Cuentos Clásicos

Vacaciones Mágicas

Lectura para 2 años

Tiempo de lectura: 2 minutos

Español

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Un día soleado de verano, Mercedes, una niña curiosa y llena de energía, se preparaba para las vacaciones con sus mejores amigos: Luis, un niño siempre listo para la aventura, y Ariana, una joven amable que siempre tenía una sonrisa en su rostro. Los tres estaban muy emocionados porque sus padres los llevarían a un lugar mágico en medio del bosque, donde pasarían unos días lejos de la ciudad.

El viaje comenzó temprano por la mañana. Subieron al coche con sus mochilas llenas de bocadillos y juguetes. Mercedes, con su vestido amarillo que brillaba como el sol, miraba por la ventana y no podía dejar de sonreír. “¿Crees que veremos animales del bosque?”, le preguntó a Ariana, quien llevaba un bonito vestido verde. “Seguro que sí, y quizás encontremos algo aún más especial”, respondió Ariana con una sonrisa misteriosa.

Luis, sentado al lado de Mercedes, no podía esperar a llegar. «¡Quiero correr por el bosque y trepar a los árboles!», exclamó emocionado mientras jugaba con una pequeña pelota que había traído. Sus ojos brillaban de emoción, y su espíritu aventurero ya estaba listo para descubrir lo que les esperaba.

Después de un viaje largo, llegaron al lugar soñado. Era un claro en el bosque, rodeado de árboles altos y flores de todos los colores. En el centro del claro, había una pequeña casita encantada. Parecía sacada de un cuento de hadas, con su chimenea de ladrillos rojos y un techo de tejas que brillaba bajo el sol. Los tres niños saltaron del coche en cuanto este se detuvo.

“Este lugar es perfecto”, dijo Mercedes mientras corría hacia la casita. Los padres de los niños les dieron permiso para explorar mientras preparaban la comida. “Pero no se alejen mucho”, advirtieron. Sin embargo, la curiosidad de Mercedes, Luis y Ariana los llevó un poco más allá de lo planeado.

Caminando por un sendero que serpenteaba entre los árboles, encontraron un arroyo cristalino que cantaba suavemente al pasar por las piedras. Luis, sin pensarlo dos veces, se quitó los zapatos y metió los pies en el agua fresca. “¡Está delicioso!”, gritó, chapoteando feliz. Mercedes y Ariana lo imitaron, riendo mientras el agua fresca les salpicaba los pies.

De repente, un sonido extraño llamó la atención de Mercedes. Era un suave zumbido, como si alguien estuviera cantando muy bajito. “¿Qué es eso?”, preguntó mirando alrededor. Los tres se quedaron en silencio, escuchando con atención. El sonido venía de un rincón del bosque, justo detrás de unos grandes arbustos.

“Vamos a ver”, dijo Luis, siempre listo para la aventura. Los tres caminaron despacito, con los corazones latiendo rápido de emoción. Cuando empujaron las ramas, encontraron algo sorprendente. Frente a ellos, había un grupo de pequeños duendes que cantaban y bailaban alrededor de un círculo de flores.

“¡Son duendes de verdad!”, exclamó Mercedes, asombrada. Ariana no podía creer lo que veían sus ojos. “Esto es increíble”, susurró, mientras los duendes seguían su alegre danza. Los pequeños seres no parecían darse cuenta de que estaban siendo observados, pero uno de ellos, el más pequeño de todos, de repente miró directamente a los niños y sonrió.

“¿Quieren bailar con nosotros?”, les preguntó el duende con una voz suave y amable. Los niños se miraron entre sí, emocionados pero también un poco tímidos. “¡Claro que sí!”, respondió Luis sin dudarlo. Los tres se unieron al círculo, y pronto estaban bailando junto a los duendes, rodeados de risas y música mágica.

Bailaron y bailaron hasta que el sol comenzó a esconderse detrás de los árboles. “Es hora de que vuelvan a casa”, dijo el pequeño duende, señalando el cielo que se tornaba de un color naranja intenso. Los niños sabían que sus padres los estarían esperando, así que se despidieron de los duendes, prometiendo regresar al día siguiente.

De vuelta en la casita, encontraron a sus padres preparando la cena. “¿Cómo estuvo la exploración?”, les preguntaron. Mercedes, Luis y Ariana se miraron entre sí, sonriendo. “Fue mágica”, respondió Mercedes. “¡Pero mañana les contaremos más!”.

Esa noche, se acostaron temprano, pero no podían dejar de pensar en el día tan especial que habían vivido. El sonido de la música de los duendes seguía resonando en sus cabezas mientras se quedaban dormidos, soñando con las nuevas aventuras que les esperaban en sus vacaciones mágicas.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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