En un pequeño pueblo rodeado de montañas y ríos cristalinos, vivía una familia muy feliz. Papá, Mamá, Nico y su hermano pequeño eran inseparables. Les encantaba hacer todo tipo de actividades juntos, pero lo que más disfrutaban era jugar al fútbol en el parque los fines de semana. Papá siempre llevaba su camiseta deportiva y Mamá, con su largo cabello oscuro, les animaba desde la línea lateral. Nico, con su energía inagotable, corría tras el balón mientras su hermanito, con sus rizos traviesos, intentaba seguirle el ritmo.
Un día, mientras jugaban en el parque, Mamá recibió una llamada telefónica. Su rostro cambió de expresión y, con lágrimas en los ojos, se acercó a Nico y a su hermano pequeño. Con voz suave pero temblorosa, les dijo que Papá había tenido un accidente y que ya no estaría con ellos. Papá había muerto. La noticia cayó como un balde de agua fría. Nico y su hermano pequeño no podían creer lo que estaban escuchando. El parque, que siempre había sido un lugar de risas y alegría, se volvió silencioso y triste.
Los días que siguieron fueron muy difíciles para la familia. Mamá intentaba ser fuerte por sus hijos, pero a menudo la encontraban llorando en la cocina. Nico, que siempre había sido valiente, ahora se sentía confundido y triste. Su hermano pequeño no entendía completamente lo que había pasado, pero sabía que algo estaba muy mal. Las noches eran las peores, cuando el silencio de la casa hacía más evidente la ausencia de Papá.
Un día, Mamá reunió a Nico y a su hermano pequeño en la sala de estar. «Sé que todos estamos muy tristes porque Papá ya no está con nosotros», dijo Mamá con voz suave. «Pero quiero que sepan que está bien sentir tristeza. Es una forma de recordar lo mucho que amábamos a Papá. Y aunque ya no esté aquí físicamente, siempre estará con nosotros en nuestros corazones y nos cuidará desde las estrellas».
Esa noche, Nico miró al cielo estrellado desde la ventana de su habitación. Las estrellas brillaban con fuerza, y en medio de ellas, Nico imaginó que su papá les sonreía y les enviaba su amor. Sintió una cálida sensación en el pecho y una pequeña sonrisa apareció en su rostro. Al día siguiente, decidió hablar con su hermano pequeño sobre lo que Mamá les había dicho.
«Sabes, Papá siempre estará cuidándonos desde las estrellas», le dijo Nico a su hermano pequeño mientras señalaba el cielo nocturno. Su hermano, con los ojos llenos de curiosidad, miró hacia arriba y asintió lentamente. «Eso significa que aunque no lo podamos ver, él siempre estará con nosotros, en cada partido de fútbol, en cada risa y en cada abrazo».
Con el tiempo, la familia comenzó a encontrar formas de recordar a Papá con alegría en lugar de tristeza. Empezaron a contar historias divertidas sobre él, como la vez que intentó cocinar y casi quema la cena, o cuando les enseñó a andar en bicicleta. Estos recuerdos les hacían reír y sentir que Papá seguía siendo parte de sus vidas.
Los domingos, volvieron a jugar al fútbol en el parque, pero ahora lo hacían con un propósito especial. Mamá les decía que Papá estaría muy feliz de verlos disfrutar del juego que tanto les gustaba. Nico y su hermano pequeño corrían tras el balón con más entusiasmo que nunca, sintiendo que Papá jugaba con ellos desde el cielo.
Un día, mientras jugaban, Nico tuvo una idea. Propuso que plantaran un árbol en el parque en honor a su papá. Mamá y su hermano pequeño estuvieron de acuerdo, y todos juntos eligieron un hermoso árbol joven. Lo plantaron en un lugar especial, y cada vez que lo veían, recordaban a Papá y todo el amor que les había dado.
El árbol creció fuerte y alto, al igual que la familia. Cada primavera, florecía con hermosas flores, y en otoño, sus hojas caían formando un manto de colores brillantes. Nico y su hermano pequeño cuidaban del árbol, regándolo y asegurándose de que siempre estuviera sano, tal como Papá habría querido.
A lo largo de los años, la familia encontró consuelo y fortaleza en sus recuerdos y en la certeza de que Papá siempre estaría con ellos, cuidándolos desde las estrellas. Aprendieron que estaba bien llorar y sentirse tristes a veces, porque esas emociones les ayudaban a sanar y a mantener vivo el amor que sentían por Papá.
Y así, en el pequeño pueblo rodeado de montañas y ríos cristalinos, una familia muy especial continuó viviendo sus vidas con alegría y esperanza, sabiendo que el amor de Papá siempre los guiaría desde el cielo estrellado. Mamá, Nico y su hermano pequeño siguieron adelante, enfrentando cada día con valentía y recordando siempre que, aunque Papá no estaba con ellos físicamente, su amor nunca los dejaría.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.