que hay detrás de esa puerta?», preguntó Sergio con los ojos muy abiertos.
«No lo sé», respondió Samuel. «Pero solo hay una manera de averiguarlo.»
Con cuidado, Samuel empujó la puerta, que se abrió lentamente con un chirrido. Al otro lado, había un sendero iluminado por una luz suave y dorada. Sin pensarlo dos veces, los tres entraron, emocionados por lo que podrían descubrir.
El sendero los llevó a un lugar mágico, lleno de plantas luminosas y árboles que parecían susurrar canciones. Era como si hubieran entrado en otro mundo. Caminando por el sendero, encontraron una pequeña aldea habitada por criaturas diminutas, con alas translúcidas y orejas puntiagudas. Las criaturas eran del tamaño de niños y se veían muy amables.
«¡Bienvenidos!», dijo una de las criaturas con una voz melodiosa. «Somos los guardianes del Bosque de Luz. Hemos estado esperando vuestra visita.»
Samuel, Sergio y Ana Lucía estaban asombrados. Las criaturas los rodearon y los llevaron a una gran plaza donde había una fuente que brillaba con luz propia. La criatura que los había saludado, que parecía ser la líder, les explicó que la fuente era mágica y podía conceder un deseo a quienes demostraran tener un corazón puro.
«Cada uno de ustedes puede pedir un deseo», dijo la criatura con una sonrisa amable. «Pero recuerden, deben ser deseos de corazón.»
Sergio, con su amor por la naturaleza, deseó que el bosque mágico siempre estuviera protegido y lleno de vida. Ana Lucía, que amaba a los animales, pidió que todos los animales del mundo estuvieran siempre felices y seguros. Samuel, con su corazón de padre, deseó que sus hijos siempre fueran felices y estuvieran llenos de aventuras y amor.
La fuente brilló intensamente y luego se calmó, como si hubiera escuchado y aceptado los deseos. Las criaturas aplaudieron y celebraron, agradecidas por los buenos deseos de la familia.
Después de un día lleno de magia y maravillas, Samuel, Sergio y Ana Lucía se despidieron de las criaturas y regresaron al sendero que los llevó de vuelta a la puerta de madera. Al cruzarla, se encontraron nuevamente en el claro junto a la cascada.
«Fue una aventura increíble», dijo Ana Lucía, abrazando a su papá.
«Sí, y lo mejor es que lo hicimos juntos», agregó Sergio con una sonrisa.
Samuel miró a sus hijos con orgullo y alegría. «Siempre recuerden que la verdadera aventura está en el corazón y en los momentos que compartimos. Hoy ha sido un día que nunca olvidaremos.»
Los tres emprendieron el camino de regreso a casa, sabiendo que aquel bosque mágico siempre estaría allí, esperando para ofrecerles nuevas aventuras. Samuel, Sergio y Ana Lucía siguieron explorando el mundo juntos, descubriendo que la verdadera magia estaba en la amistad, el amor y la curiosidad que los unía.
Y así, cada vez que recordaban aquel día, sonreían con la certeza de que la vida es una gran aventura, llena de sorpresas y maravillas, especialmente cuando se vive con un corazón valiente y generoso.
Fin.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.