Había una vez en la gran ciudad de Nueva York, un niño llamado Iam que tenía un gran secreto: ¡era un superhéroe! Iam podía volar por los aires con sus mejores amigos Toto y Poxi. Juntos, formaban un equipo especial de niños valientes que siempre estaban dispuestos a ayudar a los demás.
Iam, Toto y Poxi tenían un superpoder muy especial: sus corazones estaban llenos de luz, y esa luz les permitía hacer felices a todos los que conocían. Si alguien estaba triste o asustado, los tres amigos aparecían para devolverles la alegría. Volaban por toda la ciudad, brillando como estrellas, mientras ayudaban a las personas en apuros.
Un día, Iam, Toto y Poxi decidieron salir de paseo. Volaron entre los rascacielos, disfrutando del aire fresco y las vistas espectaculares de la ciudad. Todo parecía tranquilo hasta que, de repente, escucharon un sonido muy extraño: ¡era un llanto!
«¿Escucharon eso?», preguntó Iam, deteniéndose en el aire.
«Sí, parece que alguien está triste», respondió Toto.
«¡Vamos a ver qué pasa!», exclamó Poxi, siempre entusiasta por ayudar.
Siguiendo el sonido del llanto, llegaron a un rincón entre dos edificios muy altos. Allí, atrapada en una telaraña gigante, vieron a una araña enorme. Era la Super Araña, una amiga especial que siempre cuidaba los parques y jardines de la ciudad. Pero ahora, estaba atrapada y no podía moverse.
La Super Araña lloraba sin parar. «¡Ayuda! ¡No puedo salir de aquí! Me quedé atrapada entre estos edificios y no puedo liberarme sola», decía con tristeza.
Iam y sus amigos sintieron que su corazón de luz debía actuar. «¡No te preocupes, Super Araña! Estamos aquí para ayudarte», dijo Iam con una gran sonrisa.
Pero pronto se dieron cuenta de que la telaraña era muy fuerte, más de lo que imaginaban. Aunque intentaron cortar los hilos, no podían hacerlo solos. «Esto es más difícil de lo que parece», dijo Toto, sudando un poco.
«Creo que necesitamos ayuda», sugirió Poxi, siempre buscando soluciones.
«¡Llamemos a mamá!», dijo Iam, pensando en la persona que siempre sabía qué hacer en momentos complicados. Mamá era una gran superheroína también, aunque no volaba ni tenía súper fuerza. Su poder era su gran sabiduría y su capacidad para resolver cualquier problema con amor y alegría.
Iam sacó su teléfono especial y, con un toque de su dedo, llamó a mamá. En pocos minutos, ella llegó volando con una gran sonrisa. «¿Qué sucede, pequeños héroes?», preguntó con su típica calma.
«Mamá, la Super Araña está atrapada y no podemos ayudarla a salir», explicó Iam.
Mamá observó la situación y, después de pensar un momento, dijo: «Tengo una idea. Si trabajamos todos juntos, seguro podremos salvar a la Super Araña. Pero debemos ser muy cuidadosos».
Con la guía de mamá, Iam, Toto y Poxi comenzaron a trabajar en equipo. Iam usó su luz para iluminar la telaraña y encontrar los puntos más débiles. Toto, con su súper velocidad, corrió alrededor de los edificios para buscar cualquier cosa que pudiera servir de ayuda. Y Poxi, que tenía una súper vista, detectó los hilos más delgados que podían romperse fácilmente.
Finalmente, con todos ayudando, lograron liberar a la Super Araña. Ella dejó de llorar y miró a sus pequeños héroes con gratitud. «¡Gracias, amigos! Sin ustedes, nunca habría salido de aquí», dijo mientras estiraba sus patas aliviada.
Iam, Toto y Poxi sonrieron con orgullo. Sabían que, aunque la situación había sido difícil, su amistad y su capacidad para trabajar juntos habían hecho la diferencia. Y por supuesto, la ayuda de mamá había sido clave.
«Recuerda, Super Araña», dijo mamá, «siempre puedes pedir ayuda cuando la necesites. Todos somos más fuertes cuando trabajamos en equipo».
Después de ese día, Iam, Toto, Poxi y mamá siguieron volando por la ciudad, asegurándose de que todos estuvieran felices. La Super Araña también volvió a cuidar los parques y jardines, pero esta vez, sabiendo que tenía amigos a quienes podía recurrir cuando lo necesitara.
Y así, todos vivieron felices para siempre, volando entre los edificios y llenando la ciudad de Nueva York con luz, amor y muchas sonrisas.
Fin.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.