Cuentos de Hadas

Bingo y su Gran Sueño de Conocer las Estrellas

Lectura para 6 años

Tiempo de lectura: 2 minutos

Español

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Había una vez un perrito muy lindo llamado Bingo. Era pequeño, con el pelaje suave y de color marrón claro, y tenía unos ojos grandes y curiosos que siempre miraban al cielo. Vivía con su mejor amiga, una niña llamada Anita, de seis años. Anita adoraba a Bingo, y siempre jugaban juntos en el jardín de su casa. Sin embargo, Bingo tenía un gran sueño que siempre lo hacía suspirar cuando veía el cielo por la noche: quería conocer las estrellas.

Cada noche, Bingo se sentaba al lado de Anita y miraba el cielo oscuro, lleno de puntitos brillantes. «¡Cómo me gustaría poder volar hasta ellas y verlas de cerca!» pensaba Bingo una y otra vez. Anita, quien conocía el gran deseo de su amigo peludo, siempre lo acariciaba y le decía:

—Un día, Bingo, vamos a descubrir cómo llegar a las estrellas. ¡Te lo prometo!

Anita vivía con su mamá, Mamá Carla, y su hermana pequeña, Luna, que aún era un bebé. Cada día era una aventura para Anita y Bingo, pero esa noche en particular, algo mágico estaba a punto de suceder.

Esa misma tarde, Anita había escuchado una historia que su mamá le contó sobre una Hada Madrina que vivía en lo profundo del bosque. Decían que este hada tenía el poder de cumplir los deseos más grandes y especiales. Anita, que quería mucho a Bingo y deseaba ver cumplido su sueño, decidió que era el momento de hacer una aventura especial.

—Bingo, esta noche iremos al bosque a buscar al Hada Madrina. —dijo Anita con emoción—. Sé que ella podrá ayudarte a ver las estrellas de cerca.

Bingo, moviendo la cola de la emoción, ladró suavemente, como si entendiera perfectamente lo que Anita planeaba. Así que, cuando todos en la casa ya dormían y el cielo estaba lleno de estrellas, Anita y Bingo salieron sigilosamente de la casa. La noche era fresca y el bosque, aunque oscuro, brillaba con pequeñas luces mágicas que flotaban entre los árboles.

—No tengas miedo, Bingo —le susurró Anita—. Sé que encontraremos al hada.

Los dos amigos caminaron por senderos llenos de hojas y flores que brillaban como pequeñas luciérnagas. De repente, un destello brillante apareció frente a ellos. ¡Era el Hada Madrina! Vestida con un vestido resplandeciente y alas que brillaban como diamantes, el hada sonrió dulcemente a los dos aventureros.

—¡Hola, Anita y Bingo! —dijo el hada con una voz suave y mágica—. He escuchado tus deseos, Bingo, y estoy aquí para ayudarte. Sé que quieres ver las estrellas de cerca.

Bingo ladró emocionado y saltó alrededor del hada, mientras Anita sonreía de oreja a oreja.

—¿Puedes hacerlo realidad, Hada Madrina? —preguntó Anita—. Bingo sueña con esto desde hace mucho tiempo.

El Hada Madrina movió su varita mágica, y una lluvia de polvo de estrellas cayó sobre Anita y Bingo. De repente, los dos comenzaron a elevarse del suelo. ¡Estaban volando! Bingo se miró las patas, asombrado de que estuviera flotando en el aire.

—¡Wow! —exclamó Anita—. ¡Mira, Bingo, estamos volando hacia las estrellas!

El hada los guió mientras ascendían por el cielo nocturno. Las estrellas se veían cada vez más cerca y más grandes. Era como si el cielo estuviera a su alcance. Pronto, llegaron a un lugar donde las estrellas brillaban tanto que casi se podían tocar.

—Este es el reino de las estrellas —dijo el Hada Madrina—. Aquí, todo lo que brilla es pura magia, y cada estrella tiene una historia que contar.

Bingo estaba maravillado. Nunca había visto algo tan hermoso. Las estrellas no solo brillaban, sino que también parecían moverse y cantar una melodía suave que llenaba el aire. Anita, a su lado, estaba tan emocionada como él. Era como un sueño hecho realidad.

Pasaron lo que pareció una eternidad jugando entre las estrellas. Bingo saltaba entre ellas como si fueran pequeñas burbujas de luz, y Anita corría y reía mientras el hada observaba felizmente. Pero, después de un rato, el hada les dijo que era hora de regresar.

—Es momento de volver a casa —dijo el hada—. Las estrellas siempre estarán aquí para ustedes, y pueden volver a visitarlas en sus sueños.

Aunque no querían irse, sabían que debían regresar. Así que, con un último vistazo a las estrellas brillantes, Anita y Bingo comenzaron a descender lentamente de vuelta al bosque. Cuando tocaron tierra, Bingo miró hacia arriba una vez más, sabiendo que su sueño se había cumplido.

—Gracias, Hada Madrina —dijo Anita—. Nunca olvidaremos esta noche.

El hada sonrió y, con un suave movimiento de su varita, desapareció entre destellos de luz.

Anita y Bingo regresaron a casa, silenciosos pero felices. Sabían que habían vivido una aventura que recordarían para siempre. Bingo, que antes solo podía soñar con las estrellas, ahora sabía lo que era estar entre ellas.

A la mañana siguiente, cuando Mamá Carla los encontró dormidos en el sofá, sonrió sin saber que su hija y su perrito habían vivido una de las noches más mágicas de sus vidas.

Desde entonces, cada vez que el cielo se llenaba de estrellas, Anita y Bingo miraban hacia arriba, sabiendo que las estrellas ya no eran solo luces distantes. Eran sus amigas, siempre brillando para ellos, recordándoles la noche en que volaron hasta el cielo.

Fin

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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