Había una vez un niño llamado Nico que adoraba las chuches. Un día, mientras paseaba por el centro de la ciudad, encontró una tienda de chuches que nunca había visto antes. Era una tienda mágica, con luces brillantes y colores vibrantes que invitaban a entrar. Nico, lleno de curiosidad, no pudo resistir la tentación y entró.
La tienda estaba llena de estantes con todas las chuches que uno pudiera imaginar. Había caramelos, piruletas, chocolates, y por supuesto, sus favoritas: las gominolas. Nico caminó entre los estantes, maravillado por la variedad, hasta que encontró un frasco grande lleno de ositos gominola. Sin pensarlo dos veces, compró un osito gominola de color verde y lo puso en su boca.
En el momento en que Nico mordió el osito gominola, algo increíble sucedió. Sintió un cosquilleo en todo su cuerpo y, de repente, fue teletransportado a un mundo completamente nuevo. Nico abrió los ojos y se encontró rodeado de árboles de caramelo, caminos de gelatina y flores de algodón de azúcar. No podía creer lo que veía: estaba en el Mundo de los Ositos Gominola.
A su alrededor, pequeños ositos gominola de todos los colores se acercaron para saludarlo. Uno de ellos, un osito gominola amarillo llamado Osito Gominola, se convirtió rápidamente en su amigo. «Bienvenido al Mundo de los Ositos Gominola, Nico», dijo Osito Gominola con una sonrisa. «Te enseñaremos todo sobre nuestro hogar mágico.»
Osito Gominola y sus amigos llevaron a Nico a través del mundo de las gominolas. Visitaron el Bosque de Caramelos, donde los árboles estaban cubiertos de caramelos duros y masticables. Luego, caminaron por el Río de Chocolate, donde podían beber chocolate caliente directamente del río. Nico estaba asombrado y se sentía muy feliz de haber encontrado un lugar tan maravilloso.
Un día, mientras exploraban, Nico y los ositos gominola escucharon un grito de ayuda. Corrieron hacia el sonido y encontraron a un pequeño osito gominola atrapado en una red de regaliz. Sin pensarlo dos veces, Nico y Osito Gominola comenzaron a liberar al osito, que resultó ser el hijo del Rey de los Ositos Gominola. Con gran esfuerzo, lograron cortar la red y liberar al pequeño.
El Rey de los Ositos Gominola, un osito grande y dorado, llegó poco después y, al ver a su hijo a salvo, agradeció a Nico y a Osito Gominola por su valentía. «Has salvado a mi hijo», dijo el Rey con gratitud. «No sé cómo agradecerte lo suficiente. Como muestra de nuestro agradecimiento, te coronaré como el Rey del Mundo de los Ositos Gominola.»
Nico no podía creer lo que estaba escuchando. El Rey de los Ositos Gominola le puso una corona brillante en la cabeza y todos los ositos gominola comenzaron a aplaudir y a vitorear. «¡Soy el Rey! ¡Soy el Rey!», gritaba Nico, corriendo por el castillo de gominolas con una gran sonrisa en el rostro.
Como Rey, Nico se encargó de que el Mundo de los Ositos Gominola fuera un lugar aún mejor. Construyó parques de juegos de chicle, organizó festivales de dulces y aseguró que todos los ositos gominola fueran felices y estuvieran bien cuidados. Osito Gominola, su fiel amigo, siempre estaba a su lado, ayudándolo a gobernar con sabiduría y bondad.
El antiguo Rey visitaba a Nico con frecuencia, y ambos se hicieron grandes amigos. Nico siempre le recordaba lo agradecido que estaba por la oportunidad de ser Rey y por las maravillosas aventuras que vivían juntos. Cada día en el Mundo de los Ositos Gominola era una nueva aventura, llena de risas, dulces y amistad.
Sin embargo, a pesar de toda la diversión, Nico sabía que algún día tendría que regresar a su propio mundo. Un día, mientras paseaba por los jardines de gominola, Osito Gominola se acercó a él con una mirada triste. «Nico, sabemos que echas de menos tu hogar y a tu familia. Siempre serás nuestro Rey, pero entendemos que debes regresar.»
Nico asintió, sabiendo que su tiempo en el Mundo de los Ositos Gominola había sido mágico, pero que era momento de volver. El Rey y todos los ositos gominola se reunieron para despedirse. «Siempre serás bienvenido aquí, Nico», dijo el Rey con una sonrisa. «Nuestro mundo siempre será tu hogar.»
Con lágrimas de felicidad, Nico se despidió de sus amigos y, con un último mordisco de un osito gominola, sintió nuevamente el cosquilleo en su cuerpo. En un abrir y cerrar de ojos, estaba de vuelta en la tienda de chuches. Todo parecía igual, pero Nico sabía que había vivido una experiencia increíble.
Salió de la tienda con una sonrisa en el rostro, sabiendo que siempre llevaría consigo los recuerdos de su aventura en el Mundo de los Ositos Gominola. A partir de ese día, cada vez que comía un osito gominola, recordaba a sus amigos y las maravillas de aquel mundo mágico.
Y así, Nico continuó su vida, pero siempre con la certeza de que, en algún lugar, existía un mundo maravilloso lleno de ositos gominola esperando por nuevas aventuras.
Fin.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.