Era una mañana soleada en la pequeña ciudad de Vallena, y los rayos del sol iluminaban con dulzura el patio de la casa de las hermanas Rossetti. Ese día era especial, pues Anto, la menor de las cuatro hermanas, cumplía 12 años. Las decoraciones colgaban por todo el jardín, y el aroma de las flores recién cortadas llenaba el aire. Aunque todo parecía una celebración común, algo estaba a punto de cambiar la vida de Anto para siempre.
Romii, la mayor de las hermanas, observaba a su hermana menor mientras abría los regalos con una sonrisa de emoción. Aunque Anto reía y disfrutaba del momento, Romii sabía que había llegado la hora de revelarle algo importante. Algo que, durante años, sus otras dos hermanas, Ara y Cinti, y ella misma habían mantenido en secreto.
Cuando la fiesta terminó y los invitados se despidieron, Romii reunió a sus hermanas en el salón de la casa. Anto, aún llena de la alegría de su cumpleaños, miró a su hermana mayor con curiosidad. No entendía por qué sus tres hermanas la habían rodeado de repente con una expresión seria en sus rostros.
«Anto, hay algo que debes saber,» comenzó Romii, mientras se inclinaba hacia adelante, sus largos cabellos verdes brillando bajo la luz. «Hoy no es solo tu cumpleaños, es también el día en que te revelamos quién eres realmente.»
Anto arqueó una ceja, confundida. «¿Qué? ¿De qué hablas?»
«Nosotras no somos simples hermanas. Somos hadas, Anto,» explicó Ara, su cabello corto y lacio reflejando la luz con un brillo casi metálico. «Y tú también lo eres.»
Las palabras de Ara resonaron en la cabeza de Anto. ¿Hadas? Era ridículo. Seguro que era una broma elaborada por sus hermanas para hacer más especial su cumpleaños. Pero algo en la forma en que hablaban la hizo dudar.
«Sí, hadas,» añadió Cinti, con una sonrisa traviesa. Su cabello rojo parecía brillar con una intensidad propia. «Estamos aquí para proteger la Tierra de las brujas que quieren robar su vitalidad.»
Anto se cruzó de brazos. «No les creo. Esto es solo una broma.»
Romii sonrió, sabiendo que sería difícil convencerla solo con palabras. «¿No nos crees? Entonces, te lo demostraremos.»
De repente, Romii levantó una mano al cielo y comenzó a cantar una melodía suave y envolvente. A medida que cantaba, su cabello verde comenzó a brillar, y su cuerpo se transformó. Alrededor de ella, instrumentos musicales mágicos aparecieron flotando en el aire, y una brisa suave comenzó a rodearla. Era el hada de la Música.
Ara dio un paso al frente y, con un simple gesto de sus manos, activó varios dispositivos electrónicos que había alrededor de la casa. Su cabello comenzó a emitir un resplandor azulado, y pequeñas luces y símbolos tecnológicos flotaron a su alrededor. Era el hada de la Tecnología.
Por último, Cinti se colocó en el centro de la sala y, con un chasquido de sus dedos, una pequeña llama apareció en su palma. Su cabello rojo parecía estar hecho de fuego vivo, y su sonrisa reflejaba la pasión de su poder. Era el hada del Fuego.
Anto se quedó sin palabras. No podía creer lo que estaba viendo. Sus tres hermanas acababan de transformarse en hadas frente a sus ojos. La incredulidad la invadió, pero también una chispa de emoción empezó a crecer dentro de ella.
«Ahora es tu turno, Anto,» dijo Romii con dulzura. «Ven con nosotras. Hay alguien que te ayudará a entender quién eres.»
Sin decir más, las hermanas llevaron a Anto al bosque cercano, un lugar que siempre había sido especial para ellas. A medida que caminaban más profundamente entre los árboles, el aire se volvía más denso, casi mágico. Finalmente, llegaron a una pequeña cabaña rodeada de flores brillantes y criaturas del bosque. Allí, en la puerta, las esperaba una anciana de cabello plateado que irradiaba sabiduría.
