Cuentos de Ciencia Ficción

La Mariposa Azul

Lectura para 6 años

Tiempo de lectura: 5 minutos

Español

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En un jardín lleno de vida y color, donde las flores de todos los tamaños y formas se mecían suavemente con la brisa, vivía una pequeña mariposa que era muy especial. A diferencia de sus amigas mariposas, que tenían alas de colores variados, ella tenía un hermoso color azul que brillaba bajo el sol. Su nombre era Mariposa Azul.

Desde que nació, la Mariposa Azul se sintió diferente. Mientras sus amigas mariposas, como la Mariposa Roja y la Mariposa Amarilla, jugaban y volaban juntas, la Mariposa Azul se quedaba sola, mirando desde lejos. Sus amigas a veces se burlaban de ella, diciéndole que su color era raro, y eso hacía que la Mariposa Azul se sintiera triste y poco valorada.

—¿Por qué soy diferente? —se preguntaba la Mariposa Azul cada vez que se miraba en el reflejo del agua del estanque.

Su mamá, la Madre de la Mariposa Azul, siempre la consolaba con palabras dulces y llenas de amor.

—Eres hermosa tal como eres —le decía su mamá—. Tu color es único, y eso es lo que te hace especial. No te preocupes por lo que digan los demás.

Pero la Mariposa Azul no podía evitar sentirse triste. A veces, deseaba ser como las demás, con colores más comunes, para que la aceptaran y no se rieran de ella. Un día, después de escuchar una vez más las burlas de sus amigas, decidió que ya no quería seguir así. Quería encontrar un lugar donde la aceptaran y la apreciaran tal como era.

—Voy a volar lejos de aquí —se dijo a sí misma—. Buscaré un lugar donde pueda ser feliz.

Y así, una mañana de primavera, la Mariposa Azul emprendió su vuelo. Voló sobre el jardín, más allá de las colinas cubiertas de flores, y llegó a un lugar que nunca antes había visto. Era un rincón del jardín donde las flores crecían más altas y las mariposas que allí vivían parecían ser diferentes. Fue en ese lugar donde conoció a una mariposa muy especial: la Mariposa Negra.

La Mariposa Negra era majestuosa. Sus alas eran de un negro profundo, pero cuando las movía bajo la luz del sol, brillaban con reflejos plateados. Todos en el jardín la admiraban, no solo por su apariencia, sino también por su sabiduría y amabilidad. La Mariposa Azul se acercó a ella, tímidamente.

—Hola —dijo la Mariposa Azul con voz suave—. Me preguntaba… ¿cómo haces para ser tan feliz sin importar lo que digan los demás?

La Mariposa Negra sonrió con ternura y posó sus alas sobre una flor cercana.

—Querida mariposa —respondió con una voz llena de sabiduría—, la clave para ser feliz está en amarte a ti misma. Nadie puede hacerte sentir menos si tú te valoras. La verdadera belleza no está en parecerse a los demás, sino en ser quien realmente eres.

Esas palabras resonaron en el corazón de la Mariposa Azul. Por primera vez, sintió que alguien entendía lo que ella estaba viviendo. La Mariposa Negra continuó hablando con calma.

—Durante mucho tiempo pensé que mi color negro no era especial —confesó la Mariposa Negra—, pero con el tiempo, comprendí que lo que nos hace únicos es lo que nos da poder. Si todos fuéramos iguales, el jardín perdería su magia. Tú, querida mariposa, debes aprender a volar alto, orgullosa de ser tú misma.

La Mariposa Azul escuchó atentamente y sintió cómo sus palabras llenaban su corazón de valor. Después de despedirse de la Mariposa Negra, decidió que no volvería a esconderse ni a sentir vergüenza por su color. Volvió al jardín donde vivía, decidida a mostrarse tal como era.

Al llegar, la Mariposa Azul notó que sus amigas la miraban con curiosidad. Nunca la habían visto volar tan alto, tan segura de sí misma. Decidió hacer algo que nunca antes había hecho: volar en círculos sobre las flores, dejando que el sol brillara en sus alas azules.

Mientras lo hacía, algo mágico sucedió. Las mariposas que antes se reían de ella, comenzaron a mirarla con asombro. Su vuelo era tan elegante y su color tan brillante que todas quedaron maravilladas.

—¡Miren cómo brilla! —exclamó una mariposa.

—¡Qué hermosa es! —dijo otra.

La Mariposa Azul se dio cuenta de que la belleza no solo está en los colores comunes, sino en ser auténtico y mostrar lo que uno realmente es. A partir de ese día, voló feliz por el jardín, compartiendo su alegría con todas las mariposas. Ya no le importaba ser diferente, porque había aprendido que ser única era su mayor fortaleza.

Sus amigas, que antes la habían rechazado, ahora la admiraban y querían volar junto a ella. Pero la Mariposa Azul no guardaba rencor. En cambio, las invitaba a jugar, enseñándoles lo que había aprendido de la Mariposa Negra: que la verdadera belleza está en aceptarse y amarse a uno mismo.

Así, la Mariposa Azul se convirtió en un ejemplo para todas las demás. En lugar de esconderse, volaba libre, feliz y orgullosa de ser diferente. Y cada vez que se sentía insegura, recordaba las palabras de la Mariposa Negra y sonreía. Sin embargo, aunque había ganado confianza en sí misma, la Mariposa Azul no imaginaba que su viaje hacia la verdadera aceptación estaba lejos de terminar.

Una tarde, mientras volaba sobre su jardín, la Mariposa Azul notó algo extraño. En un rincón del jardín, entre las flores más altas, había una mariposa que nunca antes había visto. Era pequeña y tenía un color opaco, casi gris. Sus alas parecían frágiles y no brillaban bajo la luz del sol como las demás mariposas. La Mariposa Azul, siempre curiosa y ahora más segura de sí misma, decidió acercarse.

—Hola —dijo suavemente, posándose en una flor cercana—. No te había visto antes. ¿Quién eres?

La pequeña mariposa la miró con ojos tristes y bajó la vista.

—Soy la Mariposa Gris —respondió con voz tímida—. Vivo en este rincón porque no quiero que las demás mariposas me vean. No soy bonita como tú. Mis alas no tienen colores brillantes, y cuando intento volar, nadie me presta atención.

La Mariposa Azul sintió un nudo en el estómago. Las palabras de la Mariposa Gris le recordaban sus propios sentimientos de tristeza cuando las otras mariposas se burlaban de ella por ser diferente.

—Yo también me sentía así antes —dijo la Mariposa Azul—. Me sentía sola porque mis amigas no entendían que ser diferente no es malo. Pero conocí a alguien que me enseñó que lo importante es amarnos tal como somos, sin importar lo que digan los demás.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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