Ellie siempre había sido una niña curiosa, de esas que encuentran diversión en cada rincón y que se maravillan con las cosas más simples. Vivía en un antiguo castillo con sus padres, quienes eran los guardianes de aquel lugar lleno de historia y misterio. El castillo, con sus altas torres y pasillos laberínticos, era un campo de aventuras para Ellie, quien pasaba horas explorando y descubriendo nuevos secretos.
Un día, mientras jugaba en el ático del castillo, Ellie encontró una puerta pequeña y escondida detrás de un viejo tapiz. Era una puerta que nunca había visto antes, y su curiosidad se encendió al instante. La puerta era de madera oscura, adornada con intrincados grabados que parecían contar una historia antigua. Con manos temblorosas de emoción, Ellie empujó la puerta, que se abrió con un chirrido suave.
Al otro lado, descubrió un pasillo estrecho iluminado por una luz cálida y dorada. Decidida a ver a dónde conducía, Ellie avanzó, sintiendo una mezcla de nerviosismo y emoción. El pasillo terminó en una sala amplia y llena de luz, decorada con plantas que brillaban suavemente y flores que parecían susurrar al viento.
En el centro de la sala, Ellie vio a unas criaturas pequeñas, del tamaño de niños, con alas translúcidas y orejas puntiagudas. Eran de colores vibrantes, y sus ojos reflejaban bondad y sabiduría. Al notar la presencia de Ellie, las criaturas sonrieron y se acercaron volando suavemente.
«Hola, Ellie», dijo una de las criaturas con una voz melodiosa. «Somos los habitantes del Bosque de Luz. Hemos estado esperando tu visita.»
Ellie estaba asombrada y un poco nerviosa, pero la calidez de las criaturas la hizo sentir segura. «¿Cómo saben mi nombre?», preguntó.
«Sabemos mucho sobre ti», respondió otra criatura, de color azul brillante. «Somos guardianes de este mundo secreto, y hemos observado tu bondad y curiosidad desde hace mucho tiempo.»
Las criaturas la invitaron a unirse a ellas, y Ellie aceptó con entusiasmo. Le mostraron su mundo mágico, donde las plantas brillaban con luz propia y los ríos cantaban melodías suaves. Ellie estaba fascinada con todo lo que veía. Cada rincón de ese mundo era un nuevo descubrimiento, y las criaturas eran las guías perfectas, siempre amables y dispuestas a explicar cada detalle.
Pasaron horas que se sintieron como minutos. Las criaturas llevaron a Ellie a una gran biblioteca, llena de libros antiguos y pergaminos dorados. Allí, le contaron historias sobre su mundo y sobre cómo mantenían el equilibrio entre la luz y la oscuridad. Ellie, con su amor por las historias, escuchaba atentamente, haciendo preguntas y aprendiendo todo lo que podía.
A medida que el día avanzaba, las criaturas le mostraron un jardín especial, donde las flores cambiaban de color al ritmo del viento y los árboles cantaban canciones suaves. Ellie nunca había visto algo tan hermoso y se sintió profundamente agradecida por la oportunidad de estar allí.
Sin embargo, mientras el sol comenzaba a ponerse, Ellie sintió una ligera inquietud en el aire. Las criaturas, aunque seguían siendo amables, parecían estar más serias. La criatura azul, que parecía ser la líder, la llevó a un rincón del jardín donde había una gran flor dorada.
«Ellie», dijo la criatura con voz suave, «hay algo que debes saber. Este mundo, aunque hermoso, necesita un equilibrio para mantenerse. Ese equilibrio se logra a través de un sacrificio.»
Ellie frunció el ceño, sin entender completamente. «¿Qué quieres decir?»
«Cada cierto tiempo, necesitamos la energía de un corazón puro para mantener nuestro mundo en armonía», explicó la criatura. «Y tú, Ellie, eres la elegida.»
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.