Cuentos Clásicos

El Bosque de los Libros Perdidos

Lectura para 11 años

Tiempo de lectura: 4 minutos

Español

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Había una vez, en un pequeño pueblo rodeado de montañas y bosques, una niña llamada Sofía. Vivía en una acogedora casa de madera junto a su papá, su hermana menor, y un gato curioso de pelaje gris llamado Pelusa. El pueblo era un lugar tranquilo, con una escuela al final de la calle y un río que serpenteaba entre los árboles del bosque cercano.

Sofía tenía once años y era una niña muy curiosa. Le encantaba leer, y cada día después de la escuela, se sentaba bajo un gran roble en el jardín de su casa con un libro entre las manos. Su hermana menor, Lucía, de ocho años, también compartía su amor por los libros, aunque prefería las historias llenas de aventuras y misterios. Papá siempre les decía que los libros eran ventanas a otros mundos, y ellas lo creían firmemente.

Un día, mientras leían juntas en el jardín, Sofía encontró un viejo libro en la estantería de su papá que nunca antes había visto. El libro no tenía título en la portada, solo un grabado de un árbol con raíces que parecían extenderse en todas direcciones. Intrigada, Sofía abrió el libro y se dio cuenta de que las páginas estaban en blanco.

—Papá, ¿por qué este libro no tiene palabras? —preguntó Sofía, mostrando el libro a su padre.

Papá tomó el libro con cuidado y lo observó con una sonrisa enigmática.

—Este es un libro especial, Sofía. No todos los libros cuentan historias con palabras. Algunos, como este, guardan sus secretos esperando el momento adecuado para revelarlos.

Sofía y Lucía intercambiaron miradas intrigadas. Decidieron llevar el libro con ellas a la escuela al día siguiente, esperando que su maestra pudiera ayudarles a descubrir su misterio.

Al día siguiente, después de las clases, las niñas mostraron el libro a su maestra, la Señora Amelia, quien era conocida por su amor a la lectura y su conocimiento sobre historias antiguas.

—Este libro… —dijo la Señora Amelia mientras lo examinaba— parece estar relacionado con una leyenda del pueblo. Se dice que en el bosque detrás de la montaña, existe un lugar llamado el Bosque de los Libros Perdidos. Según la leyenda, todos los libros que se han perdido o que han quedado olvidados en el tiempo, encuentran su camino a ese bosque. Tal vez este libro esté tratando de decirles algo.

Sofía y Lucía quedaron fascinadas con la historia. Esa misma tarde, decidieron investigar. Sabían que el bosque era un lugar misterioso, pero también que su papá había explorado esos caminos muchas veces cuando era joven. Así que, después de la cena, se armaron de valor y fueron a hablar con él.

—Papá, ¿nos llevarías al Bosque de los Libros Perdidos? —preguntó Sofía.

Papá las miró con una mezcla de preocupación y orgullo. Sabía que sus hijas eran valientes y curiosas, pero también sabía que el bosque podía ser un lugar impredecible.

—Es un lugar que pocos han visto, pero si están decididas, mañana temprano podremos ir. Pero recuerden, el bosque no es un lugar cualquiera. Deben estar atentas a las señales y, sobre todo, no perder de vista el camino.

Esa noche, las niñas apenas pudieron dormir de la emoción. Soñaron con árboles altos cuyas ramas sostenían libros en lugar de hojas, y ríos cuyas aguas susurraban antiguos relatos.

Al amanecer, con mochilas llenas de provisiones y el viejo libro en manos de Sofía, se subieron al auto con su papá y Pelusa, que insistió en acompañarlas. Condujeron hasta donde el camino de tierra se volvía demasiado estrecho para el auto, y desde allí continuaron a pie.

El bosque estaba envuelto en una niebla ligera que parecía moverse con vida propia. Los árboles eran altos y robustos, con hojas que susurraban al viento como si estuvieran contando secretos entre ellas. A medida que avanzaban, el ambiente se volvía más misterioso. Lucía, que iba agarrada de la mano de su hermana, notó que el libro empezaba a mostrar algunas palabras en sus páginas.

—¡Mira, Sofía! —dijo Lucía señalando el libro— ¡Las palabras están apareciendo!

Sofía se detuvo para observar. En la página se leían unas pocas palabras: “El puente de hojas os guiará”. Con el corazón latiendo rápido por la emoción, siguieron avanzando hasta que llegaron a un claro en el bosque.

