En un rincón lejano del vasto universo, donde las estrellas brillan con una intensidad que parece mágica, existe una galaxia llamada Olimpia. Olimpia no es una galaxia común y corriente, pues es el hogar de seres extraordinarios y de misterios insondables. En el centro de esta galaxia se encuentra un agujero negro, un lugar donde el tiempo y el espacio se mezclan en un baile eterno. Allí es donde comienza nuestra historia.
En Olimpia vivía un niño llamado Alex. Alex era un niño curioso y valiente, con un corazón lleno de sueños y deseos de aventura. Su mejor amigo y fiel compañero era un pequeño perrito llamado Estrella. Estrella tenía un pelaje blanco y esponjoso, y sus ojos brillaban con un destello travieso. Juntos, Alex y Estrella exploraban cada rincón de su mundo, siempre en busca de nuevas historias y secretos por descubrir.
Una noche, mientras observaban el cielo estrellado, Alex notó algo extraño. Una luz verde, brillante y misteriosa, surgía del agujero negro en el centro de la galaxia. Intrigado, decidió que debía investigar. No pasó mucho tiempo antes de que Alex y Estrella se encontraran en un viaje hacia el corazón de la galaxia, hacia el misterioso agujero negro.
En su camino, encontraron a un ser impresionante: Zeus, el dios griego del trueno. Zeus era majestuoso, con una barba blanca como las nubes y ojos que parecían contener la sabiduría de mil estrellas. Aunque era imponente, Zeus saludó a Alex con una sonrisa amigable.
«Hola, joven aventurero,» dijo Zeus con una voz que resonaba como el trueno. «He oído que buscas respuestas sobre el agujero negro. Debes saber que este lugar es más que un simple misterio cósmico. Es un portal hacia mundos desconocidos.»
Alex y Estrella siguieron a Zeus a través del espacio estrellado hasta encontrarse con otra deidad: Atenea, la diosa griega de la sabiduría y la guerra. Atenea era elegante y serena, con una armadura dorada que brillaba bajo la luz de las estrellas.
«Aquí encontrarás la clave para entender los secretos del agujero negro,» dijo Atenea, entregando a Alex un antiguo pergamino. «Este pergamino contiene la historia de cómo los dioses crearon Olimpia y cómo el agujero negro se convirtió en un portal. Solo los de corazón valiente y puro pueden descifrar su lenguaje.»
Alex tomó el pergamino con manos temblorosas, sintiendo la antigüedad del papel bajo sus dedos. Sabía que este era el inicio de una gran aventura. Mientras continuaban su viaje, encontraron a un ser aún más peculiar: un fantasma llamado Spectro. Él no era un fantasma aterrador, sino uno amistoso y curioso, siempre listo para ayudar.
«¡Hola! Soy Spectro,» dijo el fantasma, flotando alrededor de Alex y Estrella. «He estado explorando el agujero negro desde hace siglos. Puedo llevarlos a su corazón, pero deben estar preparados para enfrentar sus mayores temores.»
El temor se apoderó de Alex por un momento, pero el coraje en su corazón le dio fuerzas. Con Estrella a su lado y sus nuevos amigos guiándolos, se dirigieron hacia el agujero negro. La oscuridad los envolvía, pero una luz suave y verde los guiaba.
Dentro del agujero negro, el tiempo y el espacio se distorsionaban. Vieron imágenes de dioses antiguos, batallas épicas y mundos perdidos. Era como un sueño hecho realidad, pero también una pesadilla llena de peligros. A cada paso, Alex sentía la soledad y el temor, pero también la compañía de sus amigos y la esperanza de descubrir la verdad.
De repente, una figura oscura emergió de las sombras. Era una entidad que representaba la oscuridad misma del agujero negro. Su presencia era abrumadora, y Alex sintió su corazón latir con fuerza.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.