Sofía siempre había sido una niña curiosa. Con apenas diez años, ya había desarrollado una pasión por la lectura que sorprendía a todos. Sus padres, orgullosos de su hija, le compraban libros sobre todo tipo de temas: historia, ciencia, aventuras… Pero había un libro en particular que siempre captaba la atención de Sofía. Era un tomo antiguo, con una portada de cuero desgastado y letras doradas que apenas se distinguían. Lo había encontrado en la biblioteca de su abuelo y, desde entonces, se había convertido en su tesoro más preciado.
Sofía lo llamaba «El libro de la sabiduría», aunque en realidad no sabía cuál era su título verdadero. Cada vez que abría sus páginas, parecía que un nuevo mundo de conocimientos se desplegaba ante ella. Algunos días aprendía sobre las estrellas, otros sobre la vida en la Tierra, y en muchas ocasiones, las historias hablaban de valores importantes, como la amistad, la honestidad y el respeto.
Un sábado por la tarde, mientras leía bajo la sombra de un gran árbol en el parque, sus amigos Mario y Lucía se le acercaron. Mario, siempre inquieto, no entendía cómo Sofía podía pasar tanto tiempo con la nariz metida en un libro. Para él, la diversión estaba en correr, jugar al fútbol o inventar alguna aventura. Por otro lado, Lucía era más tranquila, pero también prefería jugar antes que sentarse a leer.
«¿Otra vez con ese libro, Sofía?» preguntó Mario, frunciendo el ceño. «No entiendo cómo puedes pasarte el día leyendo en lugar de hacer algo más divertido.»
Sofía levantó la mirada y sonrió. «Este libro es más divertido de lo que crees. ¿Por qué no te sientas conmigo un momento y te leo algo?»
Mario se encogió de hombros. «No creo que me interese… Pero bueno, ya que estamos aquí, supongo que no puede hacer daño escuchar un poco.»
Lucía, que siempre había tenido curiosidad por lo que leía Sofía, se sentó a su lado sin dudarlo. «A mí sí me interesa. Siempre dices que aprendes cosas nuevas con ese libro.»
Sofía abrió el tomo con cuidado, como si fuese un objeto frágil y valioso. Las páginas amarillentas desprendían un ligero olor a viejo, pero también a misterio. Buscó una historia que recordaba haber leído hacía poco y comenzó a leer en voz alta.
«La historia de hoy trata sobre un niño que vivía en un pequeño pueblo. Este niño, al igual que Mario, no creía que los libros fueran importantes. Siempre prefería correr y jugar con sus amigos. Sin embargo, un día, el sabio del pueblo lo llamó y le dijo: ‘Ama la escritura sagrada, y la sabiduría te será dada. Lee un buen libro, y siempre aprenderás algo valioso’. Al principio, el niño no entendió esas palabras. Pensaba que no necesitaba la sabiduría de los libros para ser feliz.»
Mario, que escuchaba con los brazos cruzados y una expresión de escepticismo, interrumpió. «Eso suena como una lección aburrida.»
Sofía sonrió, acostumbrada a las interrupciones de su amigo. «Espera, déjame seguir. El sabio llevó al niño a su biblioteca personal, que estaba llena de libros antiguos, algunos incluso más viejos que los abuelos del pueblo. Al principio, el niño no quería tocar ninguno, pero el sabio le dijo: ‘Toma el que te llame la atención’. El niño, curioso, eligió uno al azar. Para su sorpresa, cuando comenzó a leer, el libro le habló de lugares que jamás había imaginado. Le enseñó sobre el coraje, la bondad y la importancia de ayudar a los demás. Poco a poco, el niño empezó a entender que los libros no eran aburridos, sino que contenían las respuestas a muchas preguntas que él ni siquiera se había hecho.»
Lucía, que siempre había sido más abierta a las historias, suspiró. «Me gusta eso de que los libros contengan respuestas.»
Sofía asintió. «Sí, y también enseñan valores importantes. Al final, el niño del cuento se dio cuenta de que, aunque correr y jugar con sus amigos era divertido, leer lo ayudaba a ser mejor persona.»
Mario la miró con una expresión que mezclaba curiosidad y escepticismo. «Bueno, eso suena bien, pero sigo sin entender cómo un libro puede enseñarte a ser mejor.»
Sofía cerró el libro suavemente y lo colocó sobre su regazo. «Los libros no te cambian de inmediato, Mario. No es como si te transformaras mágicamente. Pero cada vez que lees, aprendes algo nuevo, algo que quizás ni te dabas cuenta que necesitabas saber. A veces es sobre cómo tratar mejor a los demás, o cómo ser más paciente. Otras veces, aprendes cosas sobre ti mismo.»
Mario se quedó en silencio por un momento, procesando las palabras de su amiga. Finalmente, con una pequeña sonrisa, dijo: «Supongo que tal vez podría intentar leer un poco más. Pero no prometo nada.»
Sofía y Lucía rieron, sabiendo que eso era lo más cercano a un «sí» que podían esperar de Mario.
A partir de ese día, algo cambió en la forma en que los tres amigos pasaban su tiempo juntos. Aunque seguían corriendo y jugando en el parque, Mario empezaba a mostrar más interés en lo que leía Sofía. De vez en cuando, le pedía que le leyera una historia corta, y hasta empezó a elegir algunos libros de la biblioteca para llevarse a casa.
Lucía, por su parte, encontró en la lectura un nuevo mundo por descubrir. Aunque no era tan apasionada como Sofía, empezó a leer pequeños cuentos antes de dormir, disfrutando de las historias y las lecciones que cada una le dejaba.
Con el tiempo, los tres amigos se dieron cuenta de que la sabiduría no solo se encontraba en los juegos y las experiencias del día a día, sino también en los libros que esperaban pacientemente en los estantes. Cada libro era una puerta hacia una nueva aventura, una oportunidad de aprender y crecer.
Y así, aunque Mario seguía siendo el más inquieto del grupo, descubrió que la lectura no era tan aburrida como había pensado. Al contrario, a veces, las mejores aventuras se encontraban entre las páginas de un buen libro.
Conclusión:
La lectura no solo es una forma de entretenimiento, sino también una fuente de conocimiento y sabiduría. Cada libro tiene el poder de enseñarnos algo nuevo, y es importante abrir nuestras mentes y corazones a las lecciones que nos ofrecen. Así como Mario, Sofía y Lucía, todos podemos aprender a valorar el poder de las palabras y lo que nos pueden enseñar.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.