En el centro del claro, vieron un puente hecho completamente de hojas. Las hojas no se caían ni se movían con el viento; parecían pegadas unas a otras, formando una estructura firme. Sin dudarlo, cruzaron el puente, que crujía suavemente bajo sus pies, como si susurrara las historias de los libros olvidados.

Al otro lado del puente, el paisaje cambió. Los árboles eran diferentes, más antiguos y altos, y en sus ramas colgaban libros de todos los tamaños y colores. Algunos libros estaban encadenados a las raíces de los árboles, mientras que otros flotaban suavemente en el aire, como si estuvieran a la espera de ser leídos.

—Es increíble… —susurró Lucía, con los ojos muy abiertos.

De repente, una voz suave y melodiosa resonó a su alrededor. Era como si el bosque mismo estuviera hablando.

—Bienvenidas al Bosque de los Libros Perdidos, niñas. Este es un lugar donde las historias viven para siempre, esperando a ser descubiertas.

Las niñas miraron a su papá, quien estaba tan sorprendido como ellas. Pelusa, el gato, saltó de sus brazos y comenzó a explorar, moviéndose entre las raíces de los árboles y observando los libros flotantes con curiosidad.

—¿Quién eres? —preguntó Sofía, tratando de encontrar el origen de la voz.

—Soy la guardiana de este bosque —respondió la voz—, y he estado esperando a alguien que pudiera entender el valor de las historias olvidadas. Vosotras habéis traído el libro que busca su lugar aquí.

Sofía miró el libro que sostenía. Ahora estaba lleno de palabras, y la historia que contaba parecía familiar. Era una historia sobre dos hermanas que viajaban con su padre y su gato para descubrir un bosque mágico donde los libros vivían por siempre. Era su propia historia.

—Este libro es sobre nosotras… —murmuró Lucía, asombrada.

—Así es —respondió la voz—. Pero esta historia aún no ha terminado. Debéis encontrar el Árbol del Conocimiento, el más viejo de todos, y colocar el libro en sus raíces. Solo entonces, el libro podrá seguir escribiéndose, y las futuras generaciones podrán conocer vuestra aventura.

Con renovada determinación, las niñas y su papá comenzaron a buscar el Árbol del Conocimiento. El bosque era un laberinto de árboles y caminos, cada uno lleno de libros y misterios. Pero con cada paso, las palabras en el libro guiaban su camino, mostrando pistas y revelando la historia mientras avanzaban.

Finalmente, después de lo que parecieron horas, llegaron a un gigantesco árbol en el centro de una pequeña colina. Sus ramas se extendían como brazos protectores, y en sus raíces se veía un hueco perfecto para un libro.

Sofía se acercó lentamente y colocó el libro en el hueco. En ese momento, el árbol pareció cobrar vida. Sus hojas brillaron con una luz dorada, y las raíces se movieron para envolver el libro suavemente, como si lo estuvieran abrazando.

De repente, el bosque entero se iluminó. Los libros en los árboles comenzaron a brillar, y un suave viento levantó hojas y pétalos de flores, creando un remolino mágico alrededor de ellos.

—Habéis hecho algo maravilloso hoy —dijo la voz de la guardiana—. Este bosque seguirá existiendo gracias a vosotras, y las historias que guarda nunca se perderán. Ahora, es hora de regresar a casa.

El camino de vuelta fue rápido, como si el bosque los estuviera llevando de vuelta a su hogar. Cuando cruzaron de nuevo el puente de hojas, se encontraron en el borde del bosque, justo donde habían comenzado su viaje. El sol estaba comenzando a ponerse, y la casa se veía cálida y acogedora a lo lejos.

Papá sonrió y las abrazó a ambas.

—Estoy muy orgulloso de vosotras. Hoy habéis vivido una aventura que recordaréis siempre.

Pelusa, el gato, se acurrucó en los brazos de Lucía, maullando suavemente. Las niñas, con una mezcla de alegría y satisfacción, miraron hacia el bosque una última vez antes de regresar a casa.

Aquella noche, cuando se fueron a dormir, Sofía y Lucía soñaron con el Bosque de los Libros Perdidos. Sabían que habían vivido algo único y especial, y que su historia ahora formaba parte de algo mucho más grande.

Y así, cada vez que se sentaban a leer un libro, recordaban que en algún lugar, en un rincón escondido del mundo, sus propias aventuras vivían para siempre en el corazón de un bosque mágico. Fin.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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