Había una vez una niña llamada Monserrat, que vivía en un pequeño pueblo rodeado de montañas y bosques. Monserrat era una niña muy curiosa y soñadora, siempre buscando aventuras en cada rincón de la naturaleza que la rodeaba. Le encantaba pasear por el bosque cercano a su casa, donde los árboles altos y las flores coloridas le susurraban secretos al oído.
Un día, mientras exploraba una parte del bosque que nunca antes había visitado, Monserrat se encontró con un sendero que brillaba como si estuviera hecho de polvo de estrellas. Fascinada por la luz que desprendía el camino, decidió seguirlo, preguntándose a dónde la llevaría.
El sendero la condujo a un claro en medio del bosque, donde el sol brillaba más intensamente, iluminando todo a su alrededor con una luz dorada. En el centro del claro, entre las flores más hermosas que Monserrat había visto, había un pequeño ser brillante que flotaba en el aire. Era un hada, con alas delicadas que destellaban como si estuvieran hechas de cristal.
Monserrat se quedó sin aliento, nunca había visto algo tan hermoso. El hada, al darse cuenta de la presencia de Monserrat, sonrió con calidez y voló hacia ella. “Hola, Monserrat,” dijo el hada con una voz suave y melodiosa. “Me llamo Estrella, y soy el hada guardiana de este bosque. Te he estado observando, y sé que eres una niña de buen corazón y con un espíritu aventurero.”
Monserrat, aún sorprendida, respondió tímidamente: “Hola, Estrella. Nunca había visto un hada antes. ¿Es este bosque realmente mágico?”
Estrella asintió con entusiasmo. “Sí, este bosque es muy especial. Solo aquellos que creen en la magia pueden ver su verdadera belleza. Y tú, Monserrat, has sido elegida para vivir una experiencia mágica. ¿Te gustaría volar conmigo?”
Monserrat no podía creer lo que estaba escuchando. ¿Volar? ¡Era su mayor sueño hecho realidad! Sin dudarlo, asintió con una gran sonrisa. “¡Sí, me encantaría volar contigo!”
Estrella agitó su varita mágica, y una lluvia de polvo brillante cayó sobre Monserrat. En un instante, Monserrat sintió cómo su cuerpo se volvía ligero como una pluma. Miró hacia abajo y vio que sus pies ya no tocaban el suelo. Estaba flotando en el aire, ¡estaba volando!
El hada Estrella tomó la mano de Monserrat, y juntas comenzaron a elevarse por encima de los árboles. Monserrat se reía de pura felicidad mientras el viento acariciaba su rostro y sus cabellos. Desde lo alto, el bosque se veía aún más impresionante, con sus árboles gigantes, ríos serpenteantes y flores de colores brillantes.
“¿Ves, Monserrat? Este es el mundo mágico que existe más allá de lo que los ojos comunes pueden ver”, explicó Estrella mientras volaban sobre el claro. “Aquí, todo está lleno de vida y magia. Los animales hablan, las flores cantan, y el aire está lleno de sueños y esperanzas.”
Monserrat no podía dejar de sonreír. Volaron sobre un río cristalino donde los peces saltaban en el agua, saludándolas al pasar. Luego, sobrevolaron un campo lleno de flores que se movían al ritmo de una melodía que parecía venir de la misma tierra. Cada vista era más hermosa que la anterior, y Monserrat sentía que estaba en un cuento de hadas hecho realidad.
Mientras volaban, Estrella le mostró a Monserrat algunos de los secretos del bosque mágico. Le presentó a una familia de ciervos dorados, cuyas astas brillaban como el sol, y a un grupo de ardillas que vivían en casas hechas de hojas y ramas entrelazadas. Monserrat también vio mariposas con alas de cristal que dejaban un rastro de luz a su paso.
Pero lo que más sorprendió a Monserrat fue cuando llegaron a un lago escondido en lo profundo del bosque. El lago era tan claro que podía ver hasta el fondo, donde se encontraban joyas y piedras preciosas que brillaban con luz propia. Sobre el lago, una bandada de cisnes dorados se movía en perfecta armonía, como si estuvieran bailando sobre el agua.
“Este es el Lago de los Sueños”, explicó Estrella. “Aquí, todos los deseos que son puros y sinceros se hacen realidad. Si tienes algún deseo en tu corazón, solo tienes que pedirlo aquí, y el lago te ayudará a cumplirlo.”
Monserrat pensó por un momento. Aunque estaba viviendo una aventura increíble, su deseo más grande siempre había sido poder compartir la magia y la felicidad que sentía con los demás. Así que cerró los ojos y deseó con todo su corazón que todos los niños del mundo pudieran experimentar la magia de la naturaleza y la alegría de la aventura.
El lago brilló intensamente, como si respondiera al deseo de Monserrat, y Estrella sonrió con aprobación. “Has hecho un deseo muy noble, Monserrat. La magia del bosque siempre estará contigo, y cada vez que ayudes a alguien a encontrar la felicidad, estarás compartiendo un poco de esta magia.”
Después de un tiempo, Estrella supo que era hora de regresar a Monserrat al lugar de donde había venido. Bajaron suavemente hasta el claro donde todo había comenzado. Monserrat, aún flotando en el aire, agradeció a Estrella por la maravillosa experiencia.
“Gracias, Estrella”, dijo Monserrat con una sonrisa. “Nunca olvidaré lo que me has mostrado hoy. Prometo cuidar siempre de la naturaleza y compartir la magia con todos los que pueda.”
Estrella, conmovida por las palabras de Monserrat, agitó su varita una última vez, y Monserrat sintió cómo sus pies volvían a tocar el suelo. El polvo mágico que la había hecho volar se desvaneció suavemente, pero Monserrat sabía que la magia del bosque siempre estaría en su corazón.
“Adiós, Monserrat”, dijo Estrella, mientras empezaba a desvanecerse en la luz del sol. “Recuerda siempre que la magia está en todas partes, solo necesitas un corazón puro para verla.”
Monserrat se quedó en el claro por un momento, disfrutando de la paz y la belleza que la rodeaba. Luego, con una última mirada al lugar mágico donde había vivido la aventura más increíble de su vida, comenzó a caminar de regreso a casa, sintiéndose más feliz y más en paz que nunca.
Desde ese día, Monserrat continuó explorando el bosque, pero siempre con un nuevo sentido de respeto y amor por la naturaleza. Y aunque nunca volvió a ver a Estrella, sabía que el hada siempre estaba cerca, observándola y guiándola en sus aventuras.
Y así, Monserrat vivió feliz, con un corazón lleno de magia y el deseo de compartirla con todos los que conocía. Porque entendió que la verdadera magia no está solo en los cuentos de hadas, sino en la bondad, la alegría y el amor que compartimos con los demás.
Fin
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.