«Abuela,» murmuró Romii con reverencia.
La anciana asintió y luego miró directamente a Anto. «Has llegado, pequeña. Hoy descubrirás tu verdadero poder.»
Anto tragó saliva, nerviosa. La abuela siempre había sido una figura sabia y cariñosa en su vida, pero nunca había imaginado que ella también formaba parte de algo tan extraordinario.
«Para despertar tus poderes, deberás superar tres pruebas,» continuó la abuela. «Solo entonces podrás descubrir qué tipo de hada eres.»
Anto asintió, sabiendo que no podía retroceder. Estaba lista, o al menos eso creía.
La primera prueba la llevó a un claro del bosque lleno de animales. De repente, uno de los ciervos que pastaban cerca se acercó a ella, y en sus ojos, Anto vio una tristeza profunda. Se dio cuenta de que el animal estaba herido. Sin pensarlo dos veces, extendió una mano hacia el ciervo, y al hacerlo, sintió una conexión profunda con él. De alguna manera, supo lo que debía hacer. Una energía cálida fluyó desde su interior, sanando al ciervo al instante.
La segunda prueba fue mucho más complicada. La abuela la llevó a un lugar oscuro y lleno de criaturas aterradoras, pero en lugar de tener miedo, Anto sintió una extraña calma. Los animales, que al principio parecían amenazantes, pronto se acercaron a ella, buscando su compañía. Anto entendió entonces que tenía un don especial para comunicarse con los animales, incluso con los más temidos.
La tercera y última prueba fue la más difícil. Anto tuvo que proteger a un pequeño zorro de un grupo de brujas que intentaban capturarlo. Aunque se sentía débil y asustada, encontró la valentía dentro de ella y usó todo su poder para salvar al zorro. Al hacerlo, se transformó en el hada de los Animales. Sus manos brillaban con una luz suave, y una manada de animales apareció a su alrededor, reconociéndola como su protectora.
La abuela sonrió con orgullo. «Has pasado las pruebas, Anto. Ahora eres el hada de los Animales.»
Romii, Ara y Cinti la abrazaron, emocionadas de ver a su hermana menor aceptar su verdadero destino. Pero antes de que pudieran celebrar, la abuela se puso seria.
«Ahora que conoces tus poderes, hay algo importante que debes hacer. Las brujas están más activas que nunca, y necesitan ser detenidas. Su próximo objetivo es la vitalidad de este bosque. Sin él, la Tierra se debilitará.»
Las cuatro hermanas sabían que su misión acababa de empezar.
Durante las semanas siguientes, Anto entrenó duro junto a sus hermanas, aprendiendo a controlar sus nuevos poderes. Mientras Romii utilizaba la música para calmar a las criaturas del bosque, Ara creaba dispositivos para rastrear a las brujas, y Cinti practicaba con su fuego, Anto aprendió a comunicarse con cada animal del bosque, formando un ejército de aliados.
Finalmente, llegó el día de enfrentarse a las brujas. Las cuatro hermanas se adentraron en el corazón del bosque, donde las brujas ya estaban reuniendo su poder oscuro para robar la vitalidad de la Tierra.
La batalla fue intensa, pero gracias a la unión de sus poderes y a la ayuda de los animales, lograron vencer a las brujas, sellando su magia oscura y devolviendo la paz al bosque.
Al final del día, mientras el sol se ponía, las cuatro hermanas se sentaron bajo un gran roble, agotadas pero llenas de satisfacción.
«Lo logramos,» murmuró Anto, aún sorprendida por todo lo que había pasado en tan poco tiempo.
«Sí,» respondió Romii con una sonrisa. «Pero este solo fue el comienzo. Juntas, protegeremos la Tierra de cualquier amenaza.»
Anto sonrió. Por primera vez en su vida, se sentía completamente parte de algo mucho más grande que ella misma. Estaba lista para lo que viniera, sabiendo que nunca estaría sola.
Y así, las cuatro hermanas, las hadas protectoras de la Tierra, continuaron su misión, sabiendo que el mundo siempre necesitaría su magia y coraje.
Fin
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.