En un futuro no muy lejano, donde la tecnología había transformado la educación, Gabriel y Kamila eran dos amigos inseparables que asistían a la Academia del Conocimiento, una escuela donde los estudiantes aprendían sobre la historia, la ciencia y el arte de una manera única y emocionante. Las aulas estaban equipadas con pantallas holográficas que proyectaban imágenes y datos en 3D, haciendo que cada lección fuera una aventura.
Un día, mientras Gabriel y Kamila se sentaban en su clase de historia, el profesor, un robot llamado Profesor Holo, les lanzó un desafío.
—Hoy vamos a explorar los números romanos —anunció el profesor, activando una pantalla que mostraba cifras romanas parpadeantes—. Quiero que descubran cómo se crearon y qué importancia tienen en nuestra cultura.
Gabriel, con su curiosidad natural, levantó la mano.
—Profesor, ¿por qué los romanos decidieron usar esos números en lugar de otros sistemas?
Kamila, que siempre había estado interesada en la historia antigua, sonrió al escuchar a su amigo. Ella se giró hacia él y dijo:
—¡Eso suena interesante! Deberíamos investigar juntos.
Después de la clase, los dos amigos se dirigieron a la biblioteca de la Academia. Allí, los estantes estaban repletos de libros sobre la historia del mundo, y en el centro, había una mesa con una computadora holográfica. Kamila encendió la computadora y comenzó a buscar información sobre los números romanos.
—Mira esto —dijo Kamila, señalando la pantalla—. Los números romanos se originaron en la antigua Roma y se utilizaban en todo el Imperio Romano. Eran simples de entender, pero muy útiles para contar.
Gabriel se inclinó hacia adelante, intrigado.
—¿Cómo funcionaban?
Kamila se adentró en la explicación, mostrándole a Gabriel las letras que representaban los números: I para uno, V para cinco, X para diez, L para cincuenta, C para cien, D para quinientos y M para mil.
—Es fascinante cómo estos símbolos se combinaban para formar otros números. Por ejemplo, II es dos, porque es una I al lado de otra I. Y IV es cuatro, porque se resta uno de cinco. —dijo Kamila, mientras los dos amigos seguían explorando.
—Es como un código secreto —exclamó Gabriel, emocionado—. ¡Me encanta! Pero, ¿por qué no lo usamos hoy en día?
Kamila se detuvo a pensar por un momento.
—Quizás porque los números arábigos son más fáciles de usar para las matemáticas modernas. Pero aún vemos números romanos en cosas como los relojes y algunas fechas. —respondió.
Ambos amigos continuaron investigando hasta que llegaron a una sección que hablaba sobre el impacto de los números romanos en la arquitectura. Kamila leyó en voz alta sobre cómo los romanos usaron los números en sus grandes construcciones, como el Coliseo y el Panteón.
—¡Mira! —dijo Kamila, emocionada—. ¡Los romanos tenían una manera increíble de hacer cosas!
Gabriel sonrió, imaginando la grandeza de esos monumentos antiguos.
—Deberíamos hacer algo con esta información. Tal vez un proyecto donde usemos números romanos para crear un artefacto que represente a Roma.
Kamila asintió con entusiasmo.
—¡Eso sería genial! Podríamos hacer un reloj que muestre la hora con números romanos.
Con la idea en mente, los amigos se pusieron a trabajar. Pasaron las siguientes semanas recopilando materiales, aprendiendo más sobre la historia de Roma y los números romanos. Usaron cartón, pintura y luces LED para crear un hermoso reloj que no solo marcaba la hora, sino que también contaba la historia de los romanos.
El día de la presentación del proyecto llegó. En la sala de exposiciones de la Academia, Gabriel y Kamila exhibieron su reloj, adornado con números romanos brillantes y una base que representaba los monumentos de Roma. Todos los estudiantes se reunieron para admirar su trabajo.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.