Cuentos Clásicos

El Primer Paso de Mateo

Lectura para 10 años

Tiempo de lectura: 5 minutos

Español

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En un pequeño pueblo adornado por las flores de la primavera, vivía un niño llamado Mateo. Aunque solo tenía nueve meses de edad, sus ojos curiosos y su sonrisa fácil ya iluminaban cada rincón de la casa donde vivía con su madre y su hermana mayor, Clara.

Clara, con sus ocho años y su cabello largo que bailaba con el viento, era la heroína de Mateo. Él la observaba cada día, maravillado por cómo ella corría y jugaba, deseando con todo su ser poder unirse a ella en esas danzas de la infancia.

Una mañana soleada, mientras su madre y Clara desayunaban, Mateo se sentía especialmente motivado. Con los ojos fijos en Clara, que jugaba con su muñeca nueva cerca de la mesa, decidió que ese sería el día en que se pondría de pie por primera vez.

— Mira, mamá — dijo Clara, notando los esfuerzos de Mateo. — ¡Mateo está intentando levantarse!

Su madre se volvió hacia él y, con una sonrisa de orgullo y un poco de sorpresa, dejó su café para acercarse a Mateo. Ella le ofreció sus dedos como soporte, y con una mezcla de nervios y emoción, Mateo tocó sus manos, intentando equilibrar su pequeño cuerpo.

— ¡Vamos, Mateo! Tú puedes — animó su madre suavemente.

Pero a pesar de sus intentos, Mateo se tambaleó y cayó sobre las almohadas que su madre había dispuesto a su alrededor para su seguridad. No estaba triste; si algo tenía Mateo, era determinación.

Días después, la madre de Mateo decidió llevarlo a ver al doctor Hernández, un pediatra amable y paciente, para asegurarse de que todo estaba bien con el desarrollo de Mateo. El doctor Hernández tenía un consultorio lleno de juguetes y libros coloridos, un lugar que a cualquier niño le encantaría explorar.

— Bueno, Mateo está perfectamente sano — comentó el doctor después de un examen cuidadoso. — Solo necesita un poco de tiempo y mucha práctica.

— Doctor, ¿qué hace que Mateo pueda pararse? ¿Cómo funciona su cuerpo para hacer eso? — preguntó Clara, siempre curiosa.

— Ah, eso es interesante, Clara — respondió el doctor, ajustando sus gafas. — Verás, nuestro cerebro tiene diferentes partes que ayudan a controlar nuestros movimientos. El tálamo, el cerebelo y los ganglios basales juegan un gran papel.

El doctor Hernández les explicó cómo el tálamo actúa como una estación de retransmisión para las señales del cuerpo, mientras que el cerebelo ayuda a mantener el equilibrio y los ganglios basales controlan los movimientos automáticos.

— Entonces, ¿Mateo solo necesita practicar para que esas partes de su cerebro trabajen mejor juntas? — preguntó la madre.

— Exactamente — sonrió el doctor.

Inspirada por lo que había aprendido, Clara decidió ayudar a Mateo todos los días. Construyeron un pequeño circuito de obstáculos con cojines y juguetes blandos, y cada día, Mateo intentaba pararse y dar pequeños pasos, siempre bajo la vigilancia de su madre y los aplausos de Clara.

Con cada intento, Mateo se sentía más fuerte y más capaz. Sus músculos y su cerebro aprendían juntos, y cada pequeña caída era solo un paso más hacia su objetivo.

Tres meses después de su primera visita al doctor, durante una tarde de juegos y risas, Mateo sorprendió a todos. Sin ayuda, se impulsó hacia arriba, tambaleándose un poco al principio, pero pronto encontró su equilibrio y se mantuvo firme y orgulloso. Clara gritó emocionada y su madre aplaudió con lágrimas en los ojos.

— ¡Lo hiciste, Mateo! — exclamó Clara, corriendo a abrazarlo.

Y ahí estaba él, nuestro pequeño héroe, parado por primera vez solo, listo para enfrentar el mundo con pasos firmes y decididos. Pronto, con la misma determinación, Mateo dio sus primeros pasos, caminando hacia los brazos abiertos de su hermana, que lo recibió con un abrazo cálido y protector.

La historia de Mateo es una de determinación y aprendizaje, de cómo el amor y el apoyo de una familia pueden convertir los desafíos en victorias. Desde ese día, el mundo de Mateo se expandió infinitamente, lleno de nuevas aventuras que esperaban ser exploradas paso a paso.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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