Era una noche llena de misterio en el pequeño pueblo de Princevillo. Las estrellas brillaban en el cielo, y la luna, redonda y luminosa, arrojaba su suave luz sobre las casas y los bosques cercanos. Mientras todos dormían, dos jóvenes amigos, Jhoan y Maycol, estaban a punto de embarcarse en una aventura que jamás olvidarían.
Jhoan, un niño de cabello rojo y con una chaqueta de cuero del mismo color, no podía quedarse quieto. Había escuchado historias sobre un antiguo libro de hechizos escondido en la oficina de la escuela, un libro que contenía magia poderosa y secretos del pasado. Estaba decidido a encontrarlo, aunque eso significara romper algunas reglas.
Maycol, su mejor amigo, tenía el cabello azul como el cielo nocturno y una chaqueta azul brillante. Aunque era un poco más cauteloso que Jhoan, también era valiente y leal. Cuando se enteró de los planes de Jhoan, supo que no podía dejarlo hacer esto solo.
Aquella noche, Jhoan salió de su casa en silencio, asegurándose de no despertar a nadie. Caminó rápido por las calles desiertas, directo hacia la escuela. La oficina del director, donde se suponía que estaba el libro, estaba en la parte más antigua del edificio, un lugar que los alumnos evitaban porque decían que estaba encantado.
Cuando Jhoan llegó a la puerta de la oficina, sacó una pequeña llave que había encontrado en una de sus exploraciones anteriores. Estaba a punto de abrir la puerta cuando sintió una presencia detrás de él. Se giró rápidamente, preparado para cualquier cosa, pero se sorprendió al ver a Maycol.
—¿Qué haces aquí? —preguntó Jhoan en un susurro, aunque su rostro mostraba alivio.
—No podía dejar que hicieras esto solo —respondió Maycol con una sonrisa—. Sé que estamos rompiendo las reglas, pero es por una buena causa, ¿verdad?
Jhoan sonrió, contento de tener a su amigo a su lado.
—Eres un maestro en justificar crímenes, Maycol —dijo en broma—. Vamos, tenemos un libro que encontrar.
Juntos, los dos amigos entraron en la oscura oficina. El lugar olía a polvo y a libros antiguos. Las estanterías estaban llenas de tomos viejos, y las sombras de la noche hacían que todo pareciera más grande y más misterioso.
—Debemos encontrar el libro rápidamente —dijo Jhoan, encendiendo una pequeña linterna que había traído—. No sabemos cuánto tiempo tenemos antes de que alguien se dé cuenta de que estamos aquí.
Maycol asintió y comenzó a revisar las estanterías en busca de cualquier indicio del libro mágico. Mientras buscaban, el silencio se hacía cada vez más profundo, hasta que finalmente Jhoan encontró un tomo que parecía diferente a los demás. Era un libro grande, con una cubierta de cuero oscura y un símbolo dorado grabado en la portada.
—¡Aquí está! —exclamó Jhoan en voz baja, sacando el libro de su estante.
Pero apenas lo tuvo en sus manos, una alarma resonó en toda la oficina. Luces rojas comenzaron a parpadear, y de las paredes surgieron varias espadas encantadas que comenzaron a volar a su alrededor, como si estuvieran protegiendo el libro.
—¡Cuidado, Maycol! —gritó Jhoan, esquivando una de las espadas que se dirigía hacia él.
Maycol, con los reflejos rápidos, logró evitar otra espada que pasó cerca de él. Los dos amigos se encontraron rodeados por las espadas, que parecían moverse con una voluntad propia.
—¡No podemos dejarlas que nos atrapen! —dijo Maycol, buscando una forma de defenderse.
Jhoan, pensando rápido, usó su chaqueta como escudo, desviando una de las espadas que se acercaba peligrosamente. Mientras tanto, Maycol, sin muchas opciones, decidió usar los zapatos de cristal que llevaba puestos, un regalo especial de su madre. Con un movimiento rápido, pateó una de las espadas, haciéndola retroceder.
Sin embargo, antes de que pudieran celebrar su pequeño triunfo, las cosas se complicaron aún más. Una antigua armadura que estaba en una esquina de la oficina cobró vida, levantándose con un sonido metálico. El caballero viviente se movió hacia ellos, su espada brillando a la luz de la luna.
Jhoan, que todavía sostenía el libro, se encontró acorralado contra una pared. La armadura, gigante y amenazante, levantó su espada, lista para atacar.
—¡Jhoan! —gritó Maycol, sin saber qué hacer.
En un acto de valentía, Maycol corrió hacia la armadura, usando toda su fuerza para romper uno de sus zapatos de cristal contra la pierna de la armadura. Al hacerlo, la armadura comenzó a desmoronarse, desintegrándose en polvo brillante y dejando caer su espada al suelo.
—¡Lo lograste! —exclamó Jhoan, aliviado.
Pero su alivio fue breve, ya que un búho, que había estado oculto en la oscuridad, se lanzó hacia ellos, intentando arrebatarles el libro de las manos. El búho era grande y sus ojos brillaban con una luz siniestra.
—¡No dejes que se lleve el libro! —gritó Maycol, empujando una mesa para tratar de atrapar al búho.
Con un esfuerzo conjunto, Jhoan y Maycol lograron empujar la mesa hacia la chimenea, atrapando al búho en su interior. El búho aleteó furiosamente, pero no pudo escapar.
Con el peligro pasado, Jhoan y Maycol se quedaron de pie en medio de la oficina, respirando con dificultad. Jhoan miró el libro en sus manos y luego a su amigo.
—Rompiste los zapatos que tu madre te dio… —dijo Jhoan con un tono de asombro.
—No importan los zapatos —respondió Maycol con una sonrisa—. Lo importante es que estamos bien y que tenemos el libro. Ahora, ¿no crees que deberíamos ver qué secretos guarda?
Jhoan asintió, y juntos se sentaron en el suelo de la oficina, abriendo lentamente el libro. Las páginas estaban llenas de palabras antiguas y dibujos que parecían cobrar vida bajo la luz de la luna. Mientras leían, se dieron cuenta de que el libro contenía historias de hadas, magos y criaturas mágicas, pero también hablaba de una amistad muy especial, una amistad que podía superar cualquier obstáculo, sin importar cuán grande o peligroso fuera.
Pasaron el resto de la noche leyendo, absorbiendo cada palabra, cada imagen, y comprendiendo que lo que habían encontrado no era solo un libro de hechizos, sino una prueba de la importancia de la amistad y el coraje.
Cuando la primera luz del amanecer comenzó a entrar por las ventanas, Jhoan y Maycol sabían que era hora de irse. Cerraron el libro y lo colocaron de nuevo en su lugar, sabiendo que habían vivido una aventura mágica que nunca olvidarían.
—Gracias por estar a mi lado, Maycol —dijo Jhoan mientras salían de la oficina.
—Siempre estaré contigo, Jhoan —respondió Maycol con una sonrisa—. Porque eso es lo que hacen los amigos.
Y con esa promesa, los dos amigos caminaron juntos hacia el amanecer, sabiendo que, sin importar lo que el futuro les deparara, siempre podrían contar el uno con el otro.
Fin.
Cuentos cortos que te pueden gustar
Las Princesas Pili y Mili y el Hada de los Sueños
El Sueño del Príncipe Israel
La Aventura Mágica de Qq y Aa
Